martes, 18 de agosto de 2015

"¡Demonios amarillos y patizambos...!"

En pocos días he hablado dos veces del revanchismo nipón... seguramente no he sido justo, me gustaría precisar más...

Todos somos hijos de nuestro tiempo; nacido en 1949, cuando aún casi humeaban las ruinas de la Segunda Guerra Mundial, sin duda he recibido unas influencias que muchos, más jóvenes, desconocéis, y no cabe duda de que han influido en mis opiniones, aunque después, en muchos casos, he tenido la oportunidad de reconsiderarlas, al contrastarlas con la realidad. O no...

Desde que me conozco, he sido lector de todo lo que se me ponía a tiro; ahora discrimino más pero, de crío y de jovencito, me lo tragaba literalmente todo: de bien pequeño, caían en mis manos obras muy variadas, de las que iba sacando mis propias conclusiones: y en mis primeros contactos con lo que había sido la reciente guerra mundial, influyeron mis lecturas de una colección de tebeos -hoy llamados "cómics" llamada "Hazañas Bélicas".

Curiosamente, no las compraban en casa, donde consumíamos el TBO, Tiovivo, DDT...; pero las devoraba, por ejemplo, en la peluquería que frecuentaba -siempre he llevado el pelo corto-, donde había un montón, manoseadas y llenas de pelillos cortados de clientes anteriores. Creo recordar que algún amigo también me dejaba ejemplares: entre una cosa y otra, los leí casi todos, supongo...

"Hazañas Bélicas", obra del dibujante Boixcar, era una auténtica hazaña postbélica en su momento; en tiempos políticamente muy duros en España, era difícil hablar de la Guerra Mundial sin meterse en jardines espantosos: en todo tebeo que se precie, ha de haber buenos y malos, por supuesto, héroes positivos y auténticos hijos de su madre... y ahí empezaba el problema...

El papel de "Buenos" no podía ir demasiado desligado del resultado real de la Guerra, de todos conocido. Países latinos y hermanos, como Francia e Italia, que habían hecho una magnífica Primera Guerra Mundial, no se habían lucido demasiado en la Segunda; derrotas, cambios de bando... tan solo los maquis y partisanos habían salvado sus respectivos honores pero... eran comunistas; si no todos, algunos, y eso, en la España de los Cincuenta, no se podía ni mencionar. Ni, por supuesto, la Unión Soviética -"Rusia", para entendernos- que difícilmente podía proporcionar héroes positivos para las historietas... Inglaterra -la Commonwealth-, había hecho una guerra magnífica... pero usurpaba el Peñón de Gibraltar: descalificados también...

Quedaban solo los americanos: guapos, ricos, limpios, habían ganado... tan anticomunistas como nuestros gobernantes y, además, estábamos firmando con ellos los primeros Tratados que nos incluirían, aunque por la puerta de atrás, en sus esquemas estratégicos. Eran, por lo tanto, nuestros héroes ideales.

¿Y los enemigos...? ¿Quienes podían ser los malos...? El dedo acusador señalaba directamente a los alemanes, pero... los nazis habían ayudado a Franco en la Guerra Civil, Franco había enviado una división de voluntarios a luchar en las filas alemanas -y en muchas familias ese era un recuerdo bien presente-, un Vicepresidente del Gobierno de Franco había sido General de División del Ejército Alemán, muchos civiles y militares lucían condecoraciones ganadas en el Frente de Rusia... ni siquiera eran aún muy claras las informaciones sobre las bestialidades cometidas por los Nazis... el papel de los alemanes en los tebeos era, por lo tanto, muy matizado; el soldado alemán -sobre todo, en Rusia- estaba equivocado -¡claro, por eso habían perdido!-, pero luchaba por su Patria, su madre, su mujer... como mucho salía algún nazi malo, malo, caracterizado frecuentemente por el monóculo, una auténtica aberración histórica, porque ese trasto era casi exclusivo del Cuerpo de Oficiales prusianos, los únicos que, en realidad, hicieron algo, aunque poco efectivo, por cargarse a Hitler, mientras que los verdaderos nazis de las SS, un ejército de obreros y campesinos de clase media y baja, se partían la caja cuando los veían con el cristalito en el ojo... Era muy útil la Guerra del Desierto, la llamada por los propios alemanes "Guerra sin odio", Krieg ohne Hasse, porque Alemanes, Italianos e Ingleses podían combatir caballerosamente, con fondos fáciles de dibujar -muchas veces, una simple raya horizontal- y, si había alguna baja colateral, era un libio, ya me diréis...

Quedaba un Enemigo evidente, cantado, con todos los números... estaba lejos, había perdido, no había ayudado a Franco -en forma visible-, había hecho muchas cabronadas y, además, no era ni siquiera occidental, ni cristiano... los japoneses proporcionaban ese enemigo ideal, con su carácter descrito como fanático y obstinado, el lío que se hacía la gente con los orientales, identificándolos con Fu-Man Chú, las trampas astutas, las torturas, los suicidios rituales antes de rendirse... eran más difíciles de dibujar, porque llevaban bandas en las pantorrillas, pero, total, de cara todos eran iguales... ¡Adjudicado...! Incluso, por increíble que parezca, se dice que Franco barajó la posibilidad de declarar la guerra al Japón -una declaración platónica, por supuesto- ante las barbaridades cometidas en la ocupación de las Filipinas, donde aún quedaban muchos ciudadanos e intereses españoles. Hubiese sido la Guerra de la Cerveza San Miguel...

Contra los odiosos japoneses se enfrentaban, por lo tanto, los héroes americanos de "Hazañas Bélicas", especialmente la pareja heroico-cómica formada por Johnny Comando y su fiel "Gorila" -un fornido suboficial, de rasgos negroides, situación impensable en el ejército USA de la época, que aún no estaba "integrado", es decir, negros y blancos combatían juntos, pero no revueltos...-, que muchas veces resolvían la situación a mamporro limpio contra sus enemigos, bien dotados de katanas, rifles Arisaka y pistolas Nambu, al grito de: "!Tomad vuestro merecido, demonios amarillos y patizambos...!"

Como veis, la corrección política aún tardaría años en llegar... muchas fueron las influencias posteriores que fui recibiendo sobre el Imperio del Sol Naciente: su milagroso despegue económico, (bien) la llegada a nuestro país de las primeras empresas niponas (mal; eran tan bordes, o más, que los de aquí), mis lecturas sobre su cultura y su historia, mi primer japonés de carne y hueso -la medio novia de un amigo, encantadora...- con algunas recaídas en lo negativo -"El puente sobre el río Kwai", "El Imperio del Sol"...-,  y nuevos imputs positivos -"El Imperio de los Sentidos"- o como ponerte a cien en Japonés-,  Akira Kurosawa, Tokio, nuestro pintor jotero en Sobrarbe, mis conferencias a alcaldes y concejales japoneses, y los profesores que los acompañaban, con los que llegué a establecer una buena aunque fugaz amistad-... se fue formando en mí un interés hacia todo lo japonés, que culminó con el descubrimiento de su cocina (¡Anna, del Ikkiu!), y que, tras mi viaje a Japón -que desearía no fuese el único-, se ha transformado en cariño y admiración. Aunque sean un poco revanchistas, que aquí también tenemos de todo...

Estoy en condiciones, pues, de afirmar solemnemente que:

.- Los japoneses no son demonios; son un pueblo serio, trabajador, disciplinado, extremadamente amable, amantes de su familia y de sus tradiciones... en momentos históricos determinados, arrastrados por líderes nacionalistas irresponsables, han podido cometer barbaridades, como muchos otros, y las que veremos... pero no son demonios.

.- Los japoneses no son amarillos: sencillamente, no les gusta tomar el sol, y se protegen de él con todos los medios imaginables: las mujeres, en pleno verano, con sombreros y gorras de viseras increíbles, con sombrillas -o paraguas-, con manguitos para los brazos, leggins para las piernas... vi curritos trabajando en obras, a pleno sol y sin preocupaciones, y tenían un tonillo dorado digno de un chiringuito de Marbella.

.- Los japoneses son patizambos: lo siento. Todos no, por supuesto, pero hay muchos. Hay diversas teorías para explicarlo... pero, vamos, lo que en mi pueblo llamamos "garrosos", lo son...


¡Ahí queda dicho...!





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