lunes, 8 de octubre de 2018

En la muerte de Macià Alavedra

En una semana llena de emociones, se me pasó por alto la noticia de la muerte de Macià Alavedra...

Recordaba al respecto un amigo de facebook una de mis máximas favoritas: si no puedes decir nada bueno de un difunto, mejor no decir nada... de Hitler sólo se me ocurriría decir que adoraba a los perros y era muy amable con los niños (rubios), y de Franco aún encontraría alguna cosilla, pero de Macià Alavedra, curiosamente, tengo algunos recuerdos divertidos, de él, uno de los máximos exponentes del llamado "Sector Negocis" de Convergència, que acabó pillado en un señalado proceso judicial...

Macià Alavedra fue, durante unos años, Conseller de Governació y, por lo tanto, mi superior en el Departament en el que presté mis servicios -¡cobrando, por supuesto!- durante buena parte de mi vida laboral como funcionario de la Generalitat: y de aquella época proceden esos recuerdos, que no puedo dejar de evocar en el momento de su muerte...

En una ocasión, no recuerdo si en un Debate de Política General o en una moción que afectaba directamente a "nuestro" Departament, estábamos parte del staff de mi Dirección General metidos en una salita del Parlament, preparando las intervenciones del Conseller... en buena práctica, eso habría correspondido a los asesores parlamentarios, y no a nosotros, que cobrábamos por otros conceptos y, a esas horas, deberíamos estar en otros sitios haciendo otros trabajos, pero las fronteras entre competencias y actividades nunca han estado en la Generalitat excesivamente delimitadas... analizábamos las mociones presentadas por los distintos grupos parlamentarios, cuando entró el Conseller, con muchas prisas, y nos dijo que debíamos estudiar especialmente las propuestas de los Socialistas, con el fin de encontrar elementos que se pudiesen consensuar...

"Aquí hay una cosa de los de Iniciativa...!" empezó a decir mi subdirector...

"¡A los comunistas, que les den por culo!", tronó Macià Alavedra... yo, instintivamente, sujeté el asiento de la silla con las dos manos, intentando proteger mi integridad física; mis compañeros soltaron la carcajada, y el Conseller, que se dio cuanta de que aquel "Rivilla" que andaba por ahí tenía ciertas pintas de rojillo, también se rió, mientras nos dejaba con el encargo...

Por si le quedaba alguna duda, poco tiempo después, en plena campaña para el Referéndum sobre la permanencia en la OTAN, le quedó todo aclarado:  yo, como es de suponer, dada mi militancia, defendía activamente el "No", y pasé algunas horas pegando carteles por las calles de Barcelona: si de sabios es rectificar, debo estar llegando a la Sabiduría, porque hoy mi opinión al respecto sería bastante más matizada, no tanto por la contribución que hayamos podido prestar a la defensa de los valores occidentales, sino por los efectos beneficiosos que he apreciado en nuestras propias Fuerzas Armadas, pero... había participado en una marcha nocturna, que terminaba en la Plaça de Sant Jaume, junto al Palau de la Generalitat. Reconozco, también, que era una "Marcha de Antorchas", de esas que tanto gustan en ciertos sectores, aunque yo no llevaba ninguna, siguiendo los sanos consejos, recibidos ya en mi infancia, de no jugar con fuego si no quería, luego, hacerme pipí en la cama... la marcha se estaba disolviendo, y me alejaba, junto con un compañero -que se identifique él si quiere, porque seguramente lo leerá- cuando nos topamos con dos personas que, disimuladamente, salían del Palau de la Generalitat por una puerta lateral: eran Macià Alavedra, envuelto en un abrigo de pelo de camello de lo más británico, y su jefe de gabinete quien, al vernos, se llevó el dedo a los labios, pidiendo discreción...

"¡Conseller, por favor...!" dijimos a coro, nada más lejos de nuestro ánimo que delatar su presencia ante los miles y miles de peligrosos rojos que, en aquel momento, sólo pensaban -pensábamos- en encontrar algo abierto para tomarnos una caña, a altas horas de la noche...

Pocos días después, venía el Presidente del Banco de Crédito Local a firmar unas operaciones de préstamos con el Conseller, para financiar las obras de los municipios afectados por las riadas de 1982: yo era el responsable del tema, había preparado los documentos para la firma, y aparecí ante ellos, cargando con una montaña de expedientes... iba yo, como buen funcionario en acto de servicio, de americana y corbata -conjuntada- y zapatos especialmente lustrados... Macià Alavedra, al verme, no pudo contenerse... "¡Ay, Rivilla... que hoy vienes tan elegante, y la otra noche parecías un Tupamaro....!", me decía, muerto de risa... "Conseller -contestaba yo- hay que vestirse siempre según las circunstancias..."... y me delataba ante el Presidente del Banco de Crédito Local, socialista muy felipista... "¡No te fíes de Rivilla, que quiere que salgamos de la OTAN...!"

Viendo lo bronca que es hoy la vida política en Cataluña, donde tantos puentes se ha roto, no puedo dejar de sonreir ante estos recuerdos de momentos distintos, en que, como es natural, podíamos mantener posiciones políticas muy diferentes, pero siempre dentro de un ambiente de cierto respeto, aunque te enviasen a tomar por culo, pero sin acritud... descanse en paz, Conseller, a pesar de todo...