lunes, 25 de abril de 2016

Noticia de un Hombre Granizo

Ayer comentaba que había pasado el día en los bellísimos parajes de La Valle de Laspuña, y, de pasada, citaba la observación allí de un "Hombre Granizo" -o "Grandizo", que de las dos formas lo he visto escrito- hace ya más de cuarenta años. Algunos amigos me piden información adicional sobre el tema... ¡Con mucho gusto!

En una aburrida mañana de mi pacífico Servicio Militar, vinieron a verme, alborozados, dos compañeros de armas, aunque eso fuese mucho decir, porque solo tocábamos máquinas de escribir y escobas... "¿Antonio, tu eres medio de Boltaña, no? ¿Has leído lo que viene hoy en el Heraldo...?"

Pese a mis buceos por el gúguel, no he podido rescatar ninguna información al respecto; se lo pediré a mi madre, que es mucho mejor que yo buscando noticias antiguas: brevemente, y según recuerdo, los hechos descritos en el Decano de la Prensa Aragonesa eran los siguientes: unos leñadores (¿dos...? ¿más...?), que se encontraban en La Valle de Laspuña, entregados a las labores propias de su oficio, fueron sorprendidos por la aparición de un ser con las siguientes características: a) apariencia general humana. b) muy grande c) en pelotas, pero extremadamente peludo y c) dotado de una notable mala leche, porque avanzaba hacia ellos gritando y gesticulando, lanzándoles piedras, palos y -ahí ya no sé si entra en juego mi perversa imaginación - excrementos, ignoro si propios o cagajones de jabalí, tan abundantes -los jabalíes y los cagajones- en aquella zona.

Los leñadores, poco inclinados al heroísmo, emprendieron rauda y vergonzosa fuga.. al día siguiente -¿reconfortados con alguna copita de coñac?- volvieron al lugar de los hechos, y encontraron el torno metálico de grandes dimensiones que utilizaban para sacar troncos del bosque -creo recordar que le llamaban "El piojo"- completamente aplastado bajo piedras gigantescas. Fin de la información.

Ya en su momento, el tema me intrigó... una primera explicación corrió entre mi círculo de amistades... "¡Un maquis, superviviente de los que por allí campaban en los años 40...!" Rápidamente la descarté; el más joven maquis de 1945 debería andar ya cerca de la cincuentena, edad poco propicia para ir dando tumbos por el monte, habiéndose desprendido de su zamarra de cuero y su metralleta Sten, y, además, no constaba que hubiese lanzado "¡Vivas!" a la República ni se hubiese cagado en la madre del Jefe del Estado...

Mis explicaciones iban por otros caminos que, paulatinamente, la Ciencia ha ido confirmando: ahora es comunmente aceptado que nuestros antepasados Homo sapiens sapiens mantuvieron relaciones lo suficientemente próximas con otras especies humanas -los Neandertales y los Demisovanos- como para intercambiar dotación cromosomática... eso no quiere decir, necesariamente, que las relaciones fuesen pacíficas; no es infrecuente intercambiar dotaciones cromosomáticas con individuos con los que se mantienen relaciones problemáticas y, de hecho, muchos bufetes de abogados viven de eso... no me resulta difícil imaginar al Sapiens Sapiens mirando a los ojos de la Neandertala y diciéndole: "No eres tú... soy yo... ¡y deja de emitir sonidos guturales por tu poco desarrollada glotis!", y a la pobre Neandertala, con lágrimas en los ojos, pensando,,, "¡Siempre nos quedará Atapuerca...!" ¿Qué tendría de extraño que, en algunos pocos y privilegiados lugares, hayan sobrevivido poblaciones residuales de descendientes de aquellas lejanas relaciones, cuya guarda y custodia no fue encomendada a ninguno de sus progenitores, y que se han mantenido en la clandestinidad, evitando en todo lo posible las relaciones con sus evolucionados parientes..?

Hay, junto a nuestro Hombre Granizo, dos casos perfectamente documentados; en las altas tierras del Himalaya, entre Nepal y el Tibet, campa desde siempre el Yeti, del que ya nos daba noticias en sus viajes una fuente tan fiable como Tintín, el famoso reportero de "Le p'tit Vingtième". Creo que la última referencia procede de unos montañeros japoneses que, en 2008, han logrado fotografiar sus huellas y, creedme, lo que dicen los "japos" va a misa, aunque sea misa sintoísta...

Las heladas tierras de las Montañas Rocosas (O "Rocallosas", en las deliciosas traducciones al Latinoamericano de tantas y tantas películas) son zona de campeo del Sasquatch o "Big Foot", el Pie Grande: (por cierto, ¿Por qué "foot" y no "feet"...? ¿Vá siempre a la pata coja...?): en ese caso, tratándose de zonas más frecuentadas y con personal más dotado de adelantos tecnológicos, las pruebas de su existencia son abrumadoras... en los últimos cinco años se han producido más de diez observaciones, cifra muy superior a la de las ruedas de prensa de Rajoy, de cuya existencia nadie duda... en la última, en 2015, Bigfoot fue filmado en el mítico Parque de Yellowstone, ignoro si en compañía de mis amados Yogui y Boo-boo...Se trata de un individuo -o muchos, a saber...- de entre 2,1 y 2,2 metros, nada fuera de lo común en equipos de basket, y bastante por debajo del "techo" aragonés, marcado por el sallentino Fermín Arrudi, fallecido en 1913, que medía 2,29 y pesaba 170 kilos, y cuyos calzoncillos marianos, sostenidos a duras penas por dos mesaches, tengo el gusto de presentaros...





Afirmo, pues, salvo opinión científica mejor fundada, que nos hallamos ante un caso de pequeña población relicta, descendientes de devaneos -o relaciones más formales, vayan ustedes a saber- entre Sapiens Sapiens y Neandertales, acaecidas en los últimos 30.000 años, época en la cual poco o nada ha cambiado en La Valle de Laspuña: seguramente un análisis de ADN confirmaría sin lugar a dudas mi teoría; deberíamos, por lo tanto, buscar cualquier residuo de Hombre Granizo presente en la zona; ante la dificultad de encontrar pelos, me inclino por los excrementos; aconsejo investigar en todos aquellos que no tengan, en sus inmediatas proximidades, uno o varios kleenex...

Parece confirmar mi opinión la reciente filmación de lo que solo puede ser un Hombre Granizo en las pistas de Formigal, el pasado 16 de febrero, aunque, por desgracia, el medio donde fue publicado -Forocoches- no alcance los niveles de común aceptación, por su fiabilidad, que pudiese revestir, por ejemplo, National Geographic.

Sobre el hecho de que aparezcan desnudos y sumamente peludos, solo puedo formular hipótesis; es posible que algún proceso de evolución paralela les haya conducido a aceptar las evidentes ventajas morales y sanitarias del Nudismo, ya que se ven abocados por las circunstancias a la Alimentación Ecológica y, por otra parte -y hablo por propia experiencia- es prácticamente imposible encontrar prendas de ciertas tallas en HyM, Zara y otros establecimientos a precios asequibles... en lo referente al vello corpóreo, la práctica inexistencia en sus lugares de residencia de centros de estética dotados de tecnología laser les imposibilita un depilado medianamente eficaz, ya que debe ser punto menos que imposible hacerlo a la cera o la epilady... si bien es cierto que la visión de un Hombre Granizo con ingles brasileñas podría provocar serios trastornos psíquicos en el infortunado observador... cabe al respecto formular una última precisión: no se han descubierto evidencias cromosomáticas de cruce con Neandertales o Demisovanos en ninguna etnia subsahariana: eso explica que todas las observaciones incidan en el gran tamaño general, sin detenerse en detalles como, sin duda, hubiesen saltado a la vista en un hipotético cruce entre Neandertala y, pongo por caso, senegalés.

Me preguntan también algunos amigos por la posible relación entre el Hombre Granizo y Silván de Tella: tengo mis dudas, por dos fundadas razones: área de distribución, y posición en la Cadena Trófica.

En cuanto al área de distribución, es necesario recordar que entre La Valle de Laspuña y las altas tierras de Tella, pese a su proximidad geográfica, se encuentra un obstáculo difícilmente salvable; la A-138, con su intenso tráfico, sobre todo en verano y, muy especialmente, durante las Fiestas Mayores del mes de Agosto, cuando, además, una parte sustancial de los conductores no se encuentran en pleno uso de sus reflejos... las colisiones con Silvanes y Hombres Granizos estarían a la orden del día y, quizás, como en el caso del Lince Ibérico, hubiesen conducido a ambas especies a los umbrales de la extinción... Por no hablar de las primas que las Compañías de Seguros cobrarían a los conductores sobrarbenses...

Y, en lo referente a sus hábitos alimenticios, poco sabemos de los propios del Hombre Granizo, aunque todo parece indicar que puede mantenerse a base de una dieta generalista y omnívora, similar a la del oso, con preferencia por los alimentos de origen vegetal -hayucos, bellotas, bayas, tubérculos...- setas, miel, y algún aporte ocasional de carroña o de pequeñas presas. Ese carácter generalista y oportunista de su dieta juega, sin duda, a favor de la pervivencia de la especie, si bien es cierto que difícilmente pueda favorecer un despegue poblacional; no creo posible, en las presentes circunstancias, un "baby boom" de Hombres Granizos.

En cuanto a Silván, las informaciones son mucho más precisas; se alimentaba, preferentemente, de ovejas, sin descartar algún pastor, y, dada la proximidad de su guarida al Convento de las Devotas, muy seguramente integraba también a las monjas en su dieta... en este caso, me temo que sus requerimientos tróficos juegan abiertamente en contra de las posibilidades de supervivencia de su especie: en crisis la ganadería ovina de montaña, prácticamente extinguidos los pastores -salvo los eléctricos, que, a estos efectos, no cuentan- y  con serios problemas en lo referente a las disponibilidades de monjas, desaparecidas las jugosas novicias, a las cuales hincaba gustoso el diente incluso Don Juan Tenorio, y reducidas las poblaciones existentes a señoras de edad avanzada con zapatones ortopédicos, lamento afirmar que Silván, posiblemente, esté viviendo sus últimas horas como especie habitante de nuestras montañas, si no se producen rápidas y decididas intervenciones de los Poderes Públicos, reintroduciendo la Novicia, complementando las ayudas de la Unión Europea para el Ovino de Montaña y, a ser posible, creando algún Centro de Formación Profesional para pastores.








viernes, 22 de abril de 2016

A Carlos Zanón, con admiración...


(Que, encima rima…)




Ha aceptado mi “amistad” en Facebook el escritor Carlos Zanón; rodeado de tantos personajes (no hay más que abrir los periódicos) apenas merecedores de una breve mirada conmiserativa, es un placer tener contacto -siquiera sea digital y lejano- con alguien a quien consideras digno de admiración. Y ese es el caso de Carlos Zanón, cuya obra poética degraciadamente aún no conozco, pero alguna de cuyas novelas figuran entre las que mayor impacto me han producido en los últimos años. Las páginas finales de “No llames a casa” , por ejemplo, te abocan literalmente a un pozo negro, en cuyo fondo ves, con horror, reflejado tu propio rostro…”¡Me podría pasar a mí!”, te dices, con incredulidad, pero con la certeza de que, debidamente encadenadas las consecuencias de tus actos, difícilmente puedes prever  hasta dónde podrías llegar…

Además, Carlos Zanón nació, vivió y ha construído sus referentes creativos a pocos cientos de metros de donde nací y viví, Avenida Vírgen de Montserrat, esquina Luis Sagnier… él se mueve por el entorno de la Plaça Catalana, Amílcar, Varsovia… en uno de sus últimos cuentos aparece el Gimnasio Club Guinardó, en cuya sala el atlético Sr. Esquerra me introducía en el yoga, e intentaba, en vano, enseñarme a saltar el potro, único -e invencible- obstáculo que se interponía entre yo y la estrella de Alférez de Complemento, a la que me vi forzado a renunciar y cambiar por los no menos honrosos -pero peor pagados- galones de cabo… 

Sinceramente, nunca pensé que el Guinardó fuese un barrio especialmente literario, pese a que debiese su nombre al Roc Guinard retratado con tanto detalle y consideración en la Segunda Parte de “El Quijote”; pero ahora resulta que viví a cosa de un kilómetro -y diez o doce años después- del mundo de Marsé -al que pronto he de dedicar algunas líneas, en cuanto lea su nueva obra-, y a escasos trescientos metros -y diez o doce años antes- del mundo de Zanón… 

Si del mundo de Marsé me quedaba la absoluta prohibición de hablar con “Los niños de las barracas”, que veía, amenazantes, desde las ventanas de la Escola del Mar, con sus rodillas llenas de costras y sus alpargatas negras, y de los que debíamos mantenernos alejados, por si la miseria fuese contagiosa, el mundo de Zanón, que se superpone al mío de pocos años antes, me resulta curiosamente extraño: sospecho que, entre uno y otro, se sucedieron dos fenómenos que solo me tocaron muy de refilón: el Rock -yo me fui más hacia el Folk, cosas de la vida- y la heroína, el caballo desbocado que llevó al otro lado de la realidad -o, simplemente, a la muerte- a tantos y tantos de la generación inmediatamente posterior a la mía.  También mis calles se transformaron: empezaron a caer como moscas las casitas con jardín, desaparecieron la enorme granja de pollos y los grandes espacios libres, y comenzaron a crecer bloques y bloques de pisos pequeños, con bares de camareras en los bajos, que venían a competir con el mítico Marlène, con su casco prusiano en la puerta, propiedad, según decían, de un antiguo combatiente de la División Azul… pero no deja de resultarme inquietante pensar que, por la puerta de aquellos garitos donde los personajes de Zanón intentan resolver sus vidas -con un éxito perfectamente descriptible-, podía, en cualquier momento, pasar yo, con mi cartera llena de libros y mi despiste habitual, camino de la Facultad…


Tened un detalle con vosotros mismos; celebrad mañana el Día del Libro regalándoos una obra de Carlos Zanón. Por ejemplo, la última que ha publicado, “Marley estaba muerto”: me agradeceréis el consejo…

lunes, 18 de abril de 2016

Paseando por Buenos Aires: Recoleta



Serán pocos días, pero no me cuesta nada acostumbrarme a Buenos Aires: finjo que paseo por sus calles, como si lo hubiese hecho siempre, como si mis horas allí no estuviesen ya contadas…



Mi barrio, en Buenos Aires, es Recoleta: es un barrio “pijo”, ya me parece bien… allí se retiraron los antiguos porteños cuando las fiebres les hicieron desconfiar de las cercanas aguas del Río de la Plata. Nuestro hotel está en Lasheras, al 2100. Lasheras es un general, nada que decir, yo también nací y crecí en una ciudad llena de calles de generales: y “al 2100” es la forma correcta de decirlo; he probado otras alternativas “En el 2100”, “Número 2100”… y siempre he despertado gestos de incomprensión: debe ser lo mismo que, según dice nuestra Lehrerin, les pasa a los alemanes, que si no pones el verbo en segunda posición, no te entienden… Han desarrollado los bonaerenses un sistema de georeferenciación único en el Mundo: les digas la dirección que les digas, en un momento saben a cuantas “cuadras” estás y, más o menos, cuanto te puede costar llegar andando, en el “Subte” o en los “Colectivos”….El “Subte” es, por supuesto, el Metro; no hay muchas líneas, y suelen seguir grandes avenidas; me recuerda algo al de Nueva York, en el sentido de que uno y otro han conocido días mejores; en una de sus estaciones, un mural de mosaico, futurista, nos retrata cómo veían su ciudad en los años 30 del Siglo Pasado, una potencia económica, agazapada para saltar limpiamente hacia el Futuro… fueron, sin duda, años de optimismo desbordados y de vitalidad extrema.







Los “colectivos” -los autobuses- abundan a cientos… te colocas en el bordillo de una gran avenida, y pasan y pasan sin parar… la mayoría son modelos anticuados, de piso alto y mucho cromado, que requieren, en los “paraderos” unas aceras sobreelevadas, para subir o bajar con facilidad: empiezan a verse también autobuses de “Piso bajo”, confío en que se generalicen…. “Subte” y “Colectivos” son sumamente baratos (aunque creo que Macri acaba de subirlos drásticamente) y puedes pagarlos con una tarjeta-monedero de fácil recarga, la “Suve”…. si no, siempre te queda el taxi: hay muchísimos, normales y “remises” -tienes que pedirlos por teléfono-, a precios muy sensatos, y conducidos por gente, en general, sumamente amable. Por cierto; para pedir a un taxi que pare, debes indicar con la mano hacia abajo; si es a un “colectivo”, brazo arriba, a lo falangista… Para más comodidad, para un barcelonés, los taxis van pintados de negro y amarillo; ¡perfecto!





Me voy fijando en los coches; el estado del parque móvil es una buena señal de la situación económica; veo bastantes coches nuevos, pero de gama media-baja: hay unos Volkswagen “Gol”, que se quedan a medio camino entre el Golf y el Polo, y muchísimos Chevrolets fabricados en Argentina para el Mercosur… veo Mercedes, pero pocos BMW o Audis… De entre los modelos viejos, me sorprende ver aún muchos R-12 de Renault, coche que, supongo, se debió dejar de fabricar en los años 80, y un modelo de Peugeot que se fabricó en Argentina también hace muchos años… en Tierra de Fuego predominaban los coches pequeñitos -a pocos sitios se puede ir allí en coche-, y Patagonia era el reino de las pickups.

Recoleta, ya os lo he dicho, es un barrio elegante; elegante quiere decir también, generalmente, seguro; de día hay mucha presencia policial; policía municipal y metropolitana; me llaman la atención los coches policiales, de enormes parachoques; me dicen que es para arremeter contra los vehículos perseguidos o -cosa más creible- contra las barricadas. De noche la presencia flojea un poco, todos los gatos son pardos, y me sorprendo cuando me cuentan que, al acabar una cena o una fiesta, no es insólito que los amigos se llamen por teléfono para saber si han llegado bien a sus casas… la primera noche que salimos a cenar, vi un grupito de muchachos muy jóvenes, con cierto aire de malotes; con cambiar de acera, no problem, pero cuando no conoces los códigos, vas siempre un poco vendido.



¿Qué tiene Recoleta digno de ser visitados? tiene un bonito centro comercial, donde aún llego a pillar las rebajas de verano -que allí deben ser de Febrero, digo yo- y comprarme una camisa, tiene un montón de restaurantes, en especial uno, auténtico templo de la “Milanesa”, donde nos comemos sendas piezas de media hectárea, preguntándonos cómo diablos consiguen sacar algo tan grande de una simple vaca… pero, sobre todo, tiene cuatro cosas importantes, y a pocos metros de nuestro hotel; una iglesia, una plaza, un Centro Cultural, y un cementerio.

La Iglesia es la Iglesia del Pilar, uno de los edificios coloniales más antiguos de Buenos Aires… mirad por un momento el mapa de la América Hispana tal y como ellos lo veían; las tierras del Plata eran lejanas y, además, pese a su nombre, pocos metales preciosos producían; durante muchos años fueron un lugar remoto, gobernado desde el rico Perú, y no fueron ascendidas a Virreinato hasta los últimos años del dominio español: así, sus edificios coloniales no tienen nada que ver con la magnificencia barroca tan presente en otros lugares: son humildes, sencillos, y muy posteriores; pero El Pilar tiene un encanto especial, nacido precisamente de su sencillez exterior, y el contraste con su interior, ricamente ornamentado… además, ni que decir tiene que, para un medioaragonés, El Pilar nunca te deja indiferente: uno tendrá o dejará de tener sus creencias, pero el tótem de la tribu se respeta, claro que se respeta…



Muy cerca del Pilar, el Centro Cultural de la Ciudad de Buenos Aires; aprovecha un edificio viejo -es difícil aplicarles el concepto de “Antiguo” a edificios mucho más modernos que mi casa de Boltaña-, muy correctamente restaurado, y es un hormiguero de gente dirigiéndose a las muchas actividades que alberga; con mucho gusto hubiese dedicado varios días a pasear por su agenda, tan prometedora… pero dura es la vida del turista, incluso del que tiene vanas pretensiones de viajero; quieres ver, experimentar, oler, tocar… muchas cosas en poco tiempo, lo que ganas en extensión, necesariamente lo pierdes en intensidad, en fín…

La Plaza de Francia es muy grande, en fuerte desnivel; durante el fín de semana hay allí un mercadillo de artesanía, donde sucumbimos al color local y compramos una bella calabaza con su bombilla para el mate, decoradas en plata, y grupos de jóvenes se reúnen en su cesped, mateando, comiendo choripanes y tocando guitarras y bongos: tiene alguno de los árboles más grandes y bonitos que he visto en mi vida: hay extrañas araucarias, enormes “gomeros” y, especialmente, no menos enormes ejemplares de ombú, ese árbol que, en realidad, es una hierba gigante, y la sonoridad de cuyo nombre, recogido en una obra de Alejandro Casona, exiliado muchos años en Buenos Aires, tanto gusta a mi madre… un atlas metálico sustenta una gigantesca rama, frente a los agradables restaurantes con terrazas bajo las copas, iluminadas con velitas, en uno de los cuales cenamos. Por la mañana, cruzando la plaza, una pareja ya mayor, elegantemente vestida, se aproxima a nosotros, al vernos admirar los árboles… “Linda la plaza, ¿no? -nos dicen- nosotros llevamos treinta años viviendo aquí, y cada día salimos un ratito, a admirarla…” No es extraño, en Argentina, que gente que no conoces de nada te dirija la palabra, se interese por tu procedencia, cruce contigo unas frases siempre amables, pero es especialmente grato encontrarse con personas tan felices en su entorno; de acuerdo, es un entorno privilegiado, pero aún así hay quien se las ingeniaría para estar todo el día dando por saco hasta en el mismísimo Paraíso, y no digo ya en el Cristiano -que, sinceramente, me parece algo soso y aburridote- sino en el Musulmán, infinitamente más logrado y repleto de atractivos…







El Cementerio de Recoleta es justamente lo contrario de los cementerios que, para mí, aún tienen un pasar, y me reafirma en mi firme deseo de ser incinerado y aventadas mis cenizas en lugar que no diré, porque posiblemente -vamos, seguro- es ilegal, pero ya he cursado instrucciones muy precisas a mis herederos. Recoleta es una Ciudad de los Muertos pero, extrañamente en Buenos Aires, sin vegetación. Además es una ciudad de clase media-alta, todas sus tumbas son “Bóvedas”, que es como aquí llaman a los Panteones, con gran lujo de piedra o -me parece a mí- sobre todo, cemento y piedra artificial, o mármoles importados, en un terreno pampero donde el estrato rocoso debe andar varios cientos de metros por debajo de la superficie. Las familias patricias o, simplemente, ricas que aquí construyeron sus panteones se gastaron en alardes arquitectónicos y escultóricos lo que ahorraban en vegetación, solo presente en los más abandonados, donde los excrementos de las palomas, benéficos en este caso, han dejado caer semillas que germinan en un entorno tan hostil.




Todo el cementerio, por lo tanto, es un alarde escultórico, pero de una época en que la escultura -y no digo ya la funeraria- era de un clasicismo que tira, literalmente, de espaldas… en sus bóvedas, muchas veces con puertas de cristal que dejan ver el interior, reposan en sus ataudes -expuestos- lo más granado de las dos o tres generaciones que vieron a Argentina pasar de una ex-colonia de país segundón a país emergente en el concierto económico mundial. Chavales, allí hay poderío en cada metro cuadrado, hay lana, hay trigo, hay bifes de chorizo en cada querubín lloroso, en cada Piedad… me llama la atención ver bóvedas corporativas; colegios profesionales, asociaciones empresariales… una de las bóvedas, según la placa que campea en su pared, es ofrenda de los oficiales de su Regimiento a un Coronel; me los imagino sacando las perricas de sus magras nóminas -ya lo dijo Lope; la Milicia, “Religión de hombres honrados”- para pagar a escote el pastón que les costaría la bóveda del Usía…




Allí, en una calle lateral, sin nada que la identifique, salvo la acumulación de flores en sus puertas, está la tumba de su habitante más conocida; Eva Duarte de Perón. 

Dios me libre de meterme en los jardines de la Política Argentina, que conozco solo por referencias; de hecho, últimamente me produce urticaria hablar hasta de la Política Española -y no digamos ya de la Catalana-, políticas que conozco como si las hubiese parido… la figura de Evita es, en Argentina, omnipresente; bustos en lugares públicos, con o sin su marido, su imágen en un edificio en plena Avenida 9 de Julio, nombres en calles… incluso una ciudad, anunciada en su desvío en la autopista que conduce a Eceiza; allí, en la bóveda familiar -“Familia Duarte”- reposan sus restos, tras una muerte casi tan aventurera como su breve vida: murió a los 33 años y, según me dicen, mientras sus fieles descamisados la lloraban -aún la lloran ahora- sus enemigos políticos inundaron Buenos Aires de pintadas que rezaban: “¡Viva el cáncer!”. Su cuerpo, embalsamado por un doctor de apellido extrañamente familiar para un boltañés -Ara-, fue secuestrado y permaneció durante años en desconocido paradero, hasta que su viudo pudo recuperarlo y custodiarlo un tiempo en su chalet de exiliado de lujo, en Puerta de Hierro, hasta su regreso triunfal -el de ambos, no exento de serios problemas- a Argentina.





Pero mi Evita no es, por supuesto, la encendida oradora que levantaba a las masas, ni mucho menos la heroína de una ópera “Pop”, aunque “No llores por mí, Argentina” tiene una extraña belleza; el recuerdo de Evita, ”La Perona”, en España, no puede disociarse del hambre, auténtica hambre que pasaron mis paisanos en los durísimos años de la postguerra, cuando sólo el Gobierno de Perón se atrevía a mantener relaciones con el apestado dictador fascista -aún no reciclado por la Guerra Fría en fiel amigo de las Potencias Occidentales y Democráticas-, y los suministros argentinos -trigo, carne…- eran los únicos que llegaban a España… aún hoy, una judía verde -un “poroto”, en Argentina- es llamada “de La Perona”… cuando yo hacía el Servicio Militar, en 1974, un compañero fue enviado en un camión a recoger carne de un depósito militar; cuando volvió, pálido, me dijo “¡Nos estamos comiendo vacas que estaban ya muertas cuando yo nací!”. Vacas argentinas, congeladas desde hacía más de dos décadas… ¿Y sabéis una cosa…? la grasa estaba un poco rancia, pero nos las comíamos bien a gusto, después de una mañana de pegar barrigazos en el suelo, haciendo la instrucción… ante su lápida -quién no es agradecido, no es bien nacido- le doy las gracias, mentalmente, por sus bifes y sus porotos. y, por qué no decirlo, también por la ilusión que supo sembrar en miles y miles de personas… ilusiones no siempre correspondidas con la realidad pero… ¿por qué será que los únicos que cumplen con sus promesas son los que prometen jodernos, pero bien jodidos…?







miércoles, 6 de abril de 2016

Espiello 2016




El Viernes empieza la decimocuarta edición de Espiello, Festival Internacional del Documental Etnográfico de Sobrarbe: dedicada muy especialmente a mis compañeros voluntarios...





Sobrarbe es una tierra extraña, de contrastes, apasionante: como todas, o casi todas, a poco que te acerques y rasques bajo su superficie: solemos decir que, los de mi edad, hemos vivido la transición de una sociedad agraria y tradicional a algo completamente distinto, que hemos visto desaparecer cosas que estaban ahí desde siempre, y hemos visto nacer cosas nuevas… no ignoro que mi generación formamos una débil capa, una especie de costra de nata sobrenadando el mar burbujeante de jóvenes que integran buena parte de la población mundial, pero eso mismo que decimos pueden decirlo todos mis contemporáneos, en cientos, miles de idiomas distintos, algunos en boca de sus últimos hablantes.

En cualquier caso, Sobrarbe fue, durante años, destino soñado del Viajero, aquel ser todo curiosidad, todo entusiasmo ante lo Diferente, que luego fue especializándose: geógrafo, geólogo, biólogo, antropólogo… buscaban en sus tierras y sus gentes lo Auténtico, lo Originario… no les faltaba razón, pero si, seguramente, información: Sobrarbe, como todo lugar de paso -como todo lugar; todos son de paso- conoció siempre el peregrinar del Hombre sobre la Tierra; tras cruzar por sus pedregales, sus puertos inhóspitos, bajo sus árboles acogedores y junto al agua fresca de sus ríos, descansaron por un momento  -por el breve momento de sus vidas- Iberos y Celtas, Romanos, Musulmanes y Judíos…subían ferreros, bajaban navateros, pasaban franceses huyendo de Francia, se cruzaban con españoles huyendo de España… subían curas,  muchos curas; bajaban curas, muchos curas; subían carabineros y maestros, bajaban taxistas… subían catalanes a hacer la mili; bajaban sobrarbenses, como funambulistas, caminando por los cables eléctricos, siguiendo el camino de los voltios, hacia Barcelona o San Sebastián… y, mientras tanto, pastores iban y venían, con noticias, costumbres, cantos, historias… en su zurrón, junto al mendrugo, el cacho de queso y la navajeta…

Poblamos, malpoblamos, pocopoblamos Sobrarbe gentes muy distintas: algunos -pocos- nunca se movieron: a otros nos fue de un pelo perdernos, pero nos autorescatamos a tiempo; otros, muchos otros, echaron un día a andar, y no pararon hasta aquí; y aquí siguen, mientras quieran, mientras puedan… Don Antonio Cánovas del Castillo, cínico como toda persona inteligente y conservadora, decía que era Español aquel que no podía ser otra cosa; eso no rige en Sobrarbe; todo el que está aquí ha podido ser otra cosa, y muchas veces lo ha sido; si es Sobrarbense es, lisa y llanamente, porque le ha dado la gana, y mientras le dé por ahí… al igual que nuestro río Ara, nuestro orgullo, el último gran río vírgen de los Pirineos, Sobrarbe es un cauce eterno, reconocible a lo largo de los Tiempos… pero cada molécula de agua que arrastra es de su padre y de su madre.

No es de extrañar que, hace ya catorce años, un grupo de sobrarbenses -es decir, de personas que eran sobrarbenses en aquel momento, no necesariamente ni antes ni después- reflexionasen sobre qué construye una comunidad, de dónde nace, hacia dónde va, cuánto dura, en qué es original, en qué se parece a todas las demás… bajo los muros de la Casa de Cultura de Boltaña -esa arquitectura tan nuestra, tan reconocible para cualquier Sobrarbense, pero que no nace de ningún genio especial, de ninguna intuición original, sino del mero hecho de que aquí hay piedras y losas, y no otras cosas…- maduraron la idea -esa si, genial y propia- de devolver, de rebotar el interés recibido durante tantos años; desde una tierra paraíso de etnógrafos, de chamineras y cadieras, de brujas y encantarias, de abarcas, ovejas negras y piedras horadadas, de carlinas en las puertas… paseemos un espejo -un Espiello- sobre la vida de los demás. Un Espiello en el que los otros se vean, como los ven desde fuera, y aprendan a mirarse también cara a cara.

Y en eso estamos, tantos años después; cuando levantemos el telón, nos juntaremos allí comunidades muy diversas; están, por supuesto, los que hacen Espiello desde la Comarca de Sobrarbe, ese equipo humano, afortunados mortales,  que tiene el inmenso placer de trabajar en lo que les gusta... estamos los voluntarios, tan variados, tan variopintos como es Sobrarbe; debo ser de los que más abuelos sobrarbenses acumula, y no paso de dos; gente rara, que pasamos medio año preparándonos para Espiello, preparando Espiello, y medio año después recordándolo… Está un público que cada año  se amplía, se mantiene y, al mismo tiempo, se renueva… pocos faltan, y al que falta, se le echa a faltar… y están nuestros héroes: los creadores, los documentalistas, gente mucha veces jóven, alguna vez obstinadamente maduros, gente impulsada por la emoción de moverse, de conocer, de llegar a entender… nuestra Siñal d’Onor recae siempre en una personalidad consagrada, alguien que ha dejado atrás, que está dejando atrás una obra conocida y reconocida… pero junto a ellos levantarán su trofeo quienes están empezando, quienes seguirán su camino, ese camino que no lleva a la Fortuna, pero sí al Conocimiento, a la Sabiduría en el sentido más profundo, el que está más al alcance de todos, el que solo requiere curiosidad y esfuerzo…quizás quien tuvo una intuición, se acercó con curiosidad a algo, lo supo recoger y reflejar, y a lo mejor no volverá a acertar nunca más, la Vida lo llevará por otros caminos, hacia otras ilusiones…


El Viernes, cuando se haga el silencio y se apaguen las luces en nuestro Palacio de Congresos -otro milago sobrarbense, en una tierra tan parca en equipamientos-, reclinaos en vuestra butaca, y ved desfilar ante vosotros la Vida; en vuestros lugares familiares, de siempre, o en aquellos que nunca llegaréis a pisar; escuchad palabras siempre oídas, o leed en los subtítulos mensajes que os llegan desde muy lejos… asistid al espectáculo de cómo se organiza la Vida en la Tierra, de cómo los seres humanos tejemos nuestras relaciones, nos ayudamos unos a otros, nos engañamos, nos divertimos, nos  explotamos, nos rebotamos… de por qué somos tan distintos y, al mismo tiempo, somos, en todas partes y en todo momento, absolutamente reconocibles, absolutamente iguales…