jueves, 20 de diciembre de 2018

Presidentmontilla

Hoy me he cruzado en la calle con José Montilla... expresident de la Generalitat...


José Montilla tiene su despacho institucional justo en un lugar por donde paso cada día: ya es preocupante lo geográficamente rodeado que me tienen los Presidents de la Generalitat; sólo me falta el de Waterloo, y no es que lo eche de menos... bajaba Montilla de su coche oficial, acompañado por su escolta, cabizbajo y ensimismado; ni se me ha ocurrido saludarle, seguro que no se acuerda de mí...

Montilla fue mi último President de la Generalitat o, por decirlo así, el último al que serví fielmente como funcionario: del siguiente, el Astut, sólo esperaba el cese, y me tuvo con el corazón en vilo -defendido durante un tiempo por un Director General providencial, gracias, amigo Joan- hasta que, definitivamente, me cesó (por persona interpuesta, por supuesto, no tenía yo nivel para aspirar a un rayo directo de Júpiter), cuando sólo me quedaban ya seis meses para jubilarme: pero con Montilla estaba yo de lo más activo...

Y eso que habíamos empezado mal; Montilla le arrebató la alcaldía de Cornellá a mi compañero del PSUC Frederic Prieto que, además, había sido mi último cura en mi época final de práctica religiosa, y mi último confesor hasta que empecé a confesarme en este Blog; pero amistades comunes me alababan su seriedad y laboriosidad, y, por cierto, su actual esposa es una vieja conocida de la Facultad, y aunque no he hablado del tema con ella, han tenido trillizos, prueba también de un cierto nivel de compenetración... después del subibaja continuo y desconcertante de la presidencia de Maragall -y no, no era aún la enfermedad; Pasqual era así, tal cual...- la llegada de Montilla a la Presidencia auguraba tiempos de calma, tranquilidad y gestión... también despertaba mi simpatía por las críticas que le dirigían los más cerriles por el hecho culpable de ser andaluz, llamarse José, y no saber decir "Ádhuc" y "nogensmenys", palabras que nunca he tenido necesidad de utilizar en mi larga vida de catalanoparlante laboral...

¿Qué pasó...? Nos pilló el Tren de la Historia o, más castizamente, el carrito del helao: la sentencia del Tribunal Constitucional sobre el Estatut d'Autonomía dio un vuelco al panorama político catalán, despertó demonios familiares aparentemente -sólo aparentemente- dormidos, y José Montilla padeció un grave caso de Síndrome del General de la Rovere, aquel estafador que, haciéndose pasar por general del ejército italiano, es detenido por los alemanes, condenado a muerte, y da un ejemplo de dignidad a sus compañeros de fortuna, asumiendo el papel del personaje por él creado: el President de la Generalitat de Catalunya José(p) Montilla se puso al frente del rechazo a la sentencia, e ingresó en el prestigioso y exclusivo club de los que convocan una manifestación y no puede seguirla hasta el final porque lo expulsan los manifestantes...

Pero mis recuerdos sobre Montilla, más allá de lo político, entran en aspectos personales: Montilla se sitúa justamente en las antípodas de los tópicos sobre el gracejo andaluz; es soso, profundamente soso... no olvidaré una experiencia casi traumática: lo acompañé a la despedida de un alto cargo militar, en el Palacio de Capitanía: saludó atentamente a sus anfitriones, y se retiró a un ángulo del salón, con una copa en la mano y con una sonrisa triste y distante... una jefa de gabinete perdía el culo entre los grupitos... "¡Dadle conversación, por el amor de Dios, dadle conversación, el President no puede estar ahí sólo...!": le presenté, sucesivamente, a todos los conocidos que pude: con todos tenía una o dos palabras amables, sonreía, y volvía a su mutismo.... probando ya el último recurso, conduje ante él a un coronel jurídico, andaluz, un tío muy simpático y que hablaba por los codos... "President, ¿va mucho por Iznájar...?" le preguntó...  su sonrisa se hizo aún más triste... "No, desde lo del pantano, no..., contestó, y volvió a sumirse en su mutismo...

¡Cómo lo entendí, en aquel momento...! ¿Cómo no iba a entenderlo un sobrarbense...? detrás de aquella máscara de atonía había un hombre herido por un pantano, un hombre al que una fuerza superior había arrebatado su paisaje infantil, sus recuerdos de primera juventud... no podemos entenderlo los que, como yo, paseo aún por las calles de Barcelona donde fui niño y joven, y me siento en mi terracita de Boltaña teniendo ante mí, más o menos intacto, el paisaje con el que aprendí a mirar el campo y las montañas... me quedé sin saber qué parte de José Montilla yace en el limo del fondo, hundida en las aguas de un negro pantano... en aquel instante, lo hubiese abrazado, antiprotocolariamente...

Pero tampoco hay que excederse; sigue siendo un soso, y conozco otros que lo llevan mejor... de todas maneras, ¡buenos días, President...!