miércoles, 1 de julio de 2015

Volterra, la Toscana dura.





Hay muchas Toscanas en la Toscana: en Volterra, una villa de montaña, veremos su aspecto más duro, pero no por ello menos bello...


Pasamos de largo Pisa por la Autostrada, hasta que se acaba: los carteles indican ya dirección Roma, y empiezan a verse los magníficos pinos en forma de parasol -piñoneros, diría yo- tan característicos de los paisajes romanos: pero no vamos hacia allí; nos desviamos tierra adentro y, poco a poco, entre tierras de viñedos, empezamos a ganar altura: cae un sol de justicia, los viñedos se acaban, empieza el cereal, siguen las montañas y al final, en la cresta de la más alta, el caserío amurallado de Volterra.

Es otra Toscana; no busquéis aquí la dulzura de las colinas de Lucca, ni el paisaje verde de los viñedos que pronto veremos en San Gimignano: Volterra, la vieja ciudad etrusca, se abre a un paisaje de tonos dorados, pajizos… tanto ese paisaje como sus propias casas, hoscas, rudas, de piedra parda, tienen un cierto aire familiar, no sabría decir si castellano o aragonés; las tierras que la rodean, y que preside desde su altozano, podrían ser los campos de la Alcarria vistos desde Sigüenza, o el Somontano desde Alquézar.




También está vivo el casco histórico de Volterra: es fácil verlo; basta con comprobar si hay bancos abiertos… los visitantes -que no turistas, no es muy turística Volterra- nos juntamos en sus calles con los nativos, que van a sus asuntos… la Plaza la preside el Palacio Prioral, sede de sus gobernantes, cuyos escudos campean en la fachada o en la oscura loggia interior: no parece tierra de nobles terratenientes acaudalados; más bien de familias enriquecidas con trabajos duros, quizás comerciantes de lanas… no se por qué, Volterra me huele a ganado, aunque no lo vemos por ningún sitio, tan solo en la variada oferta de quesos pecorinos.





Están muy preocupados en Volterra: una multinacional, de nombre anglosajón, cierra sus minas de sal, que daban trabajo a un buen número de obreros. No parece un lugar donde encontrar un nuevo empleo resulte cosa sencilla; en medio de uno días de vacaciones -Blanca; yo, de esos, tengo ahora todos los que quiero-, estar frente a un conflicto laboral nos devuelve a las preocupaciones del Mundo cotidiano; ¡vi tantos en los tiempos en que me dedicaba a esas cosas, y nunca me acostumbré a ser testigo, la mayoría de las veces, impotente, de la angustia de quienes no saben con qué mantendrán a su familia la semana siguiente…! les deseo suerte a los compañeros de las minas, sabiendo que, si una multinacional quiere cerrar, ya te puedes poner como te pongas.



Como aprieta el sol, aunque ya empiezan a verse nubes, comemos en el interior de un restaurante que nos parece frecuentado por gentes del lugar; acertamos de lleno: otra vez pasta, pero distinta de las anteriores… Mussolini, que era de la Romagna, tierra ya abierta a la polenta padana, detestaba la pasta; decía que hacía a los italianos pacíficos y culones, en vez de los héroes atléticos que ambicionaba para conquistar Etiopía… o Guadalajara; no le voy yo a discutir el tema, pero la verdad es que la pasta, en todas sus formas y manifestaciones, siempre que no esté bañada en infecto pomodoro, me gusta mucho, soy pacífico, y lucho para mantener mi culo dentro de proporciones aceptables… y, por supuesto, jamás se me ocurriría ir a conquistar Etiopía, pongo por caso…



Salimos de Volterra por sus calles tortuosas, entre casas fuertes y alguna tienda de salchichones de jabalí… nos dirigimos a San Gimignano, la segunda base de esta visita nuestra a la Toscana; nos aguardan sorpresas…




No hay comentarios:

Publicar un comentario