martes, 20 de diciembre de 2016

Ik liebe Berlin

Todavía con el corazón encogido ante lo que ha pasado en Berlín... es este momento, aún no hay versión oficial, pero la semejanza con el atentado de Niza es aterradora... no puedo dejar de pensar en Berlín, mi Berlín...




No es una clasificación muy científica, pero, a estas alturas de la vida, divido las ciudades en tres categorías; ciudades en las que me gustaría vivir; ciudades en las que NO me gustaría vivir -por bellas y deslumbrantes que sean, un ejemplo podría ser Roma- y ciudades que ni fu, ni fa... ¿Qué les pido a las de la Primera Categoría...? por tonto que parezca, un buen sistema de transporte público -¡Hey, amigo Pau Noy- que haga accesibles todos sus rincones, (algo que hace extrañamente acogedor un monstruo como Tokio) una densidad cultural que haga apetecible moverse por ella, sosiego -relativo-, silencio -relativo también-, y ese algo especial que tienen los lugares donde sospechas que todo el mundo puede encontrar su hueco.... llevábamos dos horas en Berlín, y ya le decía a Blanca: "¿Tu ves...? aquí no me importaría quedarme unos cuantos meses..." y ella, que me conoce, estoy seguro de que lo entendió.

He estado tres veces en Berlín, que ya es mucho, teniendo muchos más sitios a donde ir, muchos más que oportunidades...  siempre he estado en el crudo Invierno centroeuropeo, con un frío pelón, pero también con sus calles llenas de animación, de vida -¡hay que joderse!-, que se concentra, se sublima en sus mercados navideños... con independencia de las creencias de cada uno -con mucha independencia-, hay algo en la Navidad que me conmueve: esa nostalgia de un tiempo que seguramente no existió jamás, y que difícilmente existirá, donde hombres y mujeres son buenos, las familias, felices, los jefes, simpáticos, las luces, de colores y haciendo guiños, padres y madres llevan a sus niños cogidos de la mano, el aire huele -allí, por lo menos- a vino caliente con especias y a mazapán de gengibre... justamente a ese mercado de Navidad de la K-damm, al pie de la "muela cariada" -como llaman los berlineses, que son unos cachondos, a las ruinas de la Iglesia del Kaiser Guillermo- estuvimos, creo, en cada uno de nuestros viajes; allí donde se ha estrellado el camión se compró Blanca una bufanda de lana granate, y a pocos pasos, unos simpáticos muchachos nos invitaron a un pastelito de bizcocho con marihuana -estaba rico-, y nos insistían en que podíamos comprarles más, aunque viajásemos a España, "En la aduana no os dirán nada", afirmaban, muy seguros...

En uno de mis cuentos sobre El Oso, en el más largo de ellos, mi personaje visitaba Berlín; allí era acogido por otro oso, Knut, subían a la planta más alta de "mi" hotel, el Forum, en Alexanderplatz, un monstruoso rascacielos exsocialista, pero que está en el cogollito- y, desde allí, le explicaba Berlín, con estas palabras:


“Aquí tienes mi ciudad –me dice Knut-, y tuya también, porque eso quiere decir Berlín, “Ciudad del Oso”, por eso verás efigies nuestras en todas partes, y a nadie extrañará nuestra presencia, porque la gente creerá que somos hombres-anuncios del Ayuntamiento. En mi caso es aún más verdad, porque yo he nacido aquí, puedo decir lo mismo que dijo Kennedy, “Ich bin ein Berliner”, soy un berlinés, aunque no faltaron los que se cachondearon de él, porque un Berliner es también un bollo relleno de crema, están muy ricos, ya te invitaré a una o dos docenitas, entran solos… 

Berlín es, al mismo tiempo, la Capital de Alemania, y una ciudad imprevisiblemente  poco alemana, abierta a la Europa oriental, las fronteras de Polonia están muy cerca –bueno, van y vienen, las fronteras polacas tienen una desconcertante tendencia a la movilidad-; de hecho, los primeros berlineses eran eslavos, y muchos de los nuevos lo vuelven a ser:  en medio de una llanura abierta a todos los vientos, arenosa, pantanosa, muy cerca del Báltico, recorrida por ríos tan caudalosos como perezosos, que se remansan en lagos por todas partes. Hay ciudades desde donde se ha construido la Historia; Berlín lo intentó varias veces, pero, al final, ha sido la Historia la que ha acabado construyéndola a ella: ha pasado de dominadora a dominada con increíble rapidez y con reiteración aterradora: en los últimos doscientos años, esto ha sido un desfile de reyes prusianos, dragones franceses, emperadores germanos, estraperlistas de la hiperinflación, imperios de mil años, ocupantes con medias de nailon o con gorro de símil piel, muros que dividían, manifestaciones, bombardeos, desembarcos de multinacionales multimillonarias, arquitectos superstars… así ha quedado, una ciudad hecha por cuatro grandes urbanistas: Schinken, el equilibrio y la serenidad neoclásica: Speer, la megalomanía ilustrada al servicio de la barbarie: las Fuerzas Aéreas angloamericanas, grandes creadoras de espacios abiertos, y los especuladores de la última ocupación, la Reunificación, que parecen niños de colegio compitiendo a ver quién la tiene más larga: entre unos y otros, si añadimos los bloques de la Depresión, las casitas de los enchufados en los economatos americanos, y los prefabricados de Plan Quinquenal, les ha quedado éste caos donde, extrañamente, nadie se siente fuera de su lugar, donde coexisten ancianos alemanes que se ponen muy nerviosos si les preguntas qué estaban haciendo en el 43 y sus descerebrados nietos rapados y con bombers, -hace falta tener cojones para ponerse una chaqueta que se llame “bombardero” en una ciudad que dejaron como la palma de la mano- con okupas anarquistas, trabajadores turcos de segunda generación, que ya ni saben donde cae Turquía, vietnamitas que vinieron cuando estaban ganando la guerra a los Yanquis en su tierra, y vieron como los yanquis la ganaban aquí, angoleños, colombianos, polacos, bielorusos, estudiantes de Erasmus de todas las leches… y todo el mundo, por difícil que parezca, se encuentra a gusto aquí, acaba haciéndose un huequecito, tanto la ancianita de medias ortopédicas y zapatos de plástico blindado que sigue creyendo que con Breznev vivíamos mejor, como el yupy de Hannover que ha comprado por medio millón de euros un barrio entero de pisos de veinte metros cuadrados con cagadero colectivo al fondo del pasillo, y que piensa convertirlos en apartamentos de lujo para veinteañeros californianos… tú también sucumbirás a su encanto, ya verás…

Quizás algún día me anime a colgar ese cuento, que hasta ahora solo he distribuido en la más estricta intimidad; pasan con él cosas raras, muy "Cuarto Milenio", no sé si me explico... de entrada, Knut, el osito blanco, que era la estrella del Zoo de Berlín, murió mientras lo escribía, y tuve que introducir un giro argumental... a los dos días de acabarlo, falleció otro de sus personajes reales, Jorge Semprún; con otros -Hitler, Stalin...- no existía el problema... hay también una referencia a Fidel, del que uno de los personajes afirma; "Ese, nos entierra a todos..."; bueno, ya se ha visto que no ha sido así... por no hablar del cadáver más cadáver que juega un papel importante en la trama, José Luís Rodríguez Zapatero, felizmente vivito y coleando, pero ante cuya tumba, como el Gran Wyoming, me recojo con frecuencia en oración... pero lo de ayer ya supera todo lo esperable... ¿Sabéis cómo entra y sale mi personaje principal en Berlín..? En un trailer polaco...

Berlín sigue muy cerca de mi corazón, no descarto volver, y pronto, desde ayer tengo aún más ganas... Ik -no ich, los berlineses dicen "ik"-, ik liebe Berlín... a una ciudad a la que le ha pasado de todo, menos quedarse preñada, le faltaba ese puntito de horror de un buen atentado para hacerla aún más querida a los que hemos sucumbido a sus encantos... desde aquí le envío un abrazo, junto a una de sus más bellas esculturas, precisamente por no ser bella, la "Pietá" de Käthe Kollwitz, una madre pobre, proletaria, que acuna a su hijo muerto en el Memorial de la Neue Wache, y aquellos versos del himno de la República Democrática Alemana: "Daß nie eine Mutter mehr Ihren Sohn beweint", "Que nunca más una madre llore a su hijo"....




lunes, 5 de diciembre de 2016

De Ceferino a Marcel...

Lector vicioso, que no ejemplar, tengo mis manías, como todos... una de ellas, los nombres de los personajes...

En efecto, los nombres de los personajes que aparecen en una novela pueden jugar sobre mí un particular efecto negativo; si el nombre me resulta chocante, inadecuado, tiendo a distanciarme, a no entrar plenamente en la trama... un nombre que chirríe resulta para mí absolutamente anafrodisíaco, no sé si me explico, vamos, que no... y puede ser por varios motivos: un nombre de personaje no puede ser premonitorio, no puede ser un "spoiler": si la protagonista lo va a pasar mal, francamente mal, no se debe llamar Angustias ni Dolores; la que más se acerca, la Colometa "Palomita" de "La Plaça del Diamant", que ya desde el principio sabes que acabará prácticamente desplumada... tampoco un futuro marido engañado debe llamarse Cornelio -¿Os imagináis, Monsieur Bovary...?- los nombres y apellidos deben ser realistas, no digo yo que tomados del Listín Telefónico -caso de que aún exista, hace tiempo que no veo ninguno-, pero no deben chocar innecesariamente; llevo años siguiendo fielmente la carrera de un suboficial de la Guardia Civil llamado Bevilacqua, que fuerza a su autor a explicar, en cada novela, la existencia de un padre uruguayo desentendido de su esposa e hijo, con la de tinta que se habría ahorrado llamándolo López, pongo por caso... mi situación de incomodidad llega al colmo cuando algún autor extranjero incorpora algún personaje hispano o español con nombres y apellidos auténticamente ridículos e improbables...

Si vamos a ver, tengo un cierto desencuentro con Cervantes ni más ni menos que por el nombre de Don Quijote... posiblemente no sospechó que la fama de su obra superaría, de lejos, la época en que se conservaba un recuerdo de los nombres de las piezas de las antiguas armaduras, pero... ¿quijote...?; mal empezamos si, a la primera página, nota aclaratoria... podría haberlo llamado "Don Yelmo", que aún mucha gente sabe lo que es, "Don Casco" "Don Peto", "Don Espaldar"... o, más abajo de los quijotes, "Don Espinilleras", nombres todos que, en diversas variedades y materiales high-tech, aún siguen usando deportistas y policías antidisturbios... pero fue a bautizarlo con una de las piezas que antes han pasado al olvido... acertó, eso sí, con Sancho Panza, al que sólo falta añadirle el adjetivo "Cervecera" para considerarlo plenamente vigente y actual.

Si, por el contrario, el nombre resulta correcto, según mis puñeteros estándares, tampoco es que lo considere un mérito especial; lo doy por bueno, pasa sobre mí fluidamente, y ya puedo concentrarme en la trama; de vez en cuando, me sorprende el acierto en la elección de alguno, pero no es lo más habitual...

En eso, como en tantas otras cosas, soy un rendido admirador de Marcel Proust: en "A la búsqueda del tiempo perdido", una obra fluvial, miles de páginas, cientos de personajes... ni un fallo, todos nombres admirablemente elegidos, Guermantes, Saint-Loup, Verdurin, Jupien... en orden descendente de clase social.... Palamède, para un varón tradiccionalista, Albertine, para una muchacha en flor que, posiblemente, escondía como referente real a un muchacho no menos en flor... quizás un pequeño "pero"; Swann, ¿no hubiese sido mejor "Schwan", "Cisne", en Alemán, y supongo que también en Yidish?... pero no vamos a discutir por una "ch" y una "n" de más o de menos, él sabría el por qué...

Y otro de sus grandes aciertos fue el de mantener, durante toda su obra, en el secreto el nombre del narrador y auténtico protagonista... ¿es eso cierto...? según y como...

Me leí de un tirón "A la recherche..." en los siete -me parece- volúmenes de una edición de bolsillo en Francés, prestada por una amiga, Pilar, todavía más francófila -y más francófona- que yo: lo hice, además, durante unas vacaciones en Boltaña -mi Combray y mi Balbec particulares, todo en uno-muchas veces entre baño y baño en la Gorga; Pilar había subrayado profusamente sus ejemplares, costumbre que yo no tengo, seguramente por falta de constancia, y eso me permitió descubrir -porque allí los subrayados alcanzaban ya su paroxismo- el único párrafo donde Marcel Proust baja la guardia, e insinúa indirectamente, en un suponer, por así decirlo, que su Narrador Sin Nombre podría llamarse como el autor del libro, Marcel, es decir, él mismo... no me resisto a citarlo literalmente:

"Albertine decía: "Mi" o "mi querido", seguidos uno y otro de mi nombre de pila, lo que, dando al narrador el mismo nombre que el autor de este libro hubiera sido: "Mi Marcel", "Mi querido Marcel""

Pelín liado, ¿verdad...? Pero así era Don Marcel, no le demos más vueltas, que ya bastantes le daba él...


Viene a cuanto todo esto porque el otro día celebraba yo la reciente concesión del Premio Cervantes a Eduardo Mendoza, al que admiro por muchos y variados motivos, y hacía referencia a uno de sus personajes con los que más sanamente me he reído; el Detective Sin Nombre.

Eduardo Mendoza, a la hora de poner nombres a sus personajes, arriesga, y de qué manera; ya en su primera novela, "La verdad sobre el caso Savolta", hizo auténticos equilibrios; de entrada, elegir un apellido catalán "salat" -encabezado por el el artículo "sa", que substituye al "la", determinado femenino singular, en el habla de las Baleares y, antiguamente, en buena parte de la costa mediterránea catalana- que no es frecuente... y, dos años después de la aparición de la novela, se estrenaría la primera película de John Travolta, que añadiría una peligrosa contaminación... también era arriesgado que un periodista anarquista, por menudo e inquieto que fuera, fuese conocido por el apodo de "pajarito" -que siempre asociaremos a José Luís López Vázquez en la película que se inspiró, bastante libremente, en la novela... volvió a hacer un triple salto mortal al bautizar al ingenuo extraterrestre que aterrizaba en Barcelona para conocer la marcha de los fastos olímpicos -y que, para evitar llamar la atención, adoptaba el aspecto físico de Marta Sánchez- con el nombre de Gurb, ignorando -¿cómo iba a saberlo?- que es un municipio de la Plana de Vic... acertaba de lleno en "La Ciudad de los Prodigios" al llamar a su protagonista Onofre Bouvila, no se me ocurre otro nombre que resuma mejor el origen campesino del Bou -buey- con la Vila -villa- que era su destino final... por no decir en una de sus más felices invenciones, Isabelita Peraplana, con el que he bautizado -secretamente, por supuesto- a todas las señoritas que he conocido de agradable presencia pero escaso desarrollo pectoral...

Su Detective Sin Nombre -frecuentemente escapado de la institución donde, con métodos francamente arcaicos, lo atendían de su tampoco nunca descrita enfermedad mental- no necesitaba ser llamado de ninguna manera porque, cuando lo hacían los demás, usaban epítetos sumamente insultantes, y cuando era él mismo quien se presentaba, se apropiaba del apellido -Sugrañes- del psiquiatra que con tan escaso éxito lo asistía... ni siquiera procedió nunca a tomarle la filiación el Comisario Flores, al que debo uno de los más brillantes términos de la inagotable cantera que encontramos en la obra de Mendoza, y que -ahora es el momento- me acuso de haber tomado prestado en alguna ocasión: ¿sabéis cómo se llama el periodo histórico transcurrido entre el 18 de julio de 1936 y el 20 de noviembre de 1975...?: "Prepostfranquismo".

Pues bien, en su más reciente aparición, en "El secreto de la modelo extraviada", el Detective Sin Nombre deja de serlo; sabemos ya que se llama Ceferino: nombre honesto y modesto, que denota antecedentes rurales y/o uso del Santo del Día, esa sabia tradición que tantos quebraderos de cabeza ahorraba. Recordaremos su nombre, y esperamos su pronta reaparición en la nueva obra que, desde ya, nos debe Eduardo Mendoza a sus leales admiradores.






sábado, 26 de noviembre de 2016

En el día de la muerte de Fidel...

Curiosamente, llevaba días pensando escribir sobre esto, pero la ocasión no puede ser mejor...



Durante mi estancia en Angola, compré en un lujoso supermercado un librito que me pareció interesante: "El León Rojo", de Pedro Arregui, uno de los soldados cubanos que combatió en la cruenta guerra civil angoleña, formando parte del contingente enviado por Fidel Castro para apoyar, en un esfuerzo de solidaridad internacionalista, al MPLA. Además, estaba traducido al Portugués, y siempre que puedo, cuando estoy en otro país cuya lengua me resulta comprensible, me gusta simultanear mi visita con la lectura de un libro en el idioma del lugar, es una forma más de hacer más pleno, interiorizado, el viaje.

"El León Rojo" no es un libro militante ni partidista; el autor, Pedro Arregui, al parecer vive en España, y ya el subtítulo de su novela -"Relato verídico de un militar cubano voluntario forzoso en el teatro de la guerra de Angola"- marca distancias respecto de la operación en que se vio envuelto y, por supuesto, no deja traducir un entusiasmo revolucionario de manual: el libro es interesante y vivo: un reservista cubano es llamado a filas para lo que, de entrada, parecen ser unas maniobras, hasta que les comunican que van a participar en la operación de auxilio al gobierno angoleño, amenazado por las guerrillas que apoyan los Estados Unidos, la Sudáfrica racista y... la China comunista, en su momento de mayor enfrentamiento con la Unión Soviética. En tierras angoleñas vivirá unos meses de guerra que, como ya sabemos desde Stendhal, es una breve sucesión de episodios dramáticos y violentos que apenas llegas a interpretar desde tu nivel de soldado, y que rompen la monotonía de largos días de aburrimiento, sin más actividad que procurarse el mínimo de comodidades; comida aceptable, agua, un sitio donde mínimamente descansar... y donde el camión con el que se va a buscar las provisiones es infinitamente más importante que los blindados o las piezas de artillería, y compañeros apenas conocidos anteayer llegan a ser algo más próximo que padres o hermanos... a propósito, el "León Rojo" no es ninguna fiera -Arregui, como me pasó a mí, no ve ninguna bestia salvaje de cuatro patas en Angola-, sino un lanzacohetes de fabricación soviética, con el que hostigan a las tropas sudafricanas...

¿"Voluntario forzoso..."? Según y como; la unidad de reservistas a la que Arregui pertenece es una batería de artillería, soldados con un adiestramiento especial
, muy necesarios para la operación que se prepara; los concentran sin dar demasiadas explicaciones, interpretan ellos que se trata de unas maniobras... pero los llevan a La Habana, donde Fidel Castro les dirige la palabra, explicándoles el alcance de la expedición y lo que espera de ellos: aún así, muchos alegan motivos para quedarse en Cuba: atención a la familia... ¡tener exámenes pendientes...!. las excusas son aceptadas... los que marchan lo hacen a sabiendas de que participan en una experiencia internacionalista, y de las palabras de Arregui se desprende un buen nivel de interiorización de ese espíritu y, ¿por qué no?, del orgullo de formar parte de un movimiento mundial sobre el que extiende su manto protector la Unión Soviética, que, al parecer, escolta con sus submarinos los buques que van y vienen de Cuba a Angola...

Pero me interesa destacar dos curiosos fenómenos de lo que podríamos llamar "lealtades cruzadas"; la relación entre los Internacionalistas cubanos y los militares angoleños del MPLA es buena... pero mejorable; hay por parte de los angoleños una cierta prevención hacia unos compañeros mejor preparados y equipados... y, además, "blancos" -en el contingente cubano, al parecer, los blancos son mayoría-, culturalmente muy lejanos a ellos. No faltan incidentes en que los combatientes del MPLA quieren dejar claro que esa es "su" guerra, y que los cubanos están tan solo ayudando... sin embargo -o precisamente por eso- los cubanos son muy bien recibidos por los colonos portugueses, con los que la proximidad lingüística y cultural ayuda a establecer lazos... cuando los cubanos se retiran, los portugueses, les dicen, se van a sentir solos y desamparados...

Hay otro episodio sumamente revelador: durante el viaje de ida del convoy cubano, llega la noticia de la muerte de Franco: los responsables políticos se enfrentan a una situación curiosa: por un lado, ha muerto un dictador fascista, campeón del Anticomunismo... pero no pueden olvidar tampoco que la España de Franco era, fuera del campo socialista, el único apoyo internacional a la Cuba castrista y que, pese a algún sonado incidente diplomático, España rompía el bloqueo económico al que la tenía sometida Estados Unidos... a nivel colectivo, aún no se ha digerido en parte de la sociedad española el papel de los Estados Unidos en la guerra de Cuba: muchos independentistas catalanes cantan, a voz en grito, "el meu avi", habanera compuesta por un militar del Ejército Español, donde queda muy claro que, de lo que pasó en Cuba, "Tuvieron la culpa los Americanos"... y, en general, la Revolución Cubana no tuvo en la España franquista la mala prensa que cabía esperar... se sumó también la torpeza de los anticastristas que atacaron un buque español que comerciaba con Cuba... podríamos decir que, hasta fecha tan reciente como la presidencia de Aznar -ese sí plenamente en línea con los más reaccionarios del exilio cubano y de la ultraderecha estadounidense- Fidel ha sido, para la izquierda española, un referente, a veces incómodo, pero ampliamente querido, y para la derecha... un pariente no tan lejano, incómodo también las más de las veces... pero pariente al fin. Puedo dar fe de que, entre los falangistas de mediados de los Sesenta, Fidel era un personaje sumamente popular...

Es un día, por lo tanto, de sentimientos encontrados:  no basta con decir que ha muerto un personaje histórico, eso es evidente; ha muerto también alguien que ha sido importante en nuestras vidas, que ha dejado su huella en nosotros; despertando en algunos un rechazo plenamente justificado por sus desmesuras, que les han servido también para negar la posibilidad de cualquier cambio en el status quo caracterizado por la victoria de las versiones más rapaces y groseras del Capitalismo. el Capitalismo que alardea de tenernos a todos cogidos por el mismísimo coño... para los que aún creemos en la necesidad y la posibilidad de un Mundo distinto, Fidel ha sido uno de los nuestros, indefendible en algunas cosas, plenamente reivindicable en otras, ha puesto a prueba nuestra capacidad de justificar sus errores, dando por bueno que sus aciertos, por así decirlo, ya se daban por descontados, faltaría más... puedo llegar a estar de acuerdo en que quizás los cubanos no han sido los principales beneficiarios de su obra: pero tengo la íntima convicción de que, en un mundo sin Fidel Castro, sin la Revolución que él personificó y protagonizó, los poderosos despiadados lo hubiesen tenido un poco más fácil, y a los humildes, a los Parias de la Tierra, les hubiese faltado esa muchas veces engañosa, pero necesaria, imprescindible, lucecita de esperanza, que bajo ningún concepto hemos de dejar que se apague...








martes, 22 de noviembre de 2016

"¡A la playa, con la toalla..." (2): Golfinhos, langostas y macacos...

Nuestra segunda excursión playera: esta vez, hacia el Sur de Luanda...





Salimos en dirección Sur, salida mucho más sencilla y rápida -dentro de lo que cabe-, porque ya estamos en el Sur de Luanda; pasamos por lugares que empiezan a sernos familiares; Patriota, Benfica... el paisaje urbano es distinto; atravesamos algún gran barrio de chabolas, pero vemos a su lado otro, no menos grande, de casitas recién construidas; no me atrevo ni a decir si serán más confortables que las chabolas, sobre todo en pleno verano (son de hormigón), pero el aspecto es aseado y mucho más de acuerdo con lo que proclaman los carteles propagandísticos, según los cuales el Gobierno se ocupa "de las personas"... falta hace, la verdad... un angolano nos decía: "El Pueblo, sufre...", no me cabe la menor duda... no voy a discutir los adelantos evidentes, hay paz, ha habido progreso económico, las guerras han servido para forjar un espíritu de país donde, seguramente, antes no había más que conciencia de tribu; pero las desigualdades son evidentes, y me apuntan que los movimientos de oposición empiezan a intentar despertar de nuevo esas diferencias tribales: es el discurso de más inmediato rendimiento, bien lo sabemos, pero yo, francamente, no les aconsejaría seguir por ese camino.

También el paisaje físico es distinto; estamos muy cerca del mar, en realidad, de las inmensas lagunas que se forman entre la costa y barras exteriores, "islas" donde, según me dicen, están las residencias lujosas de los más ricos: algunas de dichas lagunas, bastante someras, hierven de aves, veo grandes grupos de flamencos... pronto rodamos ya, por una carretera bastante decente, frente al mar abierto, por un lado, y un paisaje de sabana ya no tan seca, aunque aún dominada por los  imbondeiros, y donde hacen su aparición también altísimos cactus arborescentes. Las casitas que se ven tienen un aspecto más próspero... siguiendo con el símil barcelonés, parece que nos adentramos en el Maresme...



Pocos kilómetros después, el paisaje se hace mucho más desértico, la carretera empieza a ganar altura, y nos detenemos en uno de los parajes más impresionantes; el Miradoiro da Lua, de la Luna: cerca del mar -del océano-, la tierra se ha abierto en innumerables cárcavas, labradas por la erosión, que nos dejan ver estratos sedimentarios de distintos colores, desde el rojo de las capas superiores al blanco de las interiores; una enorme extensión de terreno, en fuerte desnivel hasta la línea de playa... paisaje lunar, bien tiene puesto el nombre... no deja de recordarme los terreros de Sobrarbe, abiertos en las margas azuladas, un terreno que, aquí entre nosotros,  me pone el vello de punta para recorrerlo, donde siempre te sientes en falso, sin referencias firmes... con todo lo que llega a gustarme la roca, los terreros me dan dentera, y me han hecho pasar muy malos ratos... eso sí, pienso en lo que podrían disfrutar aquí mis locos conocidos de las BTT... enriscadas en un lugar increíble, nos contemplan unas cabras, que están allí tan a sus anchas, así cualquiera, 4X4 y con esas pezuñitas...



Abandonamos el Mirador da Lua -hay cintas que previenen del peligro que supone acercarse al borde del abismo, que se está desmoronando por varios sitios-, y la carretera se dirige ahora hacia el río Kwanza; el río más importante de Angola, el que da nombre a su moneda -pobre, no en sus mejores momentos; en dos años ha caído al 50% en su cotización frente al Dólar, y sus billetes, que no son renovados, están ya en las últimas-y que riega buena parte de sus tierras norteñas: lo salva un impresionante puente colgante, de peaje -es decir, recuperemos la palabra original, de pontazgo-, y sus alrededores, por motivos obvios -paso obligado- fueron un lugar muy conflictivo durante la larga guerra civil; nos dicen que, hasta hace muy poco, quedaban por allí los restos de un tanque, y aún acierto a ver, entre la hierba, la ominosa señal -un triángulo rojo con tibias y calavera negras- que indicaba la presencia de minas...



Las minas antipersonas fueron el arma más letal e insidiosa del conflicto; se colocaron decenas de miles de ellas; estaban especialmente diseñadas para saltar y explotar a la altura del bajo vientre, provocando la pérdida de las extremidades inferiores y algunos órganos adyacentes de cierto interés, y muchas de ellas, que se dispersaban mediante bombas de aviación, tenían unas alitas para facilitar su vuelo que las hacía especialmente atractivas para los niños, lo cual hizo crecer la leyenda de que se disfrazaban de juguetes, para afectar especialmente a los más pequeños: tampoco hay que pasarse; la hideputez humana, aunque no lo creamos, aún tiene algunos límites... por el lado bueno, recordemos a la pobre Lady Di, que movilizó la solidaridad universal contra esas armas cabronas, mis conocidos del Rotary, que traían niños angoleños amputados a Barcelona para ser operados, e incluso a los Ingenieros de nuestro Ejército que contribuyeron a desminar y formar desminadores, intentando así subsanar el borrón en nuestro historial que suponía que una parte significativa de ellas hubiesen sido fabricadas en España... me paso el día buscando con la mirada amputados, y se ven bastantes, pero cuando me entero de que la diabetes -que también provoca amputaciones de piernas- es un auténtico azote, ya no sé a qué atribuirlas...

Pocos kilómetros más allá, la carretera vuelve a acercarnos a la costa; el día, nublado al principio, está levantando, hace calorcito, y pronto rodamos por una pista que, entre casitas de pescadores, nos lleva a nuestro destino; la Playa de los Golfinhos.



Una inmensa playa, absolutamente desierta, salvo por una pareja que está tan lejos que ni tan siquiera llegamos a discernir su adscripción étnica: a un extremo y otro, farallones rocosos; a nuestra izquierda, otro pequeño poblado de pescadores, con sus barcas varadas en la arena... aparcamos junto a unos bonitos bungalows, ahora cerrados; a su lado, se está construyendo el hermano pequeño del hotel de El Algarrobico, un reducido mamotreto de cubos de cemento; pero en pleno día laborable, solo trabajan en él dos personas.. a éste ritmo, lo pillará el deshielo de los Polos, crecerá el nivel del mar, y quedará bajo las aguas antes de ser inaugurado... después de todo lo que hemos hecho con nuestras costas, ¿qué fuerza moral tenemos para criticar lo que otros hacen con las suyas...?

Pero no nos ha traído aquí tan solo la belleza de la playa: esperamos encontrar otra cosa... ¡langostas...! Para eso llevamos en la pick-up la "churrasqueira" -la parrilla portátil, tan símbolo nacional angolano como la catana- y parte del carbón vegetal que ayer comprábamos en Pundo Ndongo; los pescadores ya han vuelto del mar con su carga, estarán deseosos de vendérselas a los turistas, nosotros somos los turistas... ¿entonces...?



Bueno... si fuese sencillo, no sería angolano... Ramon me instruye sobre la estrategia a seguir; mientras madre e hija tienden las toallas, nosotros nos quedamos junto a la pick-up, charlando distraidamente, mientras esperamos, mirando de reojo... "pronto vendrán las mujeres de los pescadores..." veo que la langosta se pesca al acecho, por lo menos la segunda vez...

Pronto vemos, a lo lejos, tres señoras que vienen no directamente hacia nosotros, pero sí en nuestra dirección, también hablando amigablemente entre ellas... una lleva un niño a la espalda, alrededor de la segunda revolotean dos más... cuando ya estamos cerca, se cruzan nuestras miradas, nos saludamos displicentemente... "Bom día...!" "Bom día...!"; sabemos que el primero que demuestre interés está jodido... nos falta un pelo para empezar a hablar del tiempo...

Una de ellas, al final, cede... "Pensaba que, a lo mejor, querrían alguna langosta..." " Bueno, si hubiese, quizás...", contesta Ramon, que sabe Latín... " Alguna debe haber..." contesta la señora... ¡Dios, no están negociando en Portugués, están negociando en puro Gallego, por aproximaciones sucesivas e indirectas...! estoy entusiasmado ante el espectáculo...

Pesando la corvina...


De repente, los negociadores acercan posiciones: si, hay langostas; si, nos interesan; ¿cual es el precio?; tanto... ¿tu balanza, o la mía...? ¡la leche, están negociando hasta la balanza...! explica la señora: precio y balanza forman un "pack": nosotros discrepamos: casi inmediatamente, hay un acuerdo; precio de la señora; balanza de Ramón. Entra en el negocio una corvina de más de un kilo; ¡hay trato!... yo espero que lo firmen, o que llamen a un notario... no hace falta; si hay trato, la cosa va a misa... pronto estarán de vuelta con dos sacos; en uno, un auténtico montón de langostas, nos sobrarán para un arroz el día de nuestra despedida: en el otro, la corvina: Ramon saca una balanza electrónica, la señora está de acuerdo con el veredicto y el precio resultante;  aceptan como obsequio unas cervezas y unos refrescos -la que está criando, sin alcohol-, nos despedimos amigablemente... negocio resuelto.

El cielo se ha despejado y el sol cae plano; intentamos montar un sombrajo con dos palos y una tela, pero no es necesario: de la Nada, como si saliese de debajo de la arena, surge un muchacho: nos ofrece un enorme parasol en alquiler, no hace falta ni que lo recojamos luego, ya vendrá el a buscarlo, nosotros no lo veremos, pero él nos estará viendo, vaya si nos estará viendo... aceptamos, encantados; la sombra vale muchísimo más de lo que le pagamos por el alquiler, vale su peso -¿el peso de la sombra...?- en oro...

Nos tendemos bajo la sombrilla, valorando la conveniencia de bañarnos, cuando la pareja con la que, a muchas decenas de metros, compartimos la playa, empieza a llamarnos a grandes gritos, mientras apuntan hacia el mar... "¡Golfinhos, golfinhos...!"

Yo, sinceramente, no me había preocupado en averiguar qué quería decir el nombre de la playa: me sonaba a "Golfillo", y tanto podía ser un golfo pequeñito -ni era un golfo, ni era pequeño-, como los chicos que alquilaban parasoles... pues no; el "golfinho", en Portugués, es el delfín, y allí teníamos delante nuestro a dos o tres de ellos, saltando y jugando entre las olas... después veríamos muchos más, pero siempre apareciendo de golpe, sin darnos oportunidad de fotografiarlos... el delfín es un bicho fundamentalmente simpático; era emocionante verlos allí, libres y -suponemos- felices, siempre los había visto en acuarios, con niños comiendo palomitas y música atronadora en los altavoces, saltando a través de aros... eso sí, estos golfinhos se perdían la chica guapa en neopreno que les daría arenques y caballas, no se puede tener todo... disfrutamos del espectáculo durante un buen rato, y, después, siempre nos sorprendíamos mirando de nuevo hacia el mar, por si volvían... pero no, todo tiene un tiempo en esta Vida, la hora de los golfinhos había pasado...

Entramos en el agua; yo había oído hablar de la corriente de Bengela, y esperaba encontrarla fría; no es así; el Atlántico, allí, empieza a oler a mar tropical, saltamos como niños en sus aguas, esquivando olitas ridículas, que no parece que vengan directamente de O Brasil...



Pero se está acercando la hora de comer, y ahora es cuando sugiero a mis amigos y amigas animalistas que cierren este Blog y se dediquen a actividades más placenteras... en la churrasqueira el carbón vegetal de Pungo Ndongo ya se ha transformado en brasas: la receta de las langostas debe proceder, tirando por lo bajo, del yacimiento de Atapuerca: se coge la langosta, vivita y coleando,  se la coloca sobre una superficie adecuada, se la corta en dos, longitudinalmente, y se pone en la parrilla... algunas mediolangostas intentan huir, las vuelvo a poner en su sitio, diciéndoles... "¿A donde vas, infeliz, que te dejas la otra media...?" recuerdo a Italo Calvino, el Vizconde Demediado... menudo karma nos estamos ganando a pulso, por algún sitio nos castigará Neptuno, por tratar así a sus simpáticas criaturas... sin darme cuenta, empiezo a canturrear... "San Lorenzo en la parrilla..." y, por un momento, espero, alucinado, que nuestras sabrosas víctimas se incorporen y respondan a coro:

"¡Dadme la vuelta, cabrones
que tengo los huevos fríos...!"

Pero es sólo un momento; pronto están coloraditas y... por supuesto, deliciosas: casi sin hablar, todo es un revoloteo de manos que cogen y desgarran, bocas que chupan y mastican, cáscaras que caen... apenas si hay tiempo para darle tientos a la lata de cerveza... hemos saltado cincuenta o sesenta siglos atrás, aún no hemos inventado ni la rueda, ni la ganadería, ni la agricultura... y qué bueno está, solo echo de menos un abrigo rocoso para pintar en sus paredes, con mis dedos pringosos, una langosta...



Volvemos al mar, a lavarnos en sus aguas... espero, en cualquier momento, un tridentazo en todo el culo... pero libro bien, va llegando la hora de volver a Luanda antes de que nos pille el "engarrafamento" vespertino...

Volviendo, pasamos de nuevo por la carretera que da acceso a la Reserva de Kissama; Ramon e Irene, no lo olvidemos, están en Angola trabajando, y han tenido que tomarse días de vacaciones para podernos enseñar tantas cosas hermosas; para ello han tenido que descartar alguna, y, en este caso le ha  tocado a Kissana; han pensado, con buen criterio, que, después de haber estado en Masai Mara, la reserva de Kissana nos sabría a poco; treinta años de guerra acabaron prácticamente con la fauna salvaje de Angola; para intentar recuperarla, abrieron esta enorme reserva y, en una operación sin precedentes -llamada, ya veréis por qué, "Arca de Noé"- trasladaron en enormes aviones exsoviéticos, desde la vecina Sudáfrica, cientos de mamíferos, pero exclusivamente herbívoros; hay algún elefante, jirafas, antílopes, cebras, gacelas... pero no trajeron depredadores... si fue una estrategia para conseguir un rápido crecimiento de las poblaciones, no me parece adecuada; darwiniano como soy, sospecho que se habrá llenado la Reserva de ñúes bobos y gacelas patosas, que no hubiesen pasado del primer día delante de un cheeta medianamente competente... ahora, si fue un problema presupuestario, entonces me callo; fui funcionario y ya sé cómo van esas cosas... les pido a Ramon e Irene que me lleven a Kissama "cuando hayan puesto los leones", y en eso quedamos...

Hora es ya de hablar de la Palanca Negra Gigante, un bellísimo antílope, grandote como un caballo y con unos hermosos cuernos de sable:  un endemismo angoleño, omnipresente; en el logo de las Líneas Aéreas, en cientos de reproducciones a tamaño natural, en plástico de colores, como en Europa encontramos vacas -menos en San Petersburgo, que tienen osos...-, "Palanquinha" enseña matemáticas a los niños en las cartillas escolares... está en todos sitios, menos donde debería estar; durante años se creyó que la Palanca Negra Gigante -llamémosla PNG- había sido otra víctima de la guerra, y se había extinguido... afortunadamente, no hace muchos años, un forestal encontró un pequeño grupo de supervivientes, en una remota selva al Este de Malanje; rápidamente la zona fue declarada Reserva Natural, y el descubridor recibió el título honorífico de "Pastor das PNG"... observareis por los detalles que, para tratarse de un país donde, en principio, no faltan otras prioridades, demuestran una encomiable eficacia en la protección de la Naturaleza...

La PNG que hemos visto más de cerca...


Pero... lo que no había conseguido ni la guerra ni la caza abusiva, está a punto de lograrlo... la lujuria: Palancas y Palancos han adquirido la peregrina costumbre de copular como posesos con unos primos lejanos, los Antílopes Ruanos. Y que no me digan que se confunden, porque ellos son negros como teléfonos de los de antes, y los ruanos, marroncitos... quizás de noche... en todo caso, los híbridos resultantes de esas mésalliances son estériles, como nuestros mulos y mulas, y la preciada dotación genética de los PNG se va perdiendo en fuegos de artificio... y que conste que no soy enemigo de echarle fantasía y variedad a la cosa, pero siempre después de haber cumplido con los sagrados deberes reproductores de la Especie, a ver si acabarán teniendo razón los curas...

Nos acercamos de nuevo al puente sobre el Kwanza; atraviesa la carretera un bello bosque tropical y, según reducimos la velocidad para pasar el peaje, empiezan a aparecer, a un lado y otro de la carretera, varios macacos: la gente les toca la bocina, y les arroja bananas y mendrugos de pan; los macacos, cumplen con su obligación, hacen sus monerías, extienden la mano pidiendo más... relación distendida, correcta, con nuestros lejanos primos, lejos de las amenazas que veíamos ayer, aquí nadie piensa en asar macacos... un ambiente de armonía y paz universal, entre especies tan próximas -sin llegar a las confianzas de los PNG con los Ruanos- que nos alegran la tarde, según vamos acercándonos a los arrabales de Luanda, donde los candongueiros están empezando ya a descargar legiones de hombres y mujeres que vuelven del trabajo, mientras, rápida como siempre, cae la tarde tropical...













sábado, 19 de noviembre de 2016

¡A la playa, con la toalla... ! (1)

Estamos a mediados de Octubre, la primavera austral va ya muy avanzada, y en Luanda hace calor, bastante calor... es tiempo, pues, de ir a la playa...





Para orientarse en Luanda, sirve representársela como una especie de Barcelona grandota, sin Collserola, eso si, donde el Llobregat está más o menos donde debe estar, y el Besós, un enorme y bello Besós, está a unos sesenta kilómetros. Tiene hasta su B-30, que es la autopista que rodea la provincia, e incluso unas descomunales Terrassa y Sabadell... pero los puntos cardinales están cambiados: si miras al Océano, a mano derecha te queda el Norte, y a mano izquierda el Sur.

Nuestra primera excursión a la playa nos lleva hacia el Norte; tenemos que enfilar la hermosa Marginal, la autovía urbana que discurre por la costa de la bahía, constelada de edificios de "Moderno Tropical", hasta el imponente y francamente bello edificio del Puerto: a partir de allí, la cosa se complica, porque hay que atravesar la zona donde cargan los camiones que distribuyen el combustible por toda Angola -poco atractiva, la verdad- y, después, subir las cuestas de Boa Vista.



Boa Vista es, siguiendo con el símil barcelonés, el Montjuic de Luanda: "Buena Vista" se llama, y sin duda las tiene, sobre la Ciudad, la Bahía y la Isla de Luanda, pero es también el asentamiento de inmensos museques, barriadas de chabolas, pobladísimas... La guía que vamos siguiendo,  de Alhena Media, y no conozco otra, ofrece detalles "gore": "Los habitantes de los museques superiores tiran la basura sobre los situados en un plano inferior y, cuando llueve, no son infrecuentes auténticos aludes de basura, que sepultan las chabolas que encuentran en su recorrido..." La carretera, además, era un desastre, pero Irene y Ramon se ven gratamente sorprendidos porque, desde la última vez que la recorrieron, la han arreglado, y la verdad es que está en un estado bastante decente.






Salimos de la ciudad y la provincia de Luanda, y atravesamos otra populosísima ciudad, Kifandongo, dominada por un imponente depósito de agua, señal de la proximidad del rio Bengo, que da nombre a la provincia y del que se abastece Luanda... el tráfico, incluso siendo un Domingo, es intenso, con grandes cantidades de "candongueiros" cargando y descargando pasajeros... en el parking de un enorme centro comercial hemos quedado con tres amigos de nuestros hijos, "expats" como ellos; una pareja de españoles, muy jóvenes, y un no menos joven portugués; nos acompañarán durante la jornada.

Sin apenas darnos cuenta, cruzamos el puente sobre el río Bengo, famoso en la historia reciente de Angola porque en él las fuerzas del Gobierno y las unidades especiales cubanas consiguieron parar a la columna del FLNA que, mandada por Holden Roberto, yerno de Mobutu, el increíble y sangriento dictador congoleño -gran amigo de las potencias occidentales, por cierto-, bien a punto estuvo de entrar en Luanda; quiere la leyenda -los rojos también tenemos nuestras leyendas, faltaría más...- que los internacionalistas cubanos bajaban en el aeropuerto de Luanda de sus aviones disparando sus AK sobre las avanzadillas enemigas; quizás se exagera, pero la cosa fue de un pelo... no puedo dejar de dedicar un recuerdo a aquellos cubanos, tan lejos de su país, y compararlos con las Brigadas Internacionales que, en noviembre de 1936, salvaron no menos "in extremis" Madrid... "Wir, im fernen Vaterland geboren..." los cubanos contrarevolucionarios decían: "Cuba es el país más grande del Mundo, chico... tiene el gobierno en Moscú, el Ejército en Angola, y la población en Miami..."

Muy pronto nos desviamos de la carretera principal y tomamos la ruta hacia la playa; una pista sin asfaltar, que pasa por dentro de poblaciones de casas de adobes... en un momento determinado, la pista pasa, literalmente por encima de un inmenso montón de basura... la basura, el "lixo", omnipresente en el paisaje suburbano de Luanda... en una de esas poblaciones, un gran grupo de gente endomingada asiste, junto al templo, a un culto en una iglesia protestante, cuya denominación no consigo ver, y os aseguro de que son francamente imaginativas...



Como buen ateo católico, tengo serias prevenciones hacia la competencia; tiendo a identificar las congregaciones protestantes con la larga mano negra del conservadurismo yanki, que las financia con propósitos perfectamente imaginable; no hay más que ver el papel que han jugado en los movimientos contrarevolucionarios -cuando no directamente fascistas- en Latinoamérica; Nicaragua, Guatemala, Brasil en estos momentos... y la verdad es que en Angola, sobre todo en Luanda y alrededores, es frecuentísimo ver iglesias protestantes, que van desde la humildad más elemental al lujo de mármoles, cristales ahumados y metales cromados que ya me diréis de donde lo han sacado... pero, como en tantas cosas en Angola, me faltan elementos para interpretar la realidad; de entrada, Agostinho Neto era hijo de un pastor Metodista, y el amabilísimo guía que nos ha proporcionado Ramon, y que se emociona profundamente cuando visitamos el mausoleo del líder revolucionario, es también un ferviente protestante; por otro lado, yendo en el coche con él, va escuchando una emisora de radio de la Oposición -hay en Angola una apreciable Libertad de Expresión- donde un caballero se desgañita acusando al Gobierno de estar propiciando, con su tolerancia, la extensión por el país de... ¡sectas satánicas...! soltamos al alimón la carcajada, nuestro guía y yo.. "Exagera un poco, ¿no...?", le ¡digo... "¡Un poco!", afirma... luego resulta que el iracundo caballero es ni más ni menos que el Presidente de la Conferencia Episcopal... en este tema, como en tantas cosas en Angola, suspendo mi juicio hasta más información...




La pista serpentea ahora entre terrenos que deben estar inundados buena parte del año: en las zonas más bajas, quedan grandes lagunas, donde veo muchas aves... pocos kilómetros más allá, pasado un nuevo poblado, de pescadores en este caso, llegamos a la playa, y se nos ofrece un panorama insospechado.



Frente a nosotros, anclados a poca distancia de la costa, o varados en la misma rompiente, dos decenas de buques se descomponen ante el ataque conjunto del salitre marino y la fuerza del oleaje... he visto documentales de algo similar en las costas de la India, donde un ejército de peones, sopletes y radiales en mano, los desguazan, pero aquí se funden lentamente con la Naturaleza. ¿Qué les ha traído aquí...? la explicación buena, como siempre, es la más sencilla... se averiaron, dejaron de ser útiles, se les remolcó hasta aquí, y fueron abandonados. Punto.




Pasamos con respeto ante esos gigantescos cadáveres: a través del casco de alguno de ellos, roto por las olas, bullen las aguas del mar... voy leyendo sus nombres y, de repente, un mazazo... ¡Lepanto! No puede haber un nombre más glorioso para la Marina española; de pequeño y devoto, he visitado muchas veces la capilla del Cristo de Lepanto en la Catedral de Barcelona, he saludado al Marqués de Santa Cruz en su palacio de El Viso, me he cuadrado a hurtadillas -para que no se me note lo loco que estoy- ante la estatua de Don Juan de Austria en una bonita plaza de Regensburg, su Ratisbona natal... y Cervantes, nuestro Cervantes... cierto es, también, que he sido invitado al Buque Escuela de la Armada turca, el Uluç Alí Pashá, en honor del cristiano renegado, gran almirante otomano, y agasajado por unos simpáticos marinos que quizás están hoy en la cárcel por conspirar contra Erdogán... con lo que he llegado a rajar de la OTAN, y luego me ha servido hasta para hacer amigos... pero duele ver, ahí, hecho polvo, a todo un "Lepanto"... podrían haberle borrado el nombre antes de haberlo abandonado como a un perro en una gasolinera, él no lo haría...





No estamos solos en la playa: a la vez que nosotros y pisándonos los talones han llegado tres jóvenes en una moto; no nos vienen a pedir nada -me han pedido menos veces en doce días en Angola que en mi primera hora en Marrakech: me recuerdan lo que Labordeta cantaba de los aragoneses: "Somos gentes que no piden/y que tampoco les dan..."- son, simplemente, jóvenes que vienen a divertirse un rato, haciendo el ganso entre los buques... se mantienen cerca de nosotros porque, exhibicionistas como todos los jóvenes -y algunos viejos- quieren espectadores para sus hazañas; ejecutan pasos de "capoeira", cabriolas que me costarían varias semanas ingresado, escalan por las estructuras de los buques, contemplados, indiferentes, por los cormoranes posados en sus mástiles... nos miran de reojo, se saben admirados y fotografiados, y se lo pasan francamente bien...









Viene también por la playa una curiosa pareja; ella, joven y bellísima, con unos pantalones rojos que parecen pintados sobre su piel negra y -supongo- tersa y elástica. A propósito; los negros, en Angola, son orgullosamente "negros", nada de "morenos" o "de color". "Preto", el adjetivo portugués para "negro", se aplica sólo a animales y cosas, y sería insultante llamar así a una persona. El caballero que la lleva de la mano debe tener cerca de cincuenta años, bastante calvo,  y con una barriga cervezera donde se deben fundir las "Sagres" portuguesas y las "Cucas" angolanas... viste camiseta de tirantes, pantalones piratas, y chanclas con calcetines... Angola no es país de turismo sexual: con el tiempo que cuesta obtener el visado, se te habrían pasado las ganas: es, simplemente, país de muchos hombres blancos solos y ganando un buen sueldo, bellas señoras, noches largas... optimista antropológico como soy, quiero creer que es una situación "Win-win"; que los dos, personas adultas, saben lo que obtienen a cambio de lo que ponen sobre la mesa -o, en éste caso, sobre la cama-, aunque, con lo que llevo visto sobre la Naturaleza humana, tampoco descarto que entre ellos haya algo más, afecto, amor... en esto también suspendo mi juicio... podéis verla en la lejanía, en la foto de los pescadores que recogen su red... ella avanza con ágiles pasos de gacela, ni siquiera debe dejar marcas en la arena... él, patoso, mira a izquierda y derecha, como diciendo: "¿Pero os habéis dado cuenta del peazo pibón que llevo al lado...?" Sólo parece añorar que, en aquel preciso instante, no lo estén viendo sus amigos del bar (¿"Murilho"?) de su pueblo... poco después, él sigue apatrullando la playa: ella se sienta junto a unos paisanos, al pie de unos bonitos bungalows, a comer pipas: en su honor  canturreo "Malaika", una bonita canción en Swahili, que viene en el CD que te venden en Kenia en las gasolineras...



Llega la hora de comer; el día está nublado y, junto al mar, casi fresco; nadie se plantea bañarse: volveremos a la carretera de Luanda, y pararemos en un restaurante de camioneros, donde, como en todos ellos, se come bien: "El Panzas" lo regentan, al alimón, un cocinero portugués y su compañera cubana. La cocina es portuguesa, es decir, reconocible y próxima. Hay pulpo al horno, nunca lo he comido así... "pulpo", en Portugués, es "polvo", y me veo pidiendo casi a gritos, "¡Pra mim, un polvo...!"... en las puertas de la Ancianidad, y aún me hacen gracia los chistes de Jaimito, no tengo remedio...














viernes, 11 de noviembre de 2016

De piedras negras, macacos, imbondeiros...

Volvemos desde Cacuso a Luanda: pero aún nos quedan muchas cosas por ver...









Por la mañana hace frío en Cacuso; se nota porque las señoras se envuelven en telas a cual más colorida cuando salen, bien temprano, a sus labores; una de ellas lleva a su hijo envuelto en una tela propaganda del MPLA, ahí hay una idea para la Assemblea Nacional de Catalunya... también los niños van al "cole"; alucinamos con las decenas de moñitos de las niñas, adornados con lacitos de colores; están muy graciosas y, supongo, ahorran el peinado matutino; deben durar semanas... Blanca está haciendo fotos por la ventana del restaurante, y las niñas posan felices, haciendo los gestos universales -dedos en "v"- que tantas veces vimos en Japón... Cacuso, que pronto dejamos atrás, sigue siendo una pequeña ciudad de buen rollito.



Circulamos por una buena carretera hacia las Pedras Negras de Pungo Ndongo, Andongo en otros sitios; es otra de las bellezas naturales de Angola: según la guía, "Entre sus monolitos pétreos, no falta uno en forma de pene circuncidado"... ¿cómo iba a faltar...? no conozco formación rocosa alguna en que no haya un monolito en forma de pito; lo de la circuncisión, aquí, como en casi toda África, es punto menos que obligatoria.... al fondo de la carretera se adivinan ya curiosas formaciones rocosas, que dejaremos a la izquierda. Una vez más, la carretera está llena de cientos de personas andando por los arcenes; predominan las mujeres con pesadas cargas en sus cabezas.



De golpe me doy cuenta de algo que me viene llamando la atención desde ayer; no veo ni un sólo animal de carga... hay cabras,, ovejas, cerdos, gallinas... pero ni un burro, por no hablar de un mulo o un caballo; en Kenia había burritos, e incluso dromedarios en las zonas del norte; en Marruecos, ya no digamos; en la Medina de Marrakech los embotellamientos eran de burros... en esta tierra, donde hay hierba por todas partes, los burros se alimentarían a coste cero: ¿cómo no se les ocurrió a los portugueses importarlos...? aquí todo se transporta en la cabeza de las mujeres, o, como mucho, en las motos chinas, donde siempre viajan dos o tres pasajeros... ¿para cuando un "Burros sin fronteras" que lleve a estas tierras gráciles borriquillos andaluces, biznietos de Platero, o recios guarons catalans, de blancas ojeras...? Hoy, como veis, estoy creativo y propositivo.









Podríamos decir que esta carretera lleva las contradicciones de Angola a su punto extremo; por un lado, vemos extensas plantaciones de caña de azúcar y, muy pronto, una enorme y moderna planta industrial que la transforma en biocombustible, creo que de capital brasileño... pero, al mismo tiempo, las aldeas que atravesamos son, con mucho, las más primitivas que veremos en el viaje; ya casi han desaparecido la uralita y los bloques de cemento, y las chozas son de adobe y madera, rematadas por tejados de paja, en el más puro estilo "Tintín en el Congo". En algunos poblados -como también vimos hacer en Kenia- revisten la paja con un feísimo toldo de plástico, que, en aras a atraer el Turismo, deberían prohibir, aunque a la gente que no tiene más narices que vivir allí les debe ir muy bien en días de lluvia... por todas partes venden enormes sacos de carbón vegetal; paramos a comprar uno para las barbacoas en Luanda; pesa como un muerto, pero los vendedores no tienen el menor problema para cargarlo en la caja de la "carrinha".






Llegamos al impresionante macizo de Pungo Ndongo: las "Pedras" no llegan a "Negras", pero sí son de un gris bastante oscuro; son -creo, ya me lo conformará Ánchel, mi geólogo de cabecera- conglomerados de cantos redondeados, es decir, pudingas: me recuerdan muchas formaciones parecidas que he visto; Mallos de Riglos, Salto de Roldán, Serra de l'Obac...  en atención a la procedencia étnica de mis acompañantes, lanzo la comparación tan esperada: "Semblen les muntanyes de Montserrat...!". El conjunto es impresionante... la carretera entra en un inmenso hemiciclo, donde se alzan las escasísimas casas de Pungo Ndongo -¡Cuidado! he dicho casas, y lo son; casitas arregladas, con su tejadito de teja, nada de chozas..- y. desde allí, una pista nos permite llegar al punto más extremo accesible en coche.








Estamos en el interior de un profundo valle; desde allí, unas escaleras casi en ruinas, reliquia también de la colonización, permiten ascender, en pocos minutos, a la loma de una de las formaciones; tenemos a nuestros pies el caserío y los verdes campos que lo rodean, las formas redondeadas de las paredes rocosas, un águila -a saber cual, no tengo ni prismáticos ni guía...- nos sobrevuela describiendo círculos; hacia el sur, en la lejanía, se ve una gran masa de agua, seguramente un embalse en el río Kwanza...  nos invade la euforia del que ha coronado una cima, por modesta que sea, y ese sentimiento de pérdida cuando te das cuenta de que tienes que volver a bajar al llano.

Cuando cruzamos Pungo Ndongo, sale de una de las casitas un ciudadano en camiseta imperio -Imperio Portugués, supongo...- que, con aspavientos, nos pide que paremos; nos informa de que debemos abonar un peaje, que el "Soba" -el jefe tradicional local- le ha encargado de pedírselo a todos los coches que se dirigen hacia el interior, pero que lo habíamos pillado despistado, dentro de la casa... la cantidad no merece entrar en discusiones, pagamos y el buen hombre, entonces, nos pide una "boleia", es decir ,que lo bajemos hasta el siguiente pueblo... no problema, a la caja de la "carrinha", con el saco de carbón, y adelante.





Pero aún pararemos una vez más, en una extensa explanada, donde un templete protege una de las curiosidades locales; una forma en la roca que puede recordar una pisada humana; ni más ni menos que la de la Rainha Ginga; hija del Rey Ngola -de cuyo nombre procede el del país-, mujer cultivada y valiente, buena conocedora de las costumbres de los portugueses; se convirtió al Cristianismo, tomando el nombre de Ana de Sousa, pero se rebeló contra los colonizadores, combatiendo contra ellos con diversos grados de éxito, llegando a firmar un tratado de paz, que le permitió, vuelta al seno de la Fé Verdadera, morir de muerte natural a la increíble edad de ochenta años... sus leales soldados no tuvieron tanta suerte; fueron vendidos como esclavos en Brasil... Rainha Ginga es considerada una "protonacionalista", es decir, una precursora de los nacionalistas que lograron la independencia de su país bastantes años después.

Volvemos rápidamente hacia Cacuso, y seguimos en dirección Luanda: hemos de llegar a N'Daletando, donde nos espera una de sus curiosidades, un espectacular Jardín Botánico... paramos de nuevo en una gasolinera, moderna y arreglada, como todas, donde rápidamente nos rodea un rebaño de cabras... observo que la puerta del lavabo ha sido reparada por alguien aún más zaborrero que yo; es una alegría saber que, en  algún punto de Cuanza Norte, tengo un alma gemela...









Nos apartamos de la ruta principal, y descubrimos otro N'Daletando: una hermosa iglesia con bellísimos azulejos portugueses, casitas de muy buen aspecto, con jardines... la carretera baja al valle de un riachuelo, dominado por un enorme edificio colonial muy bien conservado -a Ramón le comentaron que era "la casa de Salazar", dudo muy mucho de que el momio se atreviese a realizar un incómodo safari hasta los confines de su Imperio; era, como Franco, de poco viajar...- y entramos en el Jardín Botánico.











Bosque Botánico, diría yo... inmensos árboles, de especies que desconocemos, auténticos bosquecillos de bambúes del grosor de mi pierna, un riachuelo que corre entre las raíces monstruosas de los árboles, algún macaco que escapa tronco arriba -y algún cazador que, escopeta en mano, quiere incorporarlo a su dieta-, lagartos, mariposas del tamaño de pájaros medianos...


Así de contento estaba yo, antes de que me mordiese la Mamba Negra...


Irene quiere comprar un esqueje de una flor bellísima, la Rosa de Porcelana, de la que, por desgracia, no hay ningún ejemplar abierto: se la venden los cuidadores del jardín, con consejos para plantarla: espero que, cuando se abra, nos envíe una foto en nuestros casi diarios contactos por wasap... pero antes me ha sucedido un pequeño accidente, casi me da vergüenza contarlo... intentando fotografiar una mariposa, he salido del camino, adentrándome entre las altas hierbas, y, al momento, he sentido un doloroso pinchazo en el borde del pie, a través de las zapatillas de montaña... lo más normal es que fuese una zarza, me habré clavado miles de espinas de barza en mi vida pero... estamos en tierra de serpientes, muchas de ellas venenosas, algunas bastante, o muy, o extremadamente venenosas... vamos, que te mueres, macho... me descalzo y compruebo que la zona afectada está muy enrojecida... no puedo dejar de pensar, por un momento, "¿Mira que si ha sido... ?" Blanca lleva encima una porquería de efectos milagrosos para los pinchazos, que huele a rayos: me la pongo, y el dolor, poco a poco, va desapareciendo, y mi tranquilidad, retornando...




Llegamos al restaurante de N'Daletando; después de sobrevivir a la Mamba Negra, decido tirarme al río, y me compongo en el buffet libre el plato más etnográfico que puedo: feijoada, frango -pollo-, una costilla de porco, funghe -algo así como polenta de mandioca-, más mandioca, banana frita... el pollo está rico, la costilla, como suelen hacerla en tantos sitios, calcinada; la mandioca, correcta; la banana, sabrosa pero algo dura; la feijoada -de largo, mi favorita- muy buena,  y el funghe, de textura agradable, pero tirando a soso; suelen tomarlo, ¡¡horror!! con salsa de tomate; lo arreglo añadiéndole una salsa picante capaz de levantar a un muerto... creí que me gustaba mucho el picante, pero me quito la boina ante Ramon, capaz de tomarlo en cantidades increíbles, no le llego ni a la suela del zapato...

Estamos ya acabando la comida con un helado, cuando entra en el restaurante una comitiva de caballeros encorbatados y señoras elegantes; tienen la sonrisa confiada y el gesto distendido que conozco bien; el de los que van a comer, opíparamente, con cargo al Capítulo Segundo de los "Orzamentos", del Presupuesto Público... alguien comenta que son el Gobierno Provincial... ¡cuantas veces he formado parte de esas alegres comitivas...! con gusto me sumaría a mis colegas, a punto estoy de proponérselo a la pizpireta Jefa de Protocolo que los pastorea con una lista en la mano, para evitar que se cuele algún gorrón... incluso les daría, gratis, una conferencia: "E agora, o Doutor Revilha -aquí siempre ganas un grado académico más- falara-nos dos convenios de cooperaçao entre os Entes Públicos..." añoranzas del pasado...

Reemprendemos la vuelta hacia Luanda, sorteando buracos en la carretera: vamos buscando con la vista los macacos muertos que veíamos vender a la ida, y paramos ante un ciudadano que tiene uno vivo, atado a un palo... "¿Está ya listo para comer...?", pregunta Ramon... "No, éste es para criarlo.."... miro al bicho; está triste, resignado, y, cuando oye la mención a la comida -será casualidad, supongo-, su expresión es de auténtico horror, absolutamente humano... su mirada me impresiona, os juro que, en aquel momento, me afiliaría al PACMA, qué choque para mi conciencia de carnívoro.

La viva imagen de la resignación...


"¿Comer...? ¿Se me van a comer, estos c...nes...?"


La tarde va cayendo, y aquí, cuando cae, cae de golpe: el sol poniente, jugando entre las nubes, y silueteando los imbondeiros que rodean la ruta, nos va a ofrecer una de las imágenes más inolvidables de este inolvidable viaje, esas que nos acompañarán por el resto de nuestros días, ese imborrable recuerdo de África, dentro de nuestro corazón ya para siempre...