viernes, 28 de junio de 2019

Cuestiones iuscivilistas en materia de obras publicas hidráulicas

Prometí a un amigo que le contaría una historia directamente relacionada con el Notariado... ahí va...



Corrían los años cuarenta del pasado siglo... un vecino y buen amigo de mis padres, acabada su carrera de ingeniero, había encontrado trabajo en unas obras hidráulicas en uno de nuestros ríos pirenáicos... llegaba una mañana a su despacho, cuando, visiblemente alterado, le cortó el paso el capataz... "¡Don Ramón, Pepe y Manolo están en el cuartelillo, los acusan de haber agredido al Señor Notario!"

Las obras públicas, en aquellos tiempos intensivos en mano de obra, movían un gran número de trabajadores, procedentes de todos los rincones de España... muchos de ellos, antiguos combatientes republicanos, procedentes de los batallones de trabajo forzoso, todos o casi todos desarraigados... Pepe y Manolo, amigos y compañeros de fatigas, compartían el "chabolo", el mínimo espacio de la gran nave colectiva, donde mantas colgando de cuerdas, cartones y tablones descartados de la obra, ofrecían un mínimo de intimidad.

Pepe, con muchos esfuerzos, ahorrando de sus magros jornales, había conseguido traerse a su mujer, María, que compartía así con ellos el chabolo: eso abrió una nueva ventana de oportunidad a Manolo... "Digo yo, que ya que María te hace la comida, podría hacerme también la mía, ¿no...?" "Bien mirado, si lava y cose tu ropa, podría también yo dejarle un par de cosillas, ¿verdad...?"

Y lo que tenía que pasar, pasó: una tarde, al salir antes de su turno, sorprendió Pepe en la cama a María y Manolo, sumamente entretenidos... no, no temáis, no vamos a hablar de brutales crímenes machistas, estamos entre gente sensata y práctica: los dos amigos resolvieron el tema delante de una copita de orujo... "No, si yo lo entiendo, Manolo... tú, aquí solo... y, vamos, si María no tiene impedimento -que, por la dedicación que ponía en el asunto, me parece que no lo va a tener...- por mí no va a quedar... pero hay un asunto... casi vergüenza me da mencionarlo... hay unos gastos... la comida de María... algo de ropa, de vez en cuando..."

- "No hace falta más, querido amigo: tienes toda la razón: si vamos a compartir a nuestra -¿me permites que la llame así?- María, los gastos a medias. O al cincuenta por ciento, como tú quieras... pero -y ahora me vas a perdonar tú a mí-, si no es molestia, me gustaría dejar las cosas claras, hacer papeles, vamos, porque el marido eres tú, y puedes cambiar de opinión, puede haber malentendidos..."

- "Estoy de acuerdo... ahora mismo vamos a ver al notario, y arreglamos esto..."

Cuando el notario escuchó las pretensiones de los dos amigos, su presión arterial se puso en máximos históricos... "¿Pretenden ustedes elevar a escritura pública el reparto de aquí la señora de usted...? ¿Pero qué se han creído ustedes....? ¡¡Salvajes, que son unos salvajes, fuera de mi despacho...!!"

¿Salvajes, aquel par de prototipos del hombre racional y respetuoso del Derecho...? No les sentó nada bien... del primer guantazo, el fedatario público salió volando por encima de su escritorio Renacimiento, y acabó sentado en su sillón de cuero repujado con falsos escudos nobiliarios, con los morros en estado lamentable... y así fueron a parar Pepe y Manolo al cuartelillo de la Guardia Civil donde, conociendo los usos de la época, seguramente los morros del notario serían cumplidamente vengados...

Muerto de risa, aseguraba el narrador que no llegó la sangre al rio -salvo la de los tres morros implicados-, y, seguramente, pudieron seguir, Pepe, Manolo y María, con su innovador mènage a trois o, como dicen los ornitólogos, trío poliándrico... no otra cosa les deseo, en premio  a su probada fé en la amistad y respeto hacia las convenciones jurídicas, aunque tuviesen que regir sus relaciones por un mero acuerdo de voluntades, que, entre varones que se visten por los pies, -y damas que se visten por donde quieren- hay más que suficiente, ¿no...?