martes, 17 de septiembre de 2019

Pasaje a la India

Ahora sí que parece que nos vamos...




Yendo todo bien, mañana, a estas horas, vía Amsterdam, estaremos ya camino de la India: un viaje relativamente inesperado: no figuraba entre mis destinos favoritos, ni entre los de Blanca, aunque es mucho menos selectiva que yo, iría a todas partes, ni coincidía en nada con mis preferencias habituales -países limpitos y ordenados- y lo elegí, curiosamente, yo, por una especie de sentimiento de justicia: no tenía sentido no conocer, teniendo la posibilidad, el segundo país más poblado de la Tierra -pronto adelantará a China que, con su política de restricción de la natalidad conejil, se han pasado de frenada- , uno de los de más rápido crecimiento económico -muchos años por encima del 7%, poca broma-, que parece que ha superado los clichés de hambrunas periódicas -exporta alimentos-, aunque un aterrador porcentaje de su población siga por muy debajo del umbral de la pobreza, e incluso se ha permitido, hace pocos días, el lujazo de perder el contacto con su primera sonda lunar, y era una pena ver el centro de control de su NASA india, las señoras con sari, los caballeros con chalequito de mercadillo, llorando a moco tendido ante una desgracia tecnológica que pocos países están en condiciones de padecer.

No hay muchos indios en Barcelona, más bien diría que hay pocos, mientras que sus vecinos y archienemigos pakistaníes parece que se han venido todos, a regentar colmados 24/365 y a subir a las casas de expectantes señoras mal atendidas pesadas bombonas de butano... mis primeros indios .y, durante muchos años, los únicos- eran los propietarios de una tienda en plena Vía Laietana, de material electrónico y relojes, de la que he sido cliente regular, y aún visito de vez en cuando: el jóven -es un decir- es un chico de mi edad, moreno pero nada exótico, que habla Castellano y Catalán con absoluta fluidez, pero le acompañaba -hace tiempo que no lo veo, me temo lo peor- su padre, supongo, un señor mayor, de canoso bigote rematado en punta, silencioso, que todas las mañanas, antes de abrir, regaba el suelo de la tienda con el contenido de una pequeña vasija de cobre: muy poco riego para ser cuestión higiénica, más bien me parecía una "Puja", un acto religioso destinado a mantener fuera los malos espíritus, o los descuideros, o, simplemente, a implorar la protección divina -tienen donde escoger- para la cuenta de resultados del negocio, a saber... la tienda, como os digo, sigue ahí, ha sobrevivido a los astronómicos incrementos de alquileres comerciales en el centro de Barcelona, de donde se deduce que la "Puja" ha resultado tremendamente efectiva: de todas maneras, y hace ya muchos años, abrieron una segunda línea de negocio, y ahora los relojes Casio y las chorradicas para ordenadores comparten escaparates con la variadísima imaginería religiosa hindú, que gana por goleada a la nuestra -que tampoco es manca-, y entre la que destaca ese dios con cabeza de simpático elefantito que, por lo que me dicen, surte efectos parecidos al gato de la patita de chinos y japos o, si a eso vamos, a nuestro San Pancracio...

Eso es lo que espero encontrar en la India, un cruce desconcertante entre una Economía donde las Tecnologías de la Información y la Comunicación ocupan a una parte importante de su fuerza de trabajo -instruídos, anglófonos, que copan los centros de investigación científicos en los Estados Unidos, no hay más que ver al Rajesh de "The big bang theory", mi serie de cabecera- pero donde el estiércol de vaca sigue siendo la principal fuente de energía en las zonas rurales; esa mezcla de tradición e innovación, corregida y aumentada hasta el extremo, que tanto me llamó la atención en Japón... porque claro que también se da aquí, y un sevillano puede trabajar en el diseño del Airbus y, en Semana Santa, hacer de costalero en un "Paso", pero estamos hablando de una tradición a años luz de la que, por así decirlo, hemos "mamado"...

De todas maneras, y aunque es difícil desprenderse de los que llevas leído -y de los videos que llevas vistos en youtube-, intento ir sin demasiados prejuicios, aunque cargue en mi equipaje con un agorero desinfectante de manos, probióticos y suero en polvo, porque, si algo debe ser un viaje, es un ejercicio de apertura mental, un viaje interior mediante el cual metabolizas el nuevo y desconocido exterior que te rodea y que, si no te hace más sabio, por lo menos sí más "enterao"... un poco de olor a mierda no te va a estropear el placer de contemplar algunas de las obras de arte más bellas que ha sabido dejar tras de sí la Humanidad que nos ha precedido, y si pillas una diarrea, pues bueno, la última la pillé en Cap Breton, en plena Costa Vasca francesa, a pocos kilómetros de donde se reunía el G7,  así que...

domingo, 15 de septiembre de 2019

De idiosincrasias raciales...

Finalizada la hercúlea tarea de leer la última novela de Domingo Villar, " El último barco"...


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..y no porque la novela sea de difícil, lectura, todo lo contrario, sino por su volumen físico, más de 700 páginas, jugando en la categoría de cosas como "Guerra y Paz"... probad a mantener un libro así con los brazos extendidos, mientras estás tumbado tomando el sol en la Gorga, ya me diréis...

Las nuevas aventuras del inspector Leo Caldas, adscrito a la comisaría de Vigo, nos enganchan desde el primer momento, hasta llegar al último giro argumental que -como todos los giros argumentales- no deja de resultar un punto forzado, pero, bien mirado,  así es la vida, nada que objetar, buena novela, leedla... pero, al igual que en sus obras anteriores, junto al Sherlock galaico juega un papel destacado su Watson aragonés, Estévez, caracterizado por ser -¿lo podríais imaginar?- bruto, pero noble...

Estando donde estoy, comprenderéis que ande uno hasta el pirulo de la boina de estereotipos étnicos, habida cuenta de que, a lo largo de la vida, ha conocido uno canarios nerviosos, andaluces sosos -uno de los tíos más sosos que he conocido es andaluz, no daré nombres...-, madrileños emprendedores, catalanes con alma de nardo, vascos pusilánimes y frugales, sorianos pródigos.... bueno, eso último, la verdad es que no, pero seguro que deben existir... ese prototipo aragonés "brutico, pero noble", sacaba de sus casillas a mi maestro, don Sebastián Martín-Retortillo... "¡cuando lo que nos ha caracterizado a los aragoneses ha sido siempre nuestra finura jurídica!" me decía a mí, que soy mestizo, él, de padre salmantino...

Dicho esto, y, partiendo de la base de que, bien mirado mi carácter puede aproximarse bastante más al del galaico Caldas que al del aragonés Estévez -por cierto, ¡qué apellido tan poco aragonés, y tan gallego...!- reflexiono sobre el asunto, y me vienen a la memoria historias vividas que, una vez más, y dicho en Gallego, vendrían a confirmar que, haberlas, hailas...

Recorría yo las tierras de Monforte de Lemos, en una campaña de promoción cooperativa, con la intención de explicar a los labradores y ganaderos las ventajas de la asociación: iba conmigo un compañero zaragozano, no excesivamente alejado del tópico, es este caso... nos dirigíamos a un pequeño grupo de ganaderos de una aldea cuando mi amigo, apuntando teatralmente a uno de los asistentes, le largó: "Por ejemplo, ¿usted, cuantas vacas tiene...?"

La reacción del paisano fue similar a la que habría experimentado si le hubiesen preguntado con cuantas señoras había puesto los cuernos -hablando de vacas- a su señora, y con cuantos señores se los había puesto ella a él: enrojeció hasta la raíz del abundante cabello, y comenzó a balbucear... "Eso depende muito, algunas casas teñen oito, outras doce..."

"¿Usted, usted, cuántas tiene usted...?" insistia mi compañero, insensible a los codazos que le estaba dando yo en pleno hígado...

"Unos años se teñen más, outros, menos, según..."

"¿Hoy, por ejemplo hoy, cuántas tiene...?" insistía el imprudente, mientras yo intentaba esconderme debajo de la mesa...

"¿Falamos de vacas...? ¿falamos tambén de terneras...? .¿el toro...?" se defendía, ya contra las cuerdas el paisano, ante el silencio horrorizado de sus vecinos, que temían que, luego, les tocase el turno a ellos...

Vamos, que no hubo manera... me costó Dios y ayuda levantar un poco el tono de la sesión y poder salir de allí con cierta dignidad... de todas maneras, creo que el resultado hubiese sido el mismo en cualquier territorio de nuestro mundo rural, con la no pequeña diferencia de que, en algunos sitios, lo hubiesen mandado a tomar por donde rezuman los cántaros, y allí el episodio se desarrolló con una exquisita cortesía...

Aún traumatizados por la experiencia, nos dirigíamos a otro pueblo de la comarca, cuando recogimos a dos chicas que hacían "auto-stop": resultaron ser dos enfermeras del Clínico de Barcelona, una de ellas gallega, la otra ni más ni menos que de Monzón, lo que son las cosas... empezamos a hablar y, como no podía ser menos, salió el tema: no era posible arrancar a un gallego una respuesta concreta, decía mi mosqueado amigo: prejuicios, estereotipos, historias antiguas, respondía la gallega... "¡Tú no te das cuenta, pero es verdad!", remachaba el clavo la de Monzón, yo dudaba...

Estábamos entrando ya en el pueblo de destino... fue nuestra pasajera gallega la que se dirigió a un paisano, en la puerta de un bar... "Por favor, ¿por dónde se va al Sindicato...?"

"¡Oh, estará cerrado...!" fue la respuesta del ciudadano...

No pudimos evitarlo; ante su perplejidad, soltamos los cuatro una sonora carcajada...