martes, 21 de julio de 2015

Cosas que ver en Florencia cuando eres turista...

Después del impacto estético de los Uffizi, Florencia nos esperaba; llegaba el momento de callejear por ella, cámara en ristre, mapa en mano, todos los poros abiertos para absorber tanta belleza suelta...

La Florencia que los turistas visitamos tiene un eje fundamental; el que une el Ponte Vecchio con la Piazza della Signoria y la Piazza del Duomo; más allá, l'Accademia y, a la izquierda -de espaldas al Río- San Lorenzo y las calles adyacentes: el recorrido es breve, pero la intensidad en obras de arte es, sencillamente, apabullante. Y apabullado quedas, os lo aseguro.

La Piazza della Signoria, donde se alza el Palacio desde donde una oligarquía enriquecida por el comercio y la industria gobernaba la ciudad, es el primer hito -el segundo si, como yo, has pasado ya por el Ponte- que ningún turista puede obviar. Desde allí aquellos ricos Medici podían proteger las Artes y las Letras, esas Chucherías del Espíritu -decía Vázquez Montalbán- a las que puede dedicarse el Hombre cuando tiene cubiertas, magníficamente cubiertas, sus necesidades materiales. La Piazza es el ejemplo más claro de dicho poderío: desde la Loggia delle Lanzi -total, el cuerpo de guardia de los lanceros de la Signoría, sin calendarios de tías, sustituidos por Cellinis, y esculturas romanas-, hasta la puerta del Palazzo, custodiada, sin ir más lejos, por el David de Miguel Ángel.




En la Loggia me llama, sobre todo, la atención, el bellísimo Perseo de Benvenutto Cellini: blande tremendo alfanje -"Micidiale", que, en Italiano viene a ser algo así como "que acojona a cualquiera", es la palabra que mejor lo describe- y sostiene en su otra mano la cabeza de Gorgona, que acaba de cercenar. No se concibe como, con semejante instrumento, haya podido hacer un corte tan chapucero, con medio paquete digestivo, respiratorio y vascular, colgando de la cabeza, cuando el tajo debía ser limpio... Benvenutto -que, con la vida que llevó, tenía que haber visto bastantes decapitaciones y decapitados- supongo que incurrió en ese fallo a propósito, para dar más  dramatismo al asunto... a un lado, romanos raptan sabinas, con alborozo... a sus pies, bajo tales escenas de violencia de género y violencia a secas, los turistas descansamos plácidamente.




Una reproducción 1:1 del David de Miguel Ángel se alza en el lugar que ocupó el original, a la izquierda de la entrada del Palazzo. Mi relación con las obras de Miguel Ángel ha sido muy variada: en San Pedro, en Roma, pasé a paso de carga, integrado en un rebaño de turistas, a una distancia considerable de la lejana figurita, no mayor que un click de famóbil, tras un cristal antiproyectiles del 155 que, según decían, era La Pietà; y, al día siguiente, en otra basílica desierta, pude tocar el zócalo del Moisés, impresionante, y pasar ratos y ratos contemplándolo a mi gusto, e incluso podía haberme permitido el lujo de, como hizo su creador, golpear con algún objeto contundente su rodilla y exigirle que hablase: "¡Parla, cane!". Aquí, simplemente, y como veréis luego, tengo que contentarme con admirar la copia... impresionante en su desmesura, por la talla y por las desproporcionadas manos, donde parece concentrarse su fuerza contenida... por suerte su autor no aplicó la misma distorsión a otras partes del cuerpo, que adoptan dimensiones y proporciones clásicas, tranquilizadoras... aunque -y ese es un reproche muy serio que hacerle a Miguel Ángel-... ¡¡ese chico no es judío...!!


David también tiene culo... !y un poco caído, por cierto!


A su lado, Hércules, porra en mano, pone a gusto a Caco, el Ladrón... Ley y  Orden, imagen de antidisturbios  y contestatario, Ley Mordaza pura y dura... cuerpos adultos, trabajados, muchas horas de gimnasio que contrastan vivamente con el efebo de Miguel Ángel... más allá, la Galería degli Uffizi, el enorme edificio desde donde se administraba Florencia y su área de influencia, siempre creciente, a cargo de una miríada de funcionarios, Maquiavelo entre ellos, un respeto...



Del Palazzo Vechio no pasamos del bellísimo patio interior; Florencia te pone continuamente ante eso que los franceses llaman "L'embarras du choix", la necesidad de elegir entre cosas hermosas, dignas de ser admiradas, pero que exigen un tiempo del que no dispones... salimos a la calle y, por vías laterales, nos acercamos a nuestro nuevo destino, la Piazza del Duomo.



Nuevamente, como en el caso del David, el Duomo de Florencia despierta nuestra admiración por su belleza y sus dimensiones: dominado por la cúpula de Brunelleschi, de bellísimas proporciones, todo en ella impresiona, y más que nos impresionará cuando, el día siguiente, la contemplemos en la distancia... río por debajo del bigote -que me afeitaré cuando llegue a Barcelona- pensando que, durante varios años de mi vida, veía desde la ventana de mi despacho la copia a escala reducida de la cúpula de Brunelleschi que coronaba -y corona- el edificio de unos Grandes Almacenes barceloneses, posteriormente adquirido por El Corte Inglés... al igual que no puedo escuchar la bellísima "Recuerdos de La Alhambra" sin evocar, inmediatamente, la conocida marca de salchichas que con ella se anunciaba... en mi República Platónica particular, los responsables de dichas contaminaciones estéticas deberían ser desollados a latigazos y, después, bañados en Tabasco...




De todas maneras, el conjunto formado por Duomo y Campanile -una vez más, separado del edificio principal-, especialmente su ábside, la riqueza de su trabajo en mármoles... configuran uno de los más hermosos espectáculos que hemos podido contemplar en todo el viaje: me gustaría poder decir lo mismo de la fachada, pero he contaminado también mi opinión, al saber que -como la de la Catedral de Barcelona, sin ir más lejos-es un pastiche neogótico del Siglo XIX... no sé si es esnobismo, o, de verdad puede sentirse algo así, pero de un edificio me atrae, sobre todo, su autenticidad, saber que es la obra de unas personas concretas en un momento concreto de la Historia, que dejan en ella su concepto de la belleza, tal y como se entiende entonces, y -por qué no- su alma... y eso difícilmente puede lograrse cuando, fuera ya de aquel tiempo y de aquella concepción estética, le encargan a un buen artesano: "¡Acábala de una p... vez, y que quede parecido al resto, que no "cante", vamos...!" Veremos después la Iglesia de San Lorenzo -¡qué reminiscencias oscenses...!- para la cual se acabó el presupuesto, y se ha quedado sin fachada, con piedras salientes donde, supongo, iban a apoyarse los revestimientos que nunca recibió... mejor así, tal cual, sin añadidos... y si los hay, que sean de la época y la sensibilidad de quienes los hace, por favor...





En cada viaje, raro es que no encuentres un edificio en plena restauración: en nuestra primera visita a Berlín, le tocó a la mismísima Puerta de Brandenburgo, cubierta por una lona -eso si, con su imagen- cortesía de Deutsches Telekom; el año pasado, en Munich, las cúpulas acebolladas de la Marienkirchen revestidas de andamios... en Florencia le toca la china al Battistero, de cuyas bellas proporciones, ocultas tras lonas, solo podemos gozar de sus famosas puertas de bronce esculpido.. como buenos turistas, fotografiamos todo lo que podemos, entre codazos por lo reducido del espacio... lástima, me hubiese gustado poderlo admirar en mejores circunstancias.




En plena Piazza del Duomo, lo que menos podíamos esperar: un alegre grupo de devotos, con sus túnicas imitación hindú, bailan alborozados... "!Hare Krishna, Hare Krishna...!" En medio de uno de los lugares más significativos de la civilización occidental y cristiana, pegan tanto como unos nazarenos -pongo por caso- ante el Taj Mahal... pero allí están, dando saltitos, con sus bongos y hasta una trompeta... los que, hace años, daban la paliza por las Ramblas, por lo menos repartían una especie de polvorones dulzones y de colores sospechosos que, la verdad, nunca me resistí a aceptar... estaban ricos... Estos, ni eso... hay alguna niña bastante mona, "¡Malmetida para devota!", pienso... nos los encontraremos por varios sitios, abundan...




Llevamos vista mucha Florencia; en la tarde del jueves, aún no agobian demasiado los colegas turistas; para mañana esperamos la riada. Nuestra cercanía al hotel nos permite, después de hacer algunas compras, volver a la base, babear un poco ante la primera de las dos puestas de sol sobre el Arno de las que vamos a disfrutar, y estar poco después otra vez en la calle, dispuestos a cenar.


Y no vamos a hacerlo en un sitio cualquiera; en la mismísima Piazza della Signoria, en una terraza al aire libre... no todos los días se cena con David mirándote por encima del hombro: pedimos otra vez el Bistecchio a la Fiorentina, con contorni de zucchini y patatas, pero a la moda del lugar, y bebemos un vino del terreno... A nuestra derecha, dos señoras sudamericanas, de las que tantas veríamos en el viaje, y que  parecen haber ocupado nuestro nicho ecológico en los llorados años de bonanza. A nuestra izquierda, una pareja joven y esbelta, que se meten entre pecho y espalda antipasti, pasta, bistecchio y dolci... envidiamos su capacidad gástrica y, como no, la económica, porque la cena sale algo cara pero... ¿cuantas veces vas a cenar en un comedor decorado por Miguel Ángel y Cellini...?  viendo a los subsaharianos vender extrañas ruedecitas fluorescentes que se elevan hacia el cielo florentino, ya a oscuras, nos despedimos del Palazzo Vechio, de la Loggia dei Lanzi y de la hermosa grúa, un breve paseíto hasta el hotel, y fin de nuestra primera jornada...












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