lunes, 11 de mayo de 2015

Pride

A veces, las casualidades logran extrañas carambolas: empiezo el Viernes pasado con la noticia de la victoria por mayoría absoluta de los Conservadores en el Reino Unido -provocada, entre otras cosas, por el corrimiento del voto tradicional laborista escocés hacia el Nacionalismo, ominoso fenómeno-, y lo acabo viendo "Pride", una magnífica película que acaba por levantarme los ánimos decaídos.

El argumento puede resumirse así: Margaret Thatcher está librando su particular guerra contra el poder sindical, y lo está haciendo en el lugar en que los Sindicatos más fuerza histórica habían tenido, pero donde la tecnología estaba poniéndolos entre la espada y la pared: las minas de carbón. Mineros, hijos y nietos de mineros, la flor de la clase obrera, enfrentados al cierre de las minas, la jubilación anticipada, el fin de su vida como trabajadores y, en su concepción del Mundo, como hombres... un grupo de gays y lesbianas londinenses deciden formar una asociación solidaria con la huelga de los mineros, y recaudar fondos para mantener su resistencia... les costará que los mineros asuman verse ayudados por aquellos que, hasta aquel momento, habían considerado una pandilla de pervertidos, y a muchos de los gays también les supone un esfuerzo aceptar a aquellos que siempre los han despreciado, e incluso han llegado a la agresión física hacia ellos... los hechos son históricos y, como bien sabemos, los mineros fueron derrotados, pero me quedo con las heroicas -auténtica, profundamente heroicas- imágenes de su vuelta al trabajo formados, con su banda de música al frente y sus estandartes centenarios, y las imágenes finales, cuando devuelven la visita a sus hermanos gays y lesbianas, desfilando con ellos en el Día del Orgullo en Londres...

Siempre, desde mi temprana identificación con el Movimiento Cooperativista, he sentido una profunda admiración por el Socialismo británico, esa potente corriente de fondo que arranca de los primeros días de la Revolución Industrial, y se manifiesta siempre por vías democráticas, moderadas y reformistas, basadas en sus más hondas convicciones, un Socialismo que no ha dejado detrás más muertos que los propios, amortajados en la roja Bandera del Pueblo, tal y como me enseñó a cantar Richard Smithson, mi segundo profesor de inglés, un orgulloso proletario de Manchester... Thatcher y Blair les han herido profundamente pero  -quiero creer, necesito creer- no han muerto, y con ellos no ha muerto nuestra esperanza, la esperanza de los que creemos que no hay más que una lucha digna de ser vivida; la lucha por la dignidad del Ser Humano.

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