lunes, 4 de febrero de 2019

Carvalho, Zanón, o el arte de dar faisán por liebre...

Acabado anteayer "Carvalho problemas de identidad", de Carlos Zanón, ahí va una primera opinión...


El derecho del autor sobre su personaje -un problema metafísico, mucho más allá de las cuestiones de propiedad intelectual- es uno de los grandes temas de la Literatura de todos los tiempos, y no hay más que ver el rebote de Cervantes contra Avellaneda, que le costó a Aragón que El Quijote viajase a Barcelona sin pasar por Zaragoza... si muchos teníamos expuesto al lado de la maceta del potus aquel poema de Kalil Gibran, "Tus hijos no son tus hijos, son hijos e hijas de la Vida...", calculad cuando esos hijos andan sueltos por el Mundo a caballo de miles y miles -cuantos mal miles mejor- de copias impresas, o digitalizadas y diligentemente pirateadas, y cualquiera puede apropiarse de ellos mediante un bolígrafo o el teclado de un ordenador... además, hay personajes que mueren de muerte prevista, pero, en otros casos, lo hacen en plena juventud, pletórico de facultades y con mucha vida por delante, cuando desaparece, por el motivo que sea, su autor...  ese fue el caso de Carvalho, parte de la biografía sentimental de muchos, muchos de nosotros, y era cuestión de tiempo que cualquier, iba a decir desaprensivo, se atreviese a transformarlo en "revenant"... incluso yo, muy humildemente, me acuso de haberle hecho hacer un breve cameo -que no creo que llegase  ni a pecado venial- en uno de mis cuentos de El Oso, posiblemente el más salvaje e impresentable y que, por eso -no por el cameo- sólo ha visto la luz en círculos muy íntimos.

Por ese motivo era lógica la decisión de herederos de Manuel Vázquez Montalbán de tomar el toro por los cuernos y asumir el riesgo de patrocinar una resurrección controlada de Carvalho, un Carvalho que sólo había muerto por la muerte de su autor -aunque, premonitoriamente, ya en su última aventura era un Carvalho plenamente crepuscular-  y el riesgo se multiplicaba al encargar el asunto a un escritor de la talla de un Carlos Zanón, porque podían esperarse perfectamente las dos cosas que han sucedido: a) que del experimento saliese una magnífica novela y, b) que esa novela sea una novela de Carlos Zanón...

Con Carlos Zanón me une una relación curiosa: es un chico de mi barrio barcelonés -habremos vivido a menos de 500 metros-, pero no de mi tiempo; es mucho más joven que yo... por lo tanto, hemos conocido realidades distintas, porque ni mi barrio era el de Zanón, ni el de ahora es el suyo ni el mío... la primera novela suya que leí -"No llames a casa", ya hablaremos de ella- me deslumbró, recomiendo sus páginas finales a cualquier buen amante de la Novela negra-, todas las restantes me han gustado, e incluso he osado a cruzar unas palabras con él -en "Negra y Criminal, ¿dónde, si no...?-, cosa rarísima en mí, que me atrevo a hablar con cualquiera, salvo con los escritores que me gustan; ante gente superior, me corto mucho: no conseguí decirle nada a Vázquez Montalbán después de tragarnos un mítin entero-hablaba hasta Pasionaria- sentados codo con codo... quiere eso decir que me tenía ganado antes de abrir el libro... quiere eso decir que me extrañó que las primeras páginas se me hiciesen durillas, y quiere eso decir que no me extrañó en lo absoluto que muy pronto entrase de cuatro patas en su juego, me dejase envolver por su encanto, y disfrutase hasta el punto... ¿final...?

Porque la clave de éste Carvalho es, curiosamente, olvidarse de Carvalho: nunca me creí del todo el Carvalho de Vázquez Montalbán, ni creo que él pretendiese que lo creyeramos: Carvalho era él, Manolo, y su pretexto para meter a saco el bisturí del análisis marxista -como lo compartía y éramos camaradas, eso no me preocupaba lo más mínimo, al contrario- en una Sociedad en la que los dos -y muchos más, por supuesto- vivíamos, y ante la cual reaccionábamos de maneras parecidas, aunque Manolo lo hiciese desde unos supuestos éticos y estéticos -entre los que destacaban la Copla, el Barça y el pa  amb tomàquet- a cuyo encanto soy completamente ajeno... éste Calvalho, mucho más complicado, curiosamente, me resulta mucho más real, quizás por eso mismo: es el resultado de un juego de espejos: el Autor conoció al Carvalho real, lo encerró en sus novelas, el ser real se resistió -¡llegó incluso a cambiarse temporalmente el nombre!- aunque con poca resolución -no consta que interpusiese ningún procedimiento judicial contra Manolo-, Carvalho ha quedado desamparado ante la muerte del Autor, forzado a ser el único Carvalho realmente existente... y, paradójicamente -¿o no...?- llega a echar de menos al Autor-Secuestrador, en aquellos momentos en que cree que su Calvalho ficticio -y, como tal, menos complejo- resolvería mejor sus problemas que el Carvalho real de carne y hueso... que, como todos sabemos, es tan ficticio como el otro... ¿Os parece complicado...? ¡Pues anda que la vida...!

Como si no bastasen los problemas de identidad, esto, chavales, es una novela negra, y tiene que haber trama de novela negra.... de hecho, hay varias: una trama de cuernos mal llevados y amor prácticamente imposible, con alguna tangencial relación con la política, y un final "Eyes Wide Shut", cómo nos gusta Kubrick a quienes nos gusta..., una trama sórdida de pobres prostitutas asesinadas en lugares inhóspitos y cutres, y con un "malo" cuyo apodo requiere una cierta dosis de valor en la Cataluña de hoy, y una, más compleja aún, donde se combinan dos "hits" de la Crónica Negra barcelonesa de los últimos años con una autoreferencia al protagonista de "No llames a casa", que ha ahondado en su personalidad criminal, meramente utilitaria en la primera, con ciertas dosis de desequilibrio psíquico en esta nueva aparición...

Una novela situada en la Cataluña de hoy, y que se reclama -aunque sea en la forma en que lo hace- del espíritu de Carvalho, no podía dejar de abordar el Tema. y ahí el asunto se complica: porque todos daríamos algún órgano par y prescindible por saber qué opinaría Vázquez Montalbán de lo que está pasando, porque tenemos una cierta idea de qué opinan Herederos de Manuel Vázquez Montalbán -es público-, y porque también tenemos serias sospechas de cual es la opinión de Carlos Zanón... visto lo visto,  no es de extrañar que el Tema -hay varias aproximaciones fugaces anteriores- no quede sobre la mesa hasta la penúltima página, cuando el Detective y el Abogado Subirats, hasta el culo los dos de Ardbeg -es un Malt, supongo que caro, intentaré probarlo- hablan abiertamente de ello, evocando un Ulster entre católicos, cosas más raras se han visto, y queda provisionalmente resuelto, precisamente, entre los vapores etílicos, ya sabéis aquello de la "Exaltación de la Amistad"... "Yo quiero la Independencia, Pepe, pero si es a costa de que no seamos amigos, renuncio a ella..." exactamente lo que nos gustaría oír a muchos. A muchos millones, quiero decir, pero no nos lo dicen, ¡cachis...!

Voy a hacer una cosa poco frecuente en mí: ni hoy ni mañana, pero releeré el libro. Y os invito a leerlo a los que no lo hayáis hecho aún, y que contéis sin reparos vuestras impresiones... el título que le he dado a esta breve primera impresión resume mi opinión: Zanón nos da faisán por liebre: esperábamos un sabor recio, directo -la liebre, que sabe a persecuciones a campo abierto, a tomillo y romero- y nos encontramos algo mucho más aromático -aunque no todos los olores sean buenos-, más matizado, con ese inconfundible aroma a final, o a algo ya finalizado hace tiempo, la "podredumbre noble", que en las anteriores novelas de Carvalho estaba en el ambiente, pero no en su aparato digestivo... Pepe está malito: lo que tiene no me da buena espina, para mí que es cáncer, de ésta no lo sacan Zanón y Herederos si no es mediante intervención quirúrgica, tratamiento de radio y quimio -o la inmunoterapia que tan de moda está- o, alternativamente, viaje a Lourdes... porque Carlos Zanón, y eso es curioso en él, al que le gusta jodernos bien jodidos, nos hace un regalo imprevisto: una última palabra, un atisbo de esperanza...