sábado, 25 de julio de 2015

"Libro Rojo": el primero de los Cuentos de "El Oso"

Para quitarnos de encima la modorra que provoca la ola de calor que estamos padeciendo, he pensado en publicar algunos -o todos- de los Cuentos de "El Oso".

El Oso es. sin lugar a dudas, mi animal totémico: ya hace unos diez años, empecé a escribir cuentos cuyo personaje principal era, justamente, un Oso debidamente antropomórfico -progresivamente antropomórfico, según iban avanzando los cuentos- en los que aparecía yo mismo, como personaje absolutamente secundario: empezaron como una broma sobre los esfuerzos por mejorar la situación de determinadas especies protegidas -esfuerzos con los que, por otra parte, estoy absolutamente de acuerdo-, pero, ya en el segundo, comenzaron a aparecer en la trama problemas y personajes políticos del momento, y el asunto fue derivando... cinco años no parece un largo espacio de tiempo, pero me doy cuanta de que, en cada caso, tengo que realizar una breve introducción para aclarar cosas que, entonces, y en el reducido grupo de amigos y familiares al que iban destinados los cuentos, daba por sabidas.

A los que habéis leído "Tres días en la Pardina" no os sorprenderá ver reaparecer -aunque brevemente- a un par de sus personajes... también en "La Pardina" aparecían tres de "Quizás el año que viene..." Les coges cariño, y no resistes a la tentación de devolverles algo de vida... El Rey ya no es un campechano cazador, sino un señor más joven con aspecto serio y preocupado, y motivos no le faltan. En cuanto a mi personaje, sigo haciendo fotografías, si puedo en Añisclo, pero ya no soy de Iniciativa -aunque conservo un nostálgico cariño hacia ellos- ni trabajo en programas INTERREG, ni en nada... si os reís un poco, misión cumplida.


Libro Rojo





He cruzado desde Pineta, jugándomela varias veces, por un sendero entre las rocas que, a partir de hoy, bien podría ser conocido como “Paso de l’Onso”, como hay tantos en estas tierras: mis antepasados eran tan andarines y tan descerebrados como yo. Ahora corro, ladera abajo, saltando alegremente, e incluso me permito alguna concesión a la estética de los dibujos animados japoneses y, a veces, me deslizo por la hierba sobre mi panza prominente, asustando al pasar a las mariposas. Bucólico a más no poder, te lo juro… Hace sol y  calor, me canso, y me siento un rato a la sombra de una roca. Contemplo el paisaje, esta mañana radiante de finales de verano en que el aire limpio después de la tormenta de anoche me permite ver, en el horizonte, hasta las montañas más lejanas, ya en tierra baja… miro a derecha e izquierda y,  disimuladamente, me rasco los huevos, dicho sea con perdón.

¿Y por qué tanto sigilo, me preguntas, si no hay ni un alma en kilómetros a la redonda? Mira, perdona, llámame paranoico si quieres, pero me siento uno de los seres más observados de la Tierra. Llevo encima miles de euros en sensores, transmisores, gepeeses, han llenado mi territorio de trampas fotográficas, que se disparan en cuanto pongo una pata en un sendero, me siguen por radio y por satélite, de noche, con visores de infrarojos y, por si fuera poco, hay una legión de friquis que me persiguen obsesivamente para intentar fotografiarme, y no pasan dos días sin que escuche el ruído de las cortinillas de sus cámaras ametrallándome y distinga, detrás de los escondites más inimaginables, los tubos de sus teleobjetivos, blancos los Canon, negros los Nikon. Ya se que a ti también te va ese rollo, no lo critico, no hacéis daño a nadie, pero comprende que esté un poco hasta las narices, no tengo privacy .

Y luego están las abducciones, eso si que es jodido… cuando escucho el “flop” de los fusiles de aire comprimido, y siento el aguijonazo del dardo, que duele como una picadura de tábano, apenas si tengo tiempo para encontrar un sitio blando donde caerme, porque una de las primeras veces me fui de morros contra una roca, y aún se me ve la marca, mira aquí… luego te despiertas en medio de un claro del bosque, con una jaqueca horrible y la boca pastosa, una resaca en toda regla, yo, que soy abstemio –todos deberíamos serlo, fíjate lo que le pasó al pobre Mitrofán con el campechano del Rey…- Ni sé las horas que me han tenido ni lo que me han hecho, solo acierto a ver unos tíos con pantalones de pana y jerseys que, encima, se permiten todo tipo de bromas groseras… “¡Qué gordo se está poniendo, el jodido, tendremos que pedir una grúa, como en las residencias…!”. Parece ser que me pesan, me miden, me cambian las pilas de los cacharros, me meten tubos por todos mis agujeros… si, te lo aseguro, me he enterado de que hay un notas escribiendo una tesis doctoral sobre mis almorranas… ¡Increible!: “Haemorroidal veins in Northern Spain Ursus arctos”… confío en que, cuando la publique, me envíe un ejemplar dedicado, puede ser apasionante…

Peor fue lo de Mamá, por supuesto. Imagínate, una tarde estás en Eslovenia, en el Parque Nacional de Triglav, cerca de donde nace el Sava en el Lago Bohim,  comiendo arándanos feliz y contenta y, de repente, te encuentras saliendo de un cajón en Ariège, rodeada de cámaras de televisión y con una horda de energúmenos con boina jurando que te matarán en cuanto los gendarmes miren para otro lado… Contigo no va, ya sé que eres de Iniciativa, pero qué cabrones… y, además, que la amenaza iba en serio; a una colega suya se la cargaron de un tiro en la espalda, en una batida de jabalíes, alegando legítima defensa, y al tío no le pasó nada, entró y salió, y encima con chulería…

De todas maneras, no me quejo: tengo la E de “Endangered” en el Libro Rojo de los Vertebrados de España, y eso, con los tiempos que corren, es un chollo, es casi como ser funcionario antes de que empezasen los recortes. A vosotros no hay quien os entienda: a las especies más adaptables, capaces de evolucionar, de diseñar estrategias de supervivencia con éxitos poblacionales –las ratas, las palomas, las cucarachas, las gaviotas…- las machacáis: a las más inútiles -el lince ibérico, por ejemplo, ese gilipollas que quiere seguir viviendo de los conejos, como en tiempos de los fenicios, que se dejaría morir de hambre antes de meter su hocico de señorito en una bolsa de basura, que aún no ha aprendido a mirar antes de cruzar las carreteras, con la buena vista que tiene, el tío…- a ese, programas de seguimiento, reproducciones “in Vitro”, reintroducciones… como a nosotros que, si vamos a ver, estamos como estamos por gandules y pichafrías… ¿No intentasteis clonar a la cabra vieja aquella que vivía por la Faja de Pelay… ¡¡Clonaríais, si pudieseis, a los dinosaurios!! ¿Que hay una película sobre eso…? Lo que te digo… ¿No habéis leído a Darwin…?

Hablando del asunto… desde hace un rato, vengo captando un olorcillo… ¡¡feromonas!!. Hace poco que he alcanzado la plena madurez sexual –¡no, gracioso, no me han salido pelillos, ya los tenía antes…!- y eso me indica que, en algún punto relativamente cerca de aquí, hay una hembra de mi especie entrando en celo… lo malo es que puede estar a ochenta kilómetros, tranquilamente… ¡si, prodigioso olfato, eso dicen los libros, ya te contaré lo prodigioso que es esta noche, cuando los montañeros saquen sus calcetines a las ventanas del Refugio de Góriz; los oleré como si estuviese allí mismo…! Ochenta kilómetros, llegas allí, hecho polvo, y te encuentras con que es tu madre o la cursi de tu hermana… no es que tengamos tabúes sobre el incesto, es que, cuando tienes una “E” en el Libro Rojo, el tema de la consanguineidad  hay que tenerlo muy en cuenta, que, si no, podríamos acabar como los Habsburgo. A mí me gustaría que la primera vez  fuese con una francesa: ese chic, ese savoir faire… pero me parece que la única que anda suelta ya no está para esos trotes, y, encima, es la que tiene el culo pelado por la sarna, pobrecilla…. Habrá de ser con alguna primita, tendré que refrescar mi esloveno… Prosim? Hvala!....

Tengo también un pequeño problema técnico: estamos a finales del verano, ya lo he dicho, y ando un poco corto de comida. Pronto vendrán los frutos del otoño y engordaré como un tocino para meterme en mi osera a hibernar, pero ahora la cosa anda complicada: las bayas, o me las he comido yo –si, lo reconozco, me he puesto hasta el culo de bayas…- o se las han llevado los turistas para hacer pacharanes. De la miel, mejor no hablar: las abejas tienen cada día peor carácter, metes las patita en una colmena y te ponen a gusto.. sintiéndolo mucho, no me quedan muchas opciones. Manos a la obra…

El rebaño de ovejas sestea en la hondonada, juraría que son las de Casa Pardina de Crapamote: me acerco sigilosamente, casi de puntillas, con el viento de cara… un perré negro me ladra dos o tres veces, como para cubrir el expediente, y luego sale corriendo: bien hecho, chaval, contigo no va el tema… sigo aproximándome, disimulando, hacia una oveja gorda que me mira con los ojos  muy abiertos, como si dijese “¡Ahí va, que perro tan graaaaaande…!” ¡Pobrinchona!, un zarpazo y ya está lista, tampoco es cosa de hacerla sufrir… uno es un profesional, no un sádico… rápidamente, le abro el vientre con mis garras, y hundo mis fauces en sus entrañas humeantes… sorry, pero somos fieras, no peluches; hacemos estas cosas, y, al fin y al cabo, también Mitterand se comía los pajaritos sin limpiarles las tripas, los gourmets siempre hemos sido unos incomprendidos.

The deed is done, como dijo Macbeth, en pocos minutos me la he comido, y, mientras me lamo las zarpas, veo de reojo como se acercan los buitres, seguidos de cerca por un solitario quebrantahuesos… ¡El quebranta, otro colega de Libro Rojo! A ese, encima, le hacen ponerse un chaleco de plástico naranja, como si estuviese trabajando en una carretera… los buitres, que se preparen, que ahora son muchos, y ya estáis diciendo que si habrá que hacer algo para controlar la población… ¡genocidas, que eso es lo que sois, unos genocidas…!

Bueno, ya he descansado;  mientras las carroñeras acaban con los últimos huesos de la oveja, no me queda más remedio que cumplir con mis obligaciones burocráticas: Del bolsillo que me implantaron en el anca derecha en la última abducción, saco la PDA. Introduzco mi PIN, y el GPS carga directamente la localización del ataque. Ahora paso por el lector óptico el código de barras de la tarjeta de plástico que llevaba en la oreja mi pobre víctima… ¡Exacto, Casa Pardina, Ramón va a pillar un rebote…!. Luego firmo, poniendo mi zarpa sobre la pantalla táctil, y los datos se transfieren al Departamento de Medio Ambiente del Gobierno de Aragón, al Departamento de Agricultura, al de Economía, y a la entidad bancaria donde tiene domiciliada su cuenta el damnificado… hummm…. 2100, La Caixa… así que a Barbastro no solo baja para ir de putas, el muy golfo… en tres días –¡bueno, ya serán  siete!-, tendrá abonada la indemnización: es un programa INTERREG, cofinanciado con fondos europeos: desde que funciona, los malos rollos con los ganaderos se han atenuado considerablemente, todo era cuestión de sentarse a hablar, y poner algunos eurillos encima de la mesa. Compruebo el saldo de mi partida; a pesar de que me han reducido un 5%, me queda consignación para ocho o nueve ataques de oveja, quizás puedo pedir una modificación de crédito para poder comerme alguna ternera, creo que con eso llegaré bien al Otoño.

El olorcillo vuelve, ahora lo noto más cerca, a ver si hay suerte y está a menos de cincuenta kilómetros… ¡Venga, chaval, mucho gusto y hasta otra, yo voy pasando, que he quedado….! ¡¡Adioooooossss!!

Julio 2010

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