martes, 29 de enero de 2019

Via Laietana, 16-18

Ayer pasaba frente a ese edificio -feo, no le demos más vueltas- y reflexionaba sobre hasta qué punto ha estado ligado a mi vida...






Pisé por primera vez Via Laietana 16-18 creo que en 1969, cuando Joaquín Fernández -el hombre que me orientó hacia los estudios de Economía, y de cuya mano entré también en el Departamento de Estructura Económica, una de las personas a quien más debo y, además, un amigo entrañable y divertido- fue nombrado Director Provincial de Cooperativas de la entonces llamada Organización Sindical: ni él ni yo sabíamos gran cosa de cooperativas, pero nos pusimos rápidamente a estudiar el tema -yo, Robin gordo de un Batman bajito y moreno y, además, trabajando "en negro"-, y descubrimos un movimiento social que coincidía mucho con nuestros planteamientos políticos, que podríamos situar en aquel momento en un sindicalismo autogestionario, que ya tenía bastante más de Ángel Pestaña que de José Antonio, aunque a Joaquín, por profundas lealtades biográficas, le costaba admitirlo...

Otra cosa era su situación en aquel entonces de la Historia de España -había habido algunos pufos sonados, uno de los cuales me había pasado muy, muy cerca- y, sobre todo, su regulación: la vigente ley de Cooperativas, de los primeros Cuarenta, declaraba en su preámbulo, que no engañaba a nadie: "Vencida ya toda ilusión democrática, se hace necesario adecuar las cooperativas a los principios que rigen el nuevo Estado...", y establecía una serie de controles radicalmente incompatibles con su espíritu democrático y apolítico... era, sobre todo, muy duro de aceptar por el Movimiento Cooperativo Internacional que el Delegado Provincial de Sindicatos pudiese vetar el nombramiento de cargos en las cooperativas. Organizamos una reunión con representantes de la Alianza Cooperativa Internacional, que agrupaba a las cooperativas de las democracias occidentales, para intentar convencerles de que, en la práctica, dicha intervención estatal no se aplicaba, pero uno de sus representantes me perseguía con una fotocopia de la Ley de Cooperativas en la mano, y me pedía: -"¿Vito, vito...?"-, que le buscase el artículo donde se establecía el veto oficial...

De todas maneras, conseguimos reactivar la Asociación de Estudios Cooperativos, bajo la presidencia, en su sección catalana, de Albert Pérez Baró, un viejo cenetista, referente del cooperativismo catalán, y con la presencia de Joan Reventós, el fundador del Partit Socialista de Catalunya, que después sería candidato socialista a la Presidencia de la Generalitat, con escaso éxito: me gustaría decir otra cosa, pero no recuerdo ninguna intervención suya de relevancia... como el búho del chiste, no hablaba, pero se fijaba mucho...

Creamos también una Escuela de Gerentes de Cooperativas, con un buen plantel de profesores, y, además de participar en su organización, aproveché para graduarme en su primera promoción... y me integré en el Centro Nacional de Educación Cooperativa, con sede en Zaragoza, participando en numerosas campañas de formación cooperativa por toda España, un trabajo apasionante, que me llevó a lugares poco frecuentado, y me permitió conocer a gentes de una calidad humana fuera de lo común... son algunos de los recuerdos más queridos de mi vida profesional...

El Servicio Militar lo hice ya de viejo, después de casi agotar las prórrogas, ya que mi absoluta incapacidad para trepar por una cuerda hizo perder al Ejército Español un oficial de complemento que, sin duda, le hubiese proporcionado nuevos días de gloria, y supuso, entre otras muchas cosas, una ruptura con Via Laietana 16-18, porque, al volver a la vida civil, los acontecimientos se precipitaron: sin abandonar mi actividad docente en la Universidad, ingresé como interino en el Cuerpo de Economistas de la Organización Sindical, y fui catapultado al frente, es decir, a la Delegación Comarcal del Baix Llobregat, donde los conflictos se estaban agudizando por momentos...

Volví a Via Laietana 16-18, ya superadas las oposiciones a funcionario, por una curiosa circunstancia:   mi superior jerárquico fue acusado de ciertas irregularidades administrativas -había utilizado el "Fondo de reptiles" de que disponía para actividades ciertamente reptilianas, pero poco acordes con la rígida integridad moral que regía en la Casa-, y todo su equipo de colaboradores directos -que nada habíamos tenido que ver en el asunto- fuimos enviados a otros destinos administrativos, que más sabían a destierro que a otra cosa... a mí me tocó integrarme en la Unidad de Convenios Colectivos, en Vía Laietana, y se me encargó la estadística de las condiciones salariales pactadas en convenios, al frente de una calculadora eléctrica de aquellas con manivela, yo, que en la "mili" ya había trabajado con ordenadores... la Estadística siempre me ha provocado urticaria, en la Facultad fue la asignatura que más me costó... se truncaba, además, una incipiente carrera politico-administrativa, ya que estaba designado "in péctore" para un importante cargo en La Rioja, que me hubiese posibilitado, en pocos meses, llegar a senador por la UCD, a poco que hubiese sabido menear el culo por los pasillos adecuados... no me recuperé nunca de ese golpe.

Cuando ya estaba considerando seriamente la posibilidad de tirar la p... calculadora por la ventana, que daba a la Calle Argentería, entonces Platería, el Destino vino en mi ayuda: por una curiosa modificación legal, hubo que renegociar, en plazo muy breve, la totalidad de los convenios colectivos vigentes: se tocó generala, y nos vimos entregados a un ritmo frenético, donde lo mismo me tocaba asesorar a los representantes de los trabajadores que presidir las deliberaciones de los convenios... unos meses de un trabajo intenso, pero sumamente gratificante que, además, me permitió recuperar el favor de mis superiores, lo que se tradujo en mi adscripción, como Asesor Técnico, al Gobierno Civil de la Provincia, si bien es cierto que sólo tuve que competir con un compañero -y buen amigo- que, previamente, se había declarado trotskista, y había estado mezclado en un confuso asunto relacionado con un subfusil Sten, una pistola Luger y dos granadas de mano, lo que, sin duda, no influyó favorablemente en sus expectativas...

Mi siguiente contacto con Via Laietana 16-18 se produjo en circunstancias bien distintas: legalizados los sindicatos, el edificio fue asignado -en salomónica decisión- a Comisiones Obreras y la CGT, dividiéndoselo con criterios parecidos a la ocupación de Berlín o, mejor, el Paralelo 38 entre las dos Coreas: afiliado yo a Comisiones Obreras, lo he frecuentado con regularidad, en particular cuando fui elegido a la Ejecutiva de mi Sindicato de la Función Pública, gracias, sobre todo, a mis éxitos sindicales en mi Departament, donde no conseguí, tras partirme los cuernos por la cepa, que el porcentaje de participantes en las huelgas que convocábamos llegase a los dos dígitos pero, eso si, cuando llegaban las elecciones, para compensarme, me votaban mayoritariamente...

Y ahí sigue Via Laietana 16-18, rodeado de redes metálicas para evitar que los fragmentos de su fachada, en avanzado estado de descomposición, le partan la crisma a algún transeúnte... ¡Por muchos años...!