martes, 21 de junio de 2016

Oh, no, Brexit no, please...!

¡Vaya semanita tenemos por delante...! Primero, el referéndum en el Reino Unido; tres días después, nuestras segundas elecciones, a ver si a la segunda va la vencida, o tenemos que ir a una tercera... pero hoy voy a hablaros del Brexit, vayamos por partes... como decía  Jack the Ripper, que, seguramente, estaría por el "Leave"...



He estado muy pocas veces en The United Kingdom, tres, si contamos una alucinante mañana en Northern Ireland, viajando desde la papista y confortable República de Irlanda... pero no puedo evitar reconocer que estoy permeado por su cultura; he leído buena parte de sus autores, desde Shakespeare -traducido, sorry- a los más modernos, -Amis, el animal de Irvine Welsh-, esos ya en su idioma, que domino lo suficiente para comunicarme en él con medio Mundo... salvo en su tierra, donde me cuesta entenderlos, y hacer que me entiendan. No puedo decir que hable Inglés, después de haberlo estado estudiando toda mi vida, pero soy sumamente fluent en Continental English, esa "Lingua Franca" de funcionarios europeos, viajeros y camareros de bar; algo es algo...

Dos veces he estado en Londres, y me cuesta formarme una opinión sobre ella: París fue mi primer amor; en Berlín, al cuarto de hora de estar allí, ya había descubierto que podría pasar en ella, tranquilamente, meses... pero Londres se me resiste: es, al mismo tiempo, una ciudad antigua y algo en continua transformación que te desborda y te desconcierta. Londres, de alguna manera, me satura los sensores, me sobreexcita... ni siquiera sé decir si me gusta o no; no me importaría darle otra oportunidad, ni descarto hacerlo, si tengo dinero, porque, eso si, es cara de narices, cosa que, en boca de un barcelonés, acostumbrado a los precios de Les Rambles, es muy grave...





Pero recordaré toda la vida una breve visita a Cambridge; ¿Nunca os ha pasado, llegando a un lugar nuevo, descubrir que allí os estaba esperando una vida diferente, que se abría ante vosotros una de esas encrucijadas, un desvío en vuestra trayectoria vital, que os llevaba hacia tierras desconocidas y, al mismo tiempo, extrañamente familiares, donde tú seguías siendo tú, pero otro tú, quizás aún más tú que el tú de todos los días...? Fue pasear por sus calles y verme pedaleando en una bicicleta sobre los arqueados puentes del Cam, con sus adoquines perpetuamente mojados por la neblina, la toga ondeando al viento, los libros en el portaequipajes, hasta llegar al despacho de mi tutor, cardigan de lana con coderas de cuero, estufa de turba a temperatura de criadero de pollos, pobladísimas cejas canosas sobre sus inteligentes ojos grises, que chupa su pipa, lentamente, mientras escucha, con breves gestos de asentimiento, mis profundos y acertados comentarios sobre las lecturas que me había propuesto y, luego, para celebrar mis  indudables avances en el camino del Conocimiento, pide a su no menos anciana esposa, con su cuello de encaje sobre el negro vestido, que tenga la amabilidad de escanciarnos dos copitas de su mejor Porto... más tarde, ya en la intimidad de la habitación que comparto en mi College -moquetas ligeramente polvorientas, cretonas ligeramente ajadas-, horas de chupitos de ginebra e inteligente charla con mi compañero, el decadente pero brillante heredero de un linaje con escaño en los Lores, que me profesa una honda amistad, no exenta de un puntillo equívoco, y que en verano me invitará a su Manor en el Derbyshire, donde, entre hayas seculares y estatuas grecorromanas ávidamente rapiñadas por un antepasado, una hermana mayor, elegante, distinguida, ligeramente distante en los primeros momentos, pero pelín golfa, abrirá ante mí todo un Universo de nuevas sensaciones... una relación violenta, torturada, sin Mañana, por la evidente desigualdad social e incluso étnica que nos separa... todo un Futuro que se cierra ante mí casi en el mismo momento en que se abre, y no por falta de cualidades intelectuales para brillar en el Mundo académico -que las tengo, o las tenía-, sino por el hecho irrebatible, terminal, descalificatorio, de que ni he aprendido a ir en bicicleta, ni aprenderé jamás...




Así, a lo largo de mis años, he ido arrastrando casi en secreto mi anglofilia, sin más signos externos que el tener siempre en mi armario un duffle-coat -una trenka, para los amigos, preferentemente Burberrys- y alguna chaqueta de tweed, incluso una vez me atreví con el príncipe de Gales, para descubrir que engorda mucho... o -y han quedado como reliquias, tras mi jubilación, que me ha liberado definitivamente de dichas curiosas prendas- mis corbatas regimentales: conservo tres; una de los Blues and Royals, regimiento pijo de la Household Cavalry, que se parece demasiado a la del Barça, omnipresente en Barcelona: otra, del 9th London Regiment, Regimiento sin demasiado lustre, pero céntrico, que elegí por su bonita combinación de colores, y una última del Royal Veterinary Corps, porque en él era Coronel el señor Parker-Bowles, el primer marido de Camilla, hacia el cual, por mi lejana experiencia como esposo cornudo y consentido, desarrollé una gran empatía.

Ahora, la perspectiva de que puedan dejar la Unión Europea; que, una vez más, como decía el Times en ocasión de una galerna, el Continente se quede aislado, me provoca una honda desazón: de acuerdo, no han sido unos buenos socios; han estado, desde el primer día, dando por saco, siempre defendiendo obscenamente sus intereses -todos los hacemos, pero con cierto disimulo-, siempre pendientes del Primo de Zumosol americano, siempre mirando por encima del hombro a los demás... a nosotros, nos sacaron las castañas del fuego cuando lo de Napoleón, pero moriremos sin saber si no nos habría ido mejor con el Corso y su sensato -y sobrio- hermano, en vez de volver a poner en el trono al indeseable de Fernando Séptimo... y nos saquearon todo lo que pudieron, desde Gibraltar a las ovejas merinas... a los patriotas catalanes no hay que deciros nada, porque estáis como estáis porque, primero, os calentaron la cabeza para poneros a favor del Archiduque, cuando ya habíais jurado fidelidad al Borbón, y luego os dejaron solos, "Más colgados que un fuet", en acertada expresión vuestra... de acuerdo, la obstinación, la magnífica obstinación de Churchill, nos salvó del yugo hitleriano (bueno, algo hizo también Stalin...), pero llegas a sospechar que fue más por oponerse a una idea -aberrante- de unión europea,  que por venir de un dictador fascista; total, Franco no le caía tan mal, a él que le importaba un pito lo que estuviese por encima de los Pirineos, sólo le interesaba el Rif de su juventud y sus primeros tiros...




Mentiría si os dijese que habéis sido unos buenos compañeros... pero nos sois necesarios: la idea de Europa no atraviesa por su mejor momento, pero si algo ha de ser, es diversa, inclusiva, un ecosistema donde podamos encontrarnos a gusto todos, hijos de tantas leches diferentes... y en todo ecosistema, junto a alegres ruiseñores y bellas mariposas, hay moscas cojoneras, y todos cumplen su papel... es mucho lo que os debemos, desde la Carta Magna al té Earl Grey, mi favorito; a veces no podemos aguantaros, igual que os pasa a vosotros, pero no me gustaría vivir sin vosotros... al fin y al cabo, algo -mucho- bueno debe tener un país donde el hijo de un cobrador de autobús pakistaní llega a ser alcalde de su capital... Remain. remain with us, please, please...!




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