miércoles, 29 de junio de 2016

San Pedro y San Pablo

Hablábamos anteayer de Moriello de Sampietro... hoy, de Sampietro y Sampablo.... os preguntaréis qué obsesión me ha entrado con el Santoral, pero es que, hoy, me lo han puesto a huevo...





Hoy celebra la Santa Madre Iglesia la festividad de San Pedro y San Pablo:  cuando pongáis la cruz en la casilla de la Declaración de Renta, recordad que poco habría durado el invento sin la aportación de estos dos gigantes: sin quitarle méritos a Jesucristo -sólo me faltaría, a estas horas, recibir un rayo, por blasfemo-, la Iglesia Católica en particular, y el Cristianismo en general, son fruto del esfuerzo de Simón, llamado "Piedra", Kefas", el tozudo pescador de Tiberiades, y de Saulo de Tarso..., el judío culto y pijo, ciudadano romano helenizado, convertido a la Fé Verdadera a última hora...  todo el que ande por el mundo de la emprendeduría y las start ups, ahora tan de moda, sabrá que buenas ideas las tienen muchos, pero que el éxito empresarial requiere de la capacidad organizativa y el empuje, que, en éste caso, aportaban Pedro -el tradicionalista- y Pablo -el transgresor-, padres al alimón de aquella locura que fue el primer Cristianismo, al que se apuntaban emigrantes, pobres, esclavos, mujeres y militares sin graduación, y en cuyas filas no me hubiese importado figurar, aunque solo fuese por meter la mano debajo de las togas purpúreas y tocarle bien tocadas las narices al corrupto establishment romano... felicidades, pues a todos los Pedros, los Pablos -empezando por mi nieto, por supuesto-, las Petras y las Paulas... y, ahora que definitivamente ha entrado en su ocaso el Sol de nuestra efímera gloria futbolera, un cariñoso recuerdo al Pulpo Paul.

Me hubiese gustado poder felicitar hoy, y desear los mayores éxitos, al Presidente y el Vicepresidente de un futuro gobierno de regeneración moral y democrática de mi país: el orden, la verdad -ya sé que a ellos no- me importaba un pito, porque el uno sin el otro poco podrían hacer... pero mis conciudadanos no han estado por el tema... en mi ya lejana juventud era relativamente conocido un trío musical de folk, Peter, Paul and Mary; me encantaban sus canciones... pues bien, ni Peter ni Paul; se ha llevado el gato al agua Mary... ano. A Pablo, como a su antecesor, le han cortado la cabeza; Pedro sigue teniendo las llaves en su mano, pero todos sabemos a quién se las va a dar, y, si no, al tiempo... la Voz de Dios ya ha tronado desde El País, y dudo mucho que se atreva a desafiar sus iras, buen chico como es...

La Fortaleza de Pedro y Pablo, sobre las frías y limpias aguas del Neva, domina la vecina ciudad de los tres nombres: San Petersburgo, Petrogrado, Leningrado, otra vez San Petersburgo... la aguja dorada que la corona rivaliza con su vecina del Almirantazgo. La Petropavloskaya es hoy un pacífico parque de recreo, donde vi a un orgulloso padre enseñar a su hijo de diez o doce años a manejar un cañón... ese especial cariño de los rusos hacia la Artilleria, "Vojna Bog", "Dios de la Guerra", la llaman... Hay hasta un pequeño restaurante de aire bastante soviético -es decir, frugal, cutrecillo y tirando a honrado- donde, por cuatro cuartos, comí un Borsch muy rico y una lengua guisada sensacional.

Pero no siempre fue un lugar tan inocente; cuando las Fuerzas del Orden reprimieron la Revolución de Diciembre de 1825, un primer intento de jóvenes militares -procedentes de la aristocracia- de limitar la autocracia zarista, cinco de los sublevados fueron condenados a muerte: pusieron la soga al cuello del poeta Kondrati Ryleyev, se abrió la trampilla bajo sus pies, la cuerda se rompió, y se pegó una enorme culada en el foso... se levantó, sacudió el polvo de su uniforme, y masculló con desprecio a sus verdugos... "¡No sabéis ni ahorcar...!" ¡Gloria a ti, poeta inconformista, y a todos los que se han dado alguna culada en su vida, y las que se darán... !


PS: en la primera versión, Ryleyev participaba y moría en la Revolución de 1905; para esas fechas, habría ya muerto igualmente, pero de viejo: la Desembskaia ocurrió realmente en 1825; gracias a mi sabio amigo Joan Auladell por descubrir mi metedura de pata...




lunes, 27 de junio de 2016

Moriello de Sampietro

Prometí ayer que hablaría hoy sobre Moriello... lo hago con muchísimo, gusto, es uno de esos días en que te gusta volver a los temas que están cerca de tu corazón... 




Llevo ya tiempo exigiendo que se nos conceda a los sobrarbenses el Don de la Ubicuidad, imprescindible para poder estar, al mismo tiempo, en los múltiples acontecimientos simultáneos que se suceden, poniendo a prueba nuestro sistema de prioridades... el sábado por la noche, tenía tres opciones, las tres muy interesantes, las tres cerca de casa... el Asno de Buridán murió de hambre entre dos montones de paja equidistantes, por no decidirse a cual acudir; justamente eso me pasó a mí, a la cama de cabeza...

El sábado por la mañana el cuerpo me pedía sumarme a una fiesta muy especial; tuve que renunciar por una visita de unas amigas de Blanca y, después, resultó también una opción muy agradable: pero hubiese querido, yo también, subir a Moriello de Sampietro.

Moriello es una de las innumerables aldeas de Boltaña: no es que sean innumerables, de hecho, si me pongo en ello, las enumero; pero son muchas; sesenta y siete años tengo, y creo que aún me falta alguna por conocer. Pero Moriello tiene algo especial; por lejana, por inaccesible, por bellísima...

Subí por primera vez ya algo mayor, en un Land Rover, dando tumbos por una pista infernal: acompañaba a los técnicos que iban a instalar un aerogenerador; no me asombró ver la aldea porque, de hecho, ya la había visto muchas veces, desde el altiplano donde se asientan Bió y Buerba, pero estar allí aportaba algo nuevo, la sensación de pisar aquella cresta a cuchillo, junto al vertiginoso abismo en cuyo fondo corre el Yesa, y pensar en las generaciones y generaciones que habían vivido allí, que habían visto el Mundo desde aquellas alturas... por supuesto, como todos nuestros pueblos, habían tenido mucho más movimiento del que cabía esperar; la gente se casaba con hombres o mujeres de otros pueblos, salían a trabajar fuera, especialmente a Francia... corría la leyenda de uno de esos emigrantes invernales que, a la vuelta, se trajo una bicicleta, que sólo le servía, entre aquellas montañas, para dar vueltas por la era de su casa... un poco más de confianza en sí mismo, y hubiese inventado la BTT cien años antes...

Sin embargo, y aún sabiendo todo eso, Moriello te ofrecía la impresión de algo primitivo, originario, del lugar en el que habían vivido nuestros antepasados, y donde el tiempo se había detenido, aunque una hermosa casa, de arcos abiertos al Sur, de un modelo muy similar a varias otras casas buenas de Sobrarbe, te indicaba que eso no era así... pero completaba el panorama un señor que salió a recibirnos, con una pata de palo seguramente hecha por él mismo... nos invitó a entrar en su casa; dormía en una alcoba cubierta con pieles de cabra, no vi nada parecido hasta que entré en una cabaña Masai, os lo puedo asegurar... nos invitó a un jamón de jabalí que, aún en el viaje de vuelta, roíamos en el todoterreno...

Moriello estaba lejos, muy lejos; ya no funcionaba el tren de mercancías que la unía, en su tiempo, con San Fertús y Gallisué, ni pude encontrar rastro de la estación y las vías, hasta que llegué a sospechar que su existencia era una invención poética de algún letrista de coplas... solo tenía aquella pista de piso abarrancado, Cañón del Colorado en pequeñito, que se empinaba en Liaso, serpenteaba entre carrascas y queixigos monte arriba, ganando altura a espaldas del Castillo de Boltaña, hasta llanear frente a las ruinas del Mesón del Piojo, ya a nivel con Ascaso y tocando la cresta de Nabaín... desde allí, ya se veía Moriello, pero aún quedaba un buen pedazo, largo en la bajada, eterno en la subida... en una ocasión, subí andando; mi hermano Ricardo arrancó de Boltaña diez minutos más tarde, de pasajero en un 4X4, y solo nos dieron alcance en el abrevadero junto al Mesón... tampoco en la bajada tenían los todoterrenos mucha ventaja... otras veces llegué desde Buerba, después de cruzar el Yesa por un bello puente medieval, y subir después por la empinada ladera, entre las casas fantasmas de Sampietro, auténtico poblado de hobbits... cada nueva visita era diferente, pero en todas ellas, esa sensación de estar pisando las mismísimas raíces de Sobrarbe.

Con esas comunicaciones, no es de extrañar que sus últimos habitantes tirasen la toalla y se bajasen a vivir a la metrópolis boltañesa... pero ya se estaba gestando el relevo: ahora, hay una pareja joven -creo que ya nos conocemos del Cineclub, hermosa señora que se fotografía con una pluma de arrendajo en la ceja...- y acaban de arreglar la pista.

Parece que ha quedado espectacular; me animan a subir incluso en mi culibajo Ibiza... tengo que probarlo... muchas veces decíamos que las pistas habían servido para que abandonasen los pueblos sus últimos habitantes; no es cierto; son imprescindibles para poder seguir haciendo habitables nuestras viejas aldeas, y no soy de aquellos que hablan de los "costurones" que las pistas abren en nuestro paisaje... entiendo perfectamente la atracción que lleva a muchos jóvenes a repoblar nuestras viejas aldeas, y que eso sólo puede funcionar si pueden llegar allí con medios modernos, ya no están los tiempos para ir a lomos de burros, y prefieres que pueda subir el médico o el camión del propano... y estoy seguro de que, cada vez que un nuevo fuego se enciende en un viejo fogaril, nuestros antiguos dioses se pasan la bota, dándose palmadas en los hombros... y yo con ellos... ¡¡salud y larga vida, Moriello...!!






domingo, 26 de junio de 2016

Un breve análisis de urgencia, seguramente equivocado...

Hoy es uno de esos días en que te gustaría tener más amigos del PP. Digo yo, por ver caras alegres... Tenemos a todo el rojerío abriéndonos las venas, y al Frente de Liberación Popular de Judea denostando al Frente Judaico de Liberación Popular, y viceversa, jodidos traidores a la Causa... Aquí, aún tengo otra cruz... "Marchémonos a Ítaca, la Tierra que mana Leche y Miel..." dicen los hijos y nietos de Pujol... dos o tres cosillas, a unos, otros y otros más...

.- Punto uno; los que ha ganado no son extraterrestres, ni zombies, ni borregos; son gente normal y corriente, como tú y como yo: hermanos, vecinos, cuñados, el camarero del bar, el taxista... ven lo mismo que tú, sólo que lo interpretan de forma diferente. No necesariamente peor, aunque a nosotros -¿como no?- nos lo parece... tendríais que ver lo que opinan ellos de nosotros, para comprender que no somos tan distintos... ajo y agua, y volver a repartir cartas...

.- Punto dos: esto es la Democracia. Hay otras cosas, pero no os las recomiendo; yo nací en un sitio -aquí- donde mandaba un señor por la Gracia de Dios, es decir, porque había ganado una guerra, prueba evidente de la Gracia Divina. No era significativamente mejor. Los otros tampoco hemos inventado nada demasiado bueno: de acuerdo, no nos han dado tiempo, pero el viernes vi un documental sobre el Gulag, y, oye, casi era mejor la Diputación Provincial de Lugo, que ya es decir...

.- Punto tres: Democracia es cuando, si suena el timbre de tu puerta de madrugada, es que se han equivocado los que van al piso de señoritas simpáticas y comprensivas. O es la policía, que viene a buscar las cintas que le han grabado a su jefe en su despacho: pero les dices que vuelvan con mandamiento judicial, ¡y se van...!

.- Punto cuatro: La Corrupción es algo repulsivo. Especialmente, la de los demás. Poneos la mano sobre el corazón... las jóvenes, está tres dedos a la derecha del pezón izquierdo; las mayores, cinco o seis dedos por encima de ese punto. Los varones, orientaos por el surco superior del primer michelín... Repetid conmigo: "Si alguno de los míos se ha corrompido, se trata de un caso aislado"... ¿verdad que os resulta familiar...? Pues así pensamos todos, y cuando digo todos, es todos...

.- Punto cinco, o vamos a llamarlo quinto...: ¿No hay solución...? tiendo a creer que si, pero hay que trabajar más: en los institutos y las facultades, en las fábricas -o en la cola del INEM-, en los barrios, en los movimientos sociales... ¿dará resultado...? No os lo garantizo, pero es más divertido que quedarse en casa llorando, y se liga... Dejad las redes sociales para cuando estéis jubilados, como yo...

¡Venga, ánimo y al tajo...! No, la bebida no arregla nada, una cervecita, pero con tiento... ¡¡Tercera República, y Salud para verla...!!


jueves, 23 de junio de 2016

¡Akelarre!


Por supuesto, es una broma, y me la perdonaréis mis amigos del Partido del Gobierno en Funciones, que los tengo, y algunos muy buenos y muy queridos...








Aún no habían acabado de sonar las campanas de la iglesia, señalando las doce en punto de la noche más corta del año, cuando las ví acercarse,  girando en carrusel sobre las ruinas del castillo, para después ir tomando tierra, una tras otra, con gran algarabía: no montaban en escobas –que, en sus casas, solo deben manejar las asistentas filipinas- sino en grandes, repulsivas gaviotas, que pronto cubrieron el suelo con sus hediondos excrementos. Reconocí a muchas de ellas; estaba allí Soraya, Cospedal, Sánchez Camacho, Luisa Fernanda Rudi –no en vano estábamos en Aragón-, Rita Barberá (montada en dos gaviotas, por motivos obvios), la Lideresa, en calcetines…acompañadas por otras muchas, cientos y cientos, con sus mechas rubias, sus medias negras, sus jerseys de angora y sus collarcitos de perlas… bailaban en círculo, cogidas de la mano, cantando a coro con voces aguardentosas, pero de ginebra “premium”: “¡Aborto es, matar bebés!”, “¡Zapatero, embustero!”, “¡Zapatero, vete con tu abuelo!”… a un ritmo cada vez más frenético…

De repente, salido de un helicóptero que se estrelló ruidosamente en medio del círculo, apareció entre una nube de azufre el Macho Cabrío, el rey del Aquelarre. Inconfundible, a pesar de los cuernos,  su mentón caído cubierto por una barba rala, sus ojos en blanco tras sus gafas redondas… le rodeaban una corte de curillas, corriendo sin cesar en pos de impúberes monaguillos, que se protegían como podían los culitos respingones. Barones territoriales, vestidos impecablemente con trajes regalados, formaban un nuevo corro a su alrededor.

Las danzantes, entre gritos cada vez más excitados (“¡Presidente, Presidente!”), se abalanzaron sobre él, intentando besarle los cuartos traseros, peludos y rematados en pezuñas… pero lo más horrible, lo que helaba la sangre en las venas, era contemplar como, entre las brumas provocadas por la nube de azufre, se entreveía por momentos la silueta baja y culona de un general con faja que, levantando y bajando alternativamente la mano, repetía con voz aflautada y monocorde: “¡Queda inaugurado este aquelarre…!”

Parapetado detrás de unas piedras, contemplaba el espectáculo aterrorizado. Quizás por eso, en un momento, no pude contenerme y entoné, con voz apenas audible, una vieja tonadilla infantil:

“¡Zapatero, zapatero.
mete la lezna
por el agujero!”

Al oír la cancioncilla, todas las asistentes al aquelarre se arrojaron al suelo, aullando de pavor, mientras se rasgaban las vestiduras –mostrando alguna que otra cosilla interesante, y auténticos montones de pellejos-, se mesaban los cabellos, y se arrojaban sobre ellos puñados de polvo, para, inmediatamente, correr hacia sus gaviotas y levantar el vuelo tan rápidamente como habían venido… el Macho Cabrío, con sus preladitos, sus monaguillos y sus gúrteles, montaron atropelladamente en el helicóptero, que, sin ruido alguno, se perdió también en el aire, e incluso la sombra con la faja roja ascendió directamente hacia el cielo, como un globo pinchado, dirigiéndose hacia el lejanísimo Valle de los Caídos…


Todo eso sucedió en mucho menos tiempo del que necesito para contároslo: aún no se habían extinguido los ecos de las campanadas en las montañas, cuando ya la paz reinaba de nuevo sobre las ruinas del castillo, bañadas por la luz de la luna llena, sobre el valle dormido, donde solo se escuchaban el rugir de las aguas del río y el bramar de las vuvuzelas en alguna retrasmisión televisiva de un partido de los Mundiales.


Necesario P.S.; he querido mantener el texto originario: la lezna es una aguja de grandes dimensiones que utilizan los artesanos para coser el cuero; aunque la cancioncilla no esté exenta de interpretaciones equívocas, que nadie crea que "lezna" es otro de los muchísimos nombres de... Las alusiones a mi llorado -porque nos dejó, y por cómo lo hizo- José Luís, si volviese a escribir el breve cuento, seguramente serían sustituidas por otras, hechas a algún conocido populista radical de izquierdas, irano-venezolano: por ejemplo: "¡¡Todas a cubierto, que viene El Coletas....!!"

martes, 21 de junio de 2016

Oh, no, Brexit no, please...!

¡Vaya semanita tenemos por delante...! Primero, el referéndum en el Reino Unido; tres días después, nuestras segundas elecciones, a ver si a la segunda va la vencida, o tenemos que ir a una tercera... pero hoy voy a hablaros del Brexit, vayamos por partes... como decía  Jack the Ripper, que, seguramente, estaría por el "Leave"...



He estado muy pocas veces en The United Kingdom, tres, si contamos una alucinante mañana en Northern Ireland, viajando desde la papista y confortable República de Irlanda... pero no puedo evitar reconocer que estoy permeado por su cultura; he leído buena parte de sus autores, desde Shakespeare -traducido, sorry- a los más modernos, -Amis, el animal de Irvine Welsh-, esos ya en su idioma, que domino lo suficiente para comunicarme en él con medio Mundo... salvo en su tierra, donde me cuesta entenderlos, y hacer que me entiendan. No puedo decir que hable Inglés, después de haberlo estado estudiando toda mi vida, pero soy sumamente fluent en Continental English, esa "Lingua Franca" de funcionarios europeos, viajeros y camareros de bar; algo es algo...

Dos veces he estado en Londres, y me cuesta formarme una opinión sobre ella: París fue mi primer amor; en Berlín, al cuarto de hora de estar allí, ya había descubierto que podría pasar en ella, tranquilamente, meses... pero Londres se me resiste: es, al mismo tiempo, una ciudad antigua y algo en continua transformación que te desborda y te desconcierta. Londres, de alguna manera, me satura los sensores, me sobreexcita... ni siquiera sé decir si me gusta o no; no me importaría darle otra oportunidad, ni descarto hacerlo, si tengo dinero, porque, eso si, es cara de narices, cosa que, en boca de un barcelonés, acostumbrado a los precios de Les Rambles, es muy grave...





Pero recordaré toda la vida una breve visita a Cambridge; ¿Nunca os ha pasado, llegando a un lugar nuevo, descubrir que allí os estaba esperando una vida diferente, que se abría ante vosotros una de esas encrucijadas, un desvío en vuestra trayectoria vital, que os llevaba hacia tierras desconocidas y, al mismo tiempo, extrañamente familiares, donde tú seguías siendo tú, pero otro tú, quizás aún más tú que el tú de todos los días...? Fue pasear por sus calles y verme pedaleando en una bicicleta sobre los arqueados puentes del Cam, con sus adoquines perpetuamente mojados por la neblina, la toga ondeando al viento, los libros en el portaequipajes, hasta llegar al despacho de mi tutor, cardigan de lana con coderas de cuero, estufa de turba a temperatura de criadero de pollos, pobladísimas cejas canosas sobre sus inteligentes ojos grises, que chupa su pipa, lentamente, mientras escucha, con breves gestos de asentimiento, mis profundos y acertados comentarios sobre las lecturas que me había propuesto y, luego, para celebrar mis  indudables avances en el camino del Conocimiento, pide a su no menos anciana esposa, con su cuello de encaje sobre el negro vestido, que tenga la amabilidad de escanciarnos dos copitas de su mejor Porto... más tarde, ya en la intimidad de la habitación que comparto en mi College -moquetas ligeramente polvorientas, cretonas ligeramente ajadas-, horas de chupitos de ginebra e inteligente charla con mi compañero, el decadente pero brillante heredero de un linaje con escaño en los Lores, que me profesa una honda amistad, no exenta de un puntillo equívoco, y que en verano me invitará a su Manor en el Derbyshire, donde, entre hayas seculares y estatuas grecorromanas ávidamente rapiñadas por un antepasado, una hermana mayor, elegante, distinguida, ligeramente distante en los primeros momentos, pero pelín golfa, abrirá ante mí todo un Universo de nuevas sensaciones... una relación violenta, torturada, sin Mañana, por la evidente desigualdad social e incluso étnica que nos separa... todo un Futuro que se cierra ante mí casi en el mismo momento en que se abre, y no por falta de cualidades intelectuales para brillar en el Mundo académico -que las tengo, o las tenía-, sino por el hecho irrebatible, terminal, descalificatorio, de que ni he aprendido a ir en bicicleta, ni aprenderé jamás...




Así, a lo largo de mis años, he ido arrastrando casi en secreto mi anglofilia, sin más signos externos que el tener siempre en mi armario un duffle-coat -una trenka, para los amigos, preferentemente Burberrys- y alguna chaqueta de tweed, incluso una vez me atreví con el príncipe de Gales, para descubrir que engorda mucho... o -y han quedado como reliquias, tras mi jubilación, que me ha liberado definitivamente de dichas curiosas prendas- mis corbatas regimentales: conservo tres; una de los Blues and Royals, regimiento pijo de la Household Cavalry, que se parece demasiado a la del Barça, omnipresente en Barcelona: otra, del 9th London Regiment, Regimiento sin demasiado lustre, pero céntrico, que elegí por su bonita combinación de colores, y una última del Royal Veterinary Corps, porque en él era Coronel el señor Parker-Bowles, el primer marido de Camilla, hacia el cual, por mi lejana experiencia como esposo cornudo y consentido, desarrollé una gran empatía.

Ahora, la perspectiva de que puedan dejar la Unión Europea; que, una vez más, como decía el Times en ocasión de una galerna, el Continente se quede aislado, me provoca una honda desazón: de acuerdo, no han sido unos buenos socios; han estado, desde el primer día, dando por saco, siempre defendiendo obscenamente sus intereses -todos los hacemos, pero con cierto disimulo-, siempre pendientes del Primo de Zumosol americano, siempre mirando por encima del hombro a los demás... a nosotros, nos sacaron las castañas del fuego cuando lo de Napoleón, pero moriremos sin saber si no nos habría ido mejor con el Corso y su sensato -y sobrio- hermano, en vez de volver a poner en el trono al indeseable de Fernando Séptimo... y nos saquearon todo lo que pudieron, desde Gibraltar a las ovejas merinas... a los patriotas catalanes no hay que deciros nada, porque estáis como estáis porque, primero, os calentaron la cabeza para poneros a favor del Archiduque, cuando ya habíais jurado fidelidad al Borbón, y luego os dejaron solos, "Más colgados que un fuet", en acertada expresión vuestra... de acuerdo, la obstinación, la magnífica obstinación de Churchill, nos salvó del yugo hitleriano (bueno, algo hizo también Stalin...), pero llegas a sospechar que fue más por oponerse a una idea -aberrante- de unión europea,  que por venir de un dictador fascista; total, Franco no le caía tan mal, a él que le importaba un pito lo que estuviese por encima de los Pirineos, sólo le interesaba el Rif de su juventud y sus primeros tiros...




Mentiría si os dijese que habéis sido unos buenos compañeros... pero nos sois necesarios: la idea de Europa no atraviesa por su mejor momento, pero si algo ha de ser, es diversa, inclusiva, un ecosistema donde podamos encontrarnos a gusto todos, hijos de tantas leches diferentes... y en todo ecosistema, junto a alegres ruiseñores y bellas mariposas, hay moscas cojoneras, y todos cumplen su papel... es mucho lo que os debemos, desde la Carta Magna al té Earl Grey, mi favorito; a veces no podemos aguantaros, igual que os pasa a vosotros, pero no me gustaría vivir sin vosotros... al fin y al cabo, algo -mucho- bueno debe tener un país donde el hijo de un cobrador de autobús pakistaní llega a ser alcalde de su capital... Remain. remain with us, please, please...!




viernes, 17 de junio de 2016

Perturbaciones inquietantes en mi ecosistema barcelonés...

Todos tenemos un ecosistema propio, los lugares y los ambientes en que te mueves con facilidad, donde -más o menos- encuentras todo lo necesario para tu vida cotidiana, e incluso dentro del cual puedes jugar un papel, positivo o negativo, eso puede depender de las opiniones... yo, afortunado, tengo dos ecosistemas, en mis dos áreas de campeo: la boltañesa y la barcelonesa. Y, como la mayoría de los seres vivos -con la salvedad de organismos sumamente adaptables; ratas, gaviotas...- soy muy sensible a sus cambios...




La calle Marià Cubí -Mariano, para los amigos- es una típica calle del Baix Sant Gervasi: estrecha, de aceras sumamente reducidas; un coche pasa holgado, pero las furgonetas tienen que hacer maniobras para entrar o salir por sus calles laterales; todavía queda alguna casita de dos alturas, con jardín posterior, y a través de las ventanas de los pisos bajos pueden verse árboles que estiran el cuello, como jirafas vegetales, buscando el sol; pero predominan ya los edificios años sesenta y setenta  -"del pasado Siglo", hay que añadir-, con comercios en sus bajos, vestíbulos de cierto empaque, y condensadores de aire acondicionado goteando durante el verano. La pueblan señoras arregladitas con perrito, abuelos con niños de vacaciones, algún cuidador andino con anciano trajeado y de mirada extraviada, e incluso jóvenes mamás de culito prieto bajo las mallas y sobre las adidas. Un lugar agradable.

En los escasos doscientos metros que transcurren entre Balmes y Aribau, a menos de cien metros de mi casa, se concentra una parte importante de mi ecosistema barcelonés: en él resuelvo muchas de mis necesidades materiales; tengo allí mi supermercado Consum, una panadería con un pan candeal muy bueno, mi tienda de zapatillas deportivas, mi ferretería, el estanco donde -ludópata sumamente moderado- echo mis Primitivas y Euromillones, y mi frutero coreano, donde cada vez encuentro más productos orientales. Durante mucho tiempo podía satisfacer también necesidades espirituales, porque una pareja de señoras cultísimas y amables, cuyos consejos seguía a rajatabla, regentaban una magnífica librería, pero les llegó la edad de la jubilación, y no hubo continuidad... ¡pena...! Llevo viviendo en el barrio más de veintiocho años, y ya me he adaptado plenamente, muy burro sería si no lo hubiese hecho; a escasos metros tengo también mi otro frutero -peruano, pero que también ha vivido en Corea- mi gimnasio de Tai-Chi -propietario y Maestro coreano- y mi sastrería, imprescindible porque en ella encuentro, como dice su dueño, -que ni es coreano, ni ha vivido en Corea, que yo sepa- "tallas de hombre". Fuera de aquí, sólo necesito El Corte Inglés...

Cruzando Aribau, Marià Cubí adquiere un cierto tono golfo; en pocos metros encuentras varias barras americanas, esos bares de luces rojas, ya me entendéis... los profesores de Estructura Económica explicábamos a nuestros alumnos el concepto de "Cluster", agrupación de empresas similares en un espacio común, y las ventajas que de ello se derivaban; proximidad para los clientes, que favorecía la competencia entre ellas, existencia en la zona de mano de obra adiestrada, difusión rápida de las innovaciones... parece que todo eso funciona también en el campo de las barras americanas. Alguna de ellas precisa en su puerta características interesantes: "Topless"... Cuando nuestro hijo Víctor tendría unos diez u once años, preguntó a su madre qué quería decir "topless", sin duda lo había leído en la puerta de un bar: siempre hemos sido partidarios de explicar sin mentiras innecesarias las cosas de la vida: "Un bar donde las camareras llevan sólo la parte de abajo del bikini", le explicó Blanca, sin darle demasiada importancia. Tras una breve reflexión, concluyó Víctor: "Serán más caros..."

Justamente entre las barras americanas tenía yo mi Restaurante Chino; "La Gran Muralla": No era mi primer Chino, ni siquiera mi primer Chino en Barcelona, pero ha sido, sin lugar a dudas, el que más he frecuentado. Y cuando digo frecuentado es porque, durante muchos años, cenamos allí casi cada sábado, con Laura, mi primera mujer y mis amigos Xell y Miguel. Partidario acérrimo del "¿Funciona...? ¡¡No lo toques!!", ocho de cada diez veces pedí el mismo menú: un 101, de la carta de especialidades -Chau Chau Chow Mien, unos fideos salteados espectaculares- y la Ternera Especial, sobre su plancha rusiente en forma de vaquita, con sus cebollitas y su densa salsa dulzona... Y, por supuesto, remataba todo lo que mis parcos acompañantes dejaban en sus bandejas. En la Gran Muralla todo estaba rico, riquísimo.

El propietario era un chino un poco mayor que yo, alto, elegante -"¡Y guapo!", añadían nuestras mujeres-: cuando decidimos que ya era hora de establecer entre nosotros una cierta relación, nos pidió que le llamásemos "Pepe"; su nombre, nos dijo, quería decir algo así como "Diez Mil Kilómetros", y no le parecía adecuado para la vida social. Procedía de una familia rica, feligreses de un misionero católico que, cuando ganó Mao Zedong -que entonces, aquí, era Tse Tung- los convenció, a ellos y a otros, para venirse a Barcelona y abrir restaurantes: una noche estaba toda la familia cenando con el misionero, y me lo presentaron; quedé asombrado cuando vi que tenía mucha más cara de chino que ellos... lector desde pequeñito de las novelas de Pearl S. Buck, que tanto le gustan a mi madre, me sentía a mis anchas en aquel ambiente.

Pepe se subía por las paredes cuando se enteró de que yo era del PSUC... "¡Los comunistas nos quitaron todos los campos de melocotones que teníamos...!" "¡Tranqui, tío, a mí, que me registren, yo soy Eurocomunista, los maoistas son los del PTE...!" le contestaba yo... años después, en plena época de reconversión al sistema capitalista, me contó que había viajado a China: las autoridades les iban a devolver sus melocotoneros... ¡¡Tiembla, Calanda...!! "¡Para que te vayas quejando de los comunistas...!" fue mi respuesta.

Cuando conocí a Pepe estaba casado con una chica gallega, guapísima: nos divorciamos los dos más o menos por las mismas fechas; después, ambos pudimos rehacer nuestras vidas... Pepe me decía: "Pero tú encontraste a Blanca enseguida, a mí me costó mucho más... en el restaurante se liga mucho, mucho, no te lo puedes ni imaginar, pero yo nunca he querido... luego la cosa no sale bien, y es una clienta que pierdes...". La fusión entre la profunda sabiduría confuciana y el espíritu comercial barcelonés hacen auténticas maravillas.

Luego fuimos espaciando nuestras visitas; murió mi amigo Miguel, nada volvió a ser igual... pero, de vez en cuando, aún íbamos Blanca, Xell y yo, nos encantaba comer allí, veíamos que siempre estaba lleno -cuando ves eso en el restaurante de un amigo, te alegras-, pero Pepe nos hacía enseguida un hueco... me gustaba saber que allí seguían Pepe, mi 101 y mi Ternera Especial.

Ayer confirmé lo que sospechaba, al ver las persianas bajadas a horas en que ya deberían estar levantadas; La Gran Muralla ha cerrado... bien mirado, Pepe, ya tienes edad más que suficiente para estar jubilado, como yo, pero no ha dejado de dolerme, lo he vivido como una pequeña traición, deberías haberlo traspasado, no sé, cederle a alguien las recetas del 101 y la Ternera Especial... pero ahora Barcelona está llena de chinos, aunque muchos de ellos monten falsos restaurantes japoneses, que están más de moda -yo, lo confieso, también llevo años poniéndote los cuernos con los japoneses...-Ahora, la sala decorada con Budas y  Dragones Dorados está en obras, patas arriba; sentimental que es uno, revolví un poco en el saco de cascotes que veis ante la puerta, intentando encontrar, en vano, algún recuerdo que llevarme... nada, no había más que fragmentos de ladrillo, y una especie de cañizo, la verdad, muy poco chino; nada rojo, nada de purpurina, ningún farolillo, ningún mantel individual con grullas varias...  tampoco era estrictamente necesario; no me será fácil olvidad La Gran Muralla, sería como empezar a olvidad algo de lo que fui...




jueves, 16 de junio de 2016

Mi Pantocrátor...

Ayer estaba disfrutando de las fotos que enviaba Gonzalo del Campo sobre las joyas de la Catedral y el Museo Diocesano de Barbastro, al que los simpáticos y empáticos gobernantes catalanes, en sus denodados esfuerzos por hacer amigos, se niegan a enviar incluso aquellas piezas menores pactadas por su Conseller de Cultura, cuando el corazón me dio un vuelco: porque allí estaba, en toda su majestad, el Pantocrátor de Vió -o Bió, vamos a dejarlo así-. Y el Pantocrátor de Vió es mi Pantocrátor: hay una historia detrás y, cuando hay un historia, no paro hasta largarla, ya me vais conociendo...


Pantocrátor de Vió (Foto, Gonzalo del Campo)


Ya he contado, en otra ocasión, que mi tío Miguel Pérez Ceresuela era de Vió, de Casa Puértolas: corría un mes de Agosto, posiblemente de 1968 o 1969; estábamos en Boltaña, y comentaron mis tíos que, al día siguiente, pensaban subir a Vió, a comer con su familia; yo tenía muchas ganas de conocer el pueblo y, rápidamente, me apunté a la expedición.

Mi tía Concha, la esposa de Miguel, prima hermana de mi padre, abordó enseguida un tema no menor; ¿Qué podíamos subir...? Todos sabemos que es de pésimo gusto presentarse a comer en una casa sin traer algún presente, no sé, unas flores, una botellita de vino... mi tía se decantó por lo práctico... ¿Qué podía faltar en Vió...? ¡Exacto, una sandía!, la sandía más grande que pudo encontrar, algo así como de cinco o seis kilos, en Japón no hubiésemos podido pagarla ni con el sueldo de un mes del director de la Central Nuclear de Fukushima...

El pequeño problema era que, por aquel entonces, las infraestructuras de Ballibió no atravesaban su mejor momento; desde Puyarruego se tomaba la pista -no asfaltada- que, siguiendo el Bellos a lo largo del Desfiladero de As Cambras, habían abierto a pico y barrena trabajadores esclavos -prisioneros de guerra, alojados en el barracón que aún se ve junto al primer puente- como primer paso en la construcción de una presa que debía embalsar las aguas del río en el mismísimo Cañón de Añisclo, dentro del actual Parque Nacional, desastre medioambiental del que nos libramos por los pelos. Pero la pista llegaba sólo hasta el Puente de San Úrbez, ni siquiera recuerdo que existiese el actual parking sobre el Molino de Aso. Desde allí, arrancaba la senda que, montaña arriba, entre bojes, pinos y caixigos, llevaba a Vió. Poca distancia, pero un desnivel considerable.

Como podéis suponer, me ofrecí a subir en brazos la descomunal sandía: apenas si podía abrazarla, y así tiré t'o tieso, como Sísifo cargando con su roca, o como el propio Atlas sosteniendo sobre sus hombros el Globo Terráqueo, sudando y jurando en  Arameo, sin dejar de reirme, por lo bajini, pensando que, en el caso nada improbable de que diese un traspiés, aquella cosa enorme y verde iba a salir rodando, rodando, por la pendiente, hasta romperse en mil pedazos al chocar contra alguna roca o algún tronco, sembrando sus pepitas por toda la Selva Belloso, que es el nombre del densísimo bosque que cubre aquella vertiente...


Pero todos los esfuerzos quedaron compensados y olvidados cuando coronamos la cuesta, y se abrió ante nosotros un panorama increíble: al Norte, el descomunal tajo del Cañón, entre el Mondoto y Sestrales -veíamos sobre nosotros su negro "Fleire", el monolito de roca que recuerda la figura de un monje- y, al fondo, las nieves aún presentes en Treserols. Girando nuestra vista hacia el Sur, allí estaban, en su altiplano, Vió y su vecina Buerba, dos pequeños grupos de casas de piedra y losa, pardas sobre los campos de hierba aún verde: más allá, en el descenso vertiginoso hacia el Yesa, cuyas aguas limpísimas saltan de poza en poza, de badina en badina, sobre sus rocas casi blancas, la peña aguda de Arán, marcando el camino hacia Moriello de Sanpietro, ya en tierras de Boltaña, que se ve allá al fondo, encaramado en su cresta... subiendo un poco, el Portillo de Las Valles, sobre las ruinas de Sampietro, con sus caídas casitas de hobbits, desde donde se abren tres opciones: al Este, pasando por la cumbre del Tozal de las Tres Huegas, hacia San Vicente y Labuerda, en el Cinca; al Sur, hacia Boltaña y las orillas del Ara; al Oeste, hacia Ascaso ya en los pies de Nabaín, cuyo lomo de gigante cierra el horizonte en esa dirección...

Descendimos hacia Vió; sus casas, la verdad, me impresionaron: todas -o casi todas- eran similares; casas-patio, cerradas con un muro, en el cual se abre una puerta, coronada con un tejadillo de losas a dos vertientes, que da paso a un espacio abierto, a donde dan, a lado y lado, las cuadras y establos y, al fondo, la vivienda, que, con sus paredes ennegrecidas y sus minúsculas ventanas, no se diferenciaban demasiado de las otras construcciones. Aquellos fueron, sin duda, los años más duros para la vida en nuestros pueblos de montaña: cuando en Boltaña empezaban a verse "Seiscientos" y televisores, y las chicas se atrevían a ponerse discretos bikinis para bañarse en la Gorga, llegabas a aquellas aldeas de hombres vestidos, invierno y verano, de negra pana, con abarcas sobre gruesos calcetines de lana blanca, todos con sus pequeñas boinas lustrosas y descoloridas por el sol, y las mujeres, de luto permanente, con delantales de cuadros hasta el suelo y un pañuelo cubriendo sus cabellos... no había luz eléctrica, aunque -y eso hacía su falta doblemente dolorosa-, sí habían tenido suministro años atrás, cuando en el Molino de Aso funcionaba una pequeña central hidroeléctrica, y los aisladores, ya sin hilos, decoraban, impotentes, las fachadas de las casas... agua corriente, si la había, venía de depósitos que a saber cómo se llenaban; no había más calefacción que el hogar bajo, ni más combustible que la leña; cualquier enfermedad suponía tener que llegar hasta las distantes carreteras, a lomos de caballerías, y, desde allí, bajar hasta el médico más cercano tendido sobre un colchón en la trasera de una furgoneta...  pregunté por el lavabo y, por supuesto, fui dirigido al corral de las gallinas... a nadie puede extrañar que, en esas condiciones, nuestras aldeas se despoblasen en muy pocos años; todo el que podía escapar, huyó, y aún es milagro que en alguna de ellas quedase alguna casa abierta. No fue, por desgracia, el caso de Vió...

La comida familiar fue lo que cabía esperar; larga, de múltiples platos, derroche de calorías, rematada por la fastuosa sandía y esas galletas ligeramente pasadas de fecha de caducidad que siempre se guardan para las visitas... me llamó la atención que la vajilla fuese de duralex, y la cubertería de acero inoxidable, con aquellos cuchillos "de sierra" que los barceloneses iban a comprar a Andorra: había parientes franceses, y la frontera está cerca... después de comer, tomando el café y alguna pequeña copita de coñac o anís, a alguien se le ocurrió decirme: "Antonio, toma las llaves de la Iglesia y vete a verla, te gustará..."

La iglesia de Vió se alza en una pequeña elevación del terreno, ya camino del Yesa; es pequeña, de dimensiones muy contenidas, con una torre que apenas supera la altura de la nave. Si no fuese por su ábside semicircular, nadie descubriría su origen románico, porque soy de la opinión de que, en nuestra arquitectura rural, el Románico aguantó plenamente actual hasta que llegaron la uralita y los bloques de cemento: abrí la puerta y, a la escasa luz que dejaban pasar su obertura y una pequeña ventana de medio punto, vi algo que aún ahora, al recordarlo, me pone el vello de punta...

El ábside estaba pintado de un color pastel, uniforme: no recuerdo si azul claro o rosa cerdito; lo rodeaba, también pintado, un cordón dorado, con nudos decorados con borlas... había entrado humedad por alguna gotera, haciendo saltar la pintura en algunos lugares. Y desde uno de esos desconchones, sobre mi cabeza, me contemplaban redondos, fijos, extrañamente vivos... los ojos de un Pantocrátor.

Apenas si se veía nada más que la cabeza: me llamó la atención que no recordase demasiado a los que yo conocía, de rasgos alargados y angulosos; éste era un Pantocrátor más redondito, de aspecto posiblemente más jovial, más humano, lejos de la exagerada majestad de sus colegas.. ¿una obra de transición...? en cualquier caso, un Pantocrátor románico, visiblemente en buen estado, y no era descabellado suponer que la capa de pintura hubiese ayudado a conservar razonablemente bien el resto de la decoración. Pero la misma humedad que le había permitido salir de su escondite podía, en poco tiempo, perjudicarlo gravemente. Además, la iglesia, con sus casi nulas medidas de seguridad, tampoco ofrecía las suficientes garantías ante un visitante rapaz o, simplemente, borde y vandálico... se imponía actuar.

Volví, corriendo, a la casa, y les informé de mi descubrimiento. Como sospechaba, el desconchón era reciente, y nadie se había percatado de las pinturas... les recomendé que hablasen urgentemente con el cura -que pasaba por allí, como mucho, una vez al año-, para que lo pusiese en conocimiento del Obispado. Poco tiempo después, me llegaron noticias de que, tal y como esperaba, habían tomado cartas en el asunto. Respiré, aliviado; la responsabilidad sobre aquella obra de arte ya estada adecuadamente compartida...


Y ese fue mi primer y único  contacto, hata el momento, con "mi" Pantocrátor: He visitado en dos ocasiones la Catedral y el Museo de Barbastro, pero en ninguna de ellas lo he podido volver a ver: en la primera, nos acompañaba el Canónigo responsable del tema -me dijeron, por cierto, que era tío del Presidente de Aragón, Marcelino Iglesias-, un señor muy amable, pero me informó de que el Pantocrátor decoraba la capilla privada del Obispo, y que no eran horas -era una visita nocturna- de irlo a molestar en sus aposentos; en la segunda, esta Semana Santa, no pude entrar en la Catedral -que es donde ahora se encuentra- , porque estaba cerrada para preparar no sé qué acto... confío en encontrar otra ocasión y, así, poderlo ver.


Tampoco he vuelto a entrar en la Iglesia de Vió. ¿Para qué..? Sin su Pantocrátor, sin su mirada, ahí, en lo alto, el lugar debe haber perdido todo su encanto, aquel hechizo que me cautivó, que me hizo estar tanto tiempo allí, en silencio, mirándolo...  , Comprendo que esas obras de arte deben conservarse en lugares que ofrezcan las máximas garantías, pero disponemos de medios más que suficientes para colocar, en su lugar originario, réplicas que nos hagan sentir de nuevo la emoción de descubrirlas en el espacio para el que fueron creadas... Sin olvidar el pequeño detalle, que también señala Gonzalo, de que esas obras no fueron pagadas por la Iglesia, así, en abstracto, sino por hombre y mujeres muy concretos, los feligreses de entonces, que debían destinar parte de sus magros recursos para, como en éstos casos, mantener y pagar a los maestros pintores que decoraban sus iglesias... me imagino al lombardo, a mesa y cuchillo, alojado en la mejor alcoba de la casa, y la pintura, que se eternizaba, como las de Antonio López... "Maese, ¿va para largo lo del santo...?" "Certamente, no, bella signora, si me dan uni quanti soldi para comprare pintura, in due o tre mesi la cosa estará, no digo finita, pero... ¿puedo ponerme un poco piu de questa cosa tanto buona, torteta, dici que si llama...?" "E la vostra figlia, bella ragazza, ¿pode far de modello per una giovane cortisana tentando un santo varone, que voglio pintare qui, al lado del confesonario, perque la genti vaya entrando en materia...?" Creo que sus descendientes se han ganado a pulso poderlas volver a contemplar, y si para también algún turista a verlas y deja algunos eurillos, bienvenidos serán...


P.S. Me informa Ánchel Belmonte de que en Vió hay una réplica... lo ignoraba, y me alegro mucho: ya tengo una excusa para volver a verlo allí...





jueves, 2 de junio de 2016

Paseando por Palermo...

Me refiero, por supuesto, al barrio -enorme barrio- de Buenos Aires; no he tenido aún la oportunidad de conocer el Palermo siciliano, al que algún día pienso ir... mis breves jornadas en Buenos Aires empiezan ya a alejarse en el tiempo, pero no en la memoria; vuelvo a ellas con auténtico placer, espero que también os arranquen alguna sonrisa...

Vamos a Palermo siguiendo instrucciones -casi órdenes- de Sergi, el padre de Blanca, mucho más devorador de libros que yo... "Hay allí una librería, Eterna Cadencia, que no os podéis perder..." Tiene razón: bajo unas lámparas bellísimas, entre la mejor decoración posible -libros, libros, libros...- me entrego a lo que los franceses llaman "l'embarras du choix", no saber qué comprar, entre tanta maravilla... viendo mi foto, descubro tres cosas no demasiado placenteras: a) que estoy gordo como un tocino. b) y algo cheposo y c)  y que estoy perdiendo pelo en la coronilla. Pero poco me importan, tengo libros en mis manos, algún eurillo -algún pesillo-, algo voy a poder comprar... cuando estaba haciendo esto mismo -mirando libros- mataron a Canalejas, un Presidente del Gobierno, liberal, en plena Puerta del Sol. No creo que ningún anarquista tenga ganas de atentar contra mí, pero, si me ha de tocar la china, que me coja como a Canalejas, mirando libros, alargando mis manos pecadoras hacia ese de Alfaguara que está levantado...



En Eterna Cadencia también se come; y no se come mal; comida muy casera -casera argentina, por supuesto-, a buen precio, y en un ambiente sumamente agradable; un patio interior, sombreado, de suelo de bello pavimento hidráulico... Marc, el hermano de Blanca, geógrafo profesional, viajero con el culo pelado y guía vocacional, me explica la excursión del día siguiente; nada menos que a El Tigre...




Palermo es un distrito enorme, donde hay, literalmente, de todo: bosques, un hipódromo, donde se "corren pollas" (¡Ojo!: eso quiere decir que hay carreras de caballos con apuestas, no malpenséis...), barrios populares, edificios modernos, altísimos... lo cruza una vía férrea, que lo divide. Y, además, de verdad, porque es una línea de cercanías, muy transitada, y los pasos a nivel están cerrados con frecuencia...




Argentina, aunque no lo parezca, también está más lejos de Dios que de los Estados Unidos: solo así se entiende que a una pizzería se le ponga el nombre de "Kentucky", que uno asocia más a whisky clandestino o... a fried chicken, por supuesto... Además, es "To go" y "take away"... todo eso, dentro de una casa de plancha ondulada, de lo más porteño. El por qué lo que italianos y españoles llamamos mozzarella se ha transformado allí en "muzzarella" o, simplemente, "Muzza", es algo que ignoro...



Tiene esta parte de Palermo un ambiente muy especial; se nota que muchos jóvenes han abierto allí nuevos negocios, dirigido también a un público juvenil y relativamente alternativo: así, encuentras cosas tan graciosas como esta peluquería que se anuncia como "pelos de autor"...



... o esta óptica, que ofrece sus gafas recordando personajes famosos que las han usado -gafas, aunque sospecho que no precisamente las que ellos venden...-: reconozco a Cortázar, Fangio, Gardel, Evita, el Ché, Mafalda... medio Panteón argentino... ¿Usaba gafas Mafalda...? en un "Comic" que compré en Eterna Cadencia, que la retrata ya sesentona -y notablemente escorada a la Derecha- sí las lleva...Ojo al pronombre: "los". ¿Estarán pensando en "anteojos"...?



Justamente, hablando de Cortázar, ahí está, al lado mismo, la plaza que lleva su nombre. Bellamente sombreada por esos descomunales árboles, tan porteños... Es curioso,; nacido en Bruselas, su exilio hace que sea más fácil rastrear su fantasma por París -e incluso por la Barcelona del "Boom"- que por
un Buenos Aires donde, en definitiva, vivió poco tiempo; pero hay algo de Cortázar flotando siempre en el ambiente bonaerense...



Argentina, tierra de emigrantes, siempre ha tenido una composición étnica bastante variada: aunque descendientes de italianos y españoles -¡perdón, "gallegos"!- constituyan el grueso de su población, hay también una numerosísima colonia judia, "Turcos" -muchos de ellos, libaneses-, sin olvidar los amerindios, muy presentes, ni los alemanes, galeses, ingleses, suecos... del Sur. Se ven muy pocos afroamericanos, -pese a que hubo una importante población esclava-, y tampoco vi ningún musulmán claramente identificable por su atuendo... según me dice un informante, el tema de los orígenes étnicos se lleva con bastante naturalidad y buen humor, y así no me extraña ver algo impensable en otras latitudes, donde la corrección política impediría rotular una furgoneta cachondeándose del supuesto acento de los repartidores de shawarma...



También ha llegado a Argentina la pasión por lo japonés, de la que soy una conocida víctima... de hecho, llegó hace tiempo, como testifica la existencia de un Parque Japonés, por donde, dicen con gran enfado por parte de su madre, que vieron paseando a Garufa... No tengo noticias de que haya una colonia nipona importante, como si existe en los países americanos del Pacífico, pero aquí están un restaurante de Sushi, "Sensei", "Maestro", uno de los títulos más honorables que puedes recibir en Japón, y las pinturas que decoran una tetería en Palermo...








Me habían dicho muchas veces; "Palermo te recordará a la Vila de Gràcia"; algo hay de eso, quizás en esa convivencia de un barrio antiguo, tradicional, con una creciente presencia juvenil, pero las diferencia más notable es el espacio; Gràcia es una Villa europea, es decir, de un lugar donde el espacio es escaso y caro; Palermo es americano, de horizontes abiertos, casas bajas, calles anchas, hermosos árboles, donde esperas, al final de sus edificios, ver extenderse, en todas direcciones, la Pampa inacabable... Esta tienda, "La Esquina de las Flores", si podría encontrarse perfectamente en la Vila de Gràcia, con sus veganos, macrobióticos o, simplemente, amantes de la agricultura ecológica. Por cierto, a nadie parece importarle que no esté, como cabría esperar en una esquina...


Me encantan las esquinas de Palermo, en forma achaflanada, aunque mucho más reducidas que las del Eixample de Barcelona. Muchas de sus casas están pintadas en colores llamativos, chillones, que tienen, sin embargo, un encanto especial. Y los árboles, siempre esos magníficos árboles...




Junto a las viviendas sencillas, populares, no es difícil descubrir otras más pretenciosas, que denotan que allí también vivió una pequeña burguesía, posiblemente en los primeros años del Siglo XX, la Edad de Oro de Argentina, la primera Edad de Oro, antes de la próxima, que les deseo fervientemente...





Disfrutad del Buenos Aires monumental, el París -o el Madrid- del Cono Sur... pero reservaos algunos ratos para pasear, sin prisas, con todos los sentidos abiertos, por ese Viejo Palermo, que os reserva sorpresas agradabilísimas...