miércoles, 13 de enero de 2016

Última parada, Narbonne

No estaba previsto, pero ahí acabó nuestra excursión por tierras del Midi, antes de volver a España... ¿España..? Bueno, yo ya me entiendo...




Narbonne no era mi opción inicial; tenía previsto, como quien no quiere la cosa, que la hora de comer nos sorprendiese en Castelnaudary... Castèlnòu d'Arri es considerada la "Cuna de la Cassoulet", ese fruto de la Tierra y del trabajo del Hombre que consiste, básicamente, en alubias blancas confitadas en todo tipo de grasas de animales deliciosos, entre los cuales domina -¡cuac!- el pato, o incluso su prima mayor, la oca, y eso es justamente lo que quería comer yo para despedirme en condiciones de la Dulce Francia. Pero empiezo a sospechar que mis compañeros de viaje se conchabaron a mis espaldas, y decidieron que compartir trescientos kilómetros con un gañán ahíto de judías en el reducido espacio de un Seat Ibiza ofrecía algunos inconvenientes manifiestos, y me dicen a coro que no, que a Narbonne...

Obedientemente, salgo de Saint Ponç en dirección ya decididamente Sur, atravesando un inesperado paisaje de montaña, a través de un Parque natural bellísimo, con densos bosques y, en su cota más alta -la carretera es buena, pero sube lo suyo- pastos verdes bajo el rocío que desprende la niebla -a ratos, llueve-, desde donde, estoy seguro, en días buenos se debe ya divisar el mar. Desde las alturas, la carretera desciende ya entre vides, buscando las tierras bajas a orillas del Mediterráneo.



Narbonne había sido siempre, para mí, la "bretelle", el sitio donde la autorroute se divide en dos: hacia la izquierda, mi recorrido más familiar; Carcassonne, Toulouse, Lannemezan -desde donde, en menos de dos horitas, te pones en Boltaña-, Tarbes, Pau... es la espina dorsal de las tierras francesas al norte de los Pirineos; en la vertiente española no tendremos nada ni remotamente igual hasta que la Autovía cubra el hueco entre Nueno -en la salida de Huesca- y la frontera de la Comunidad Foral Navarra, ya cerca de Pamplona... a la derecha, resiguiendo la orilla del Mediterráneo, las múltiples opciones; hacia París, hacia Lyon y el centro de Europa, hacia la Provenza, Marsella, Italia... Esta vez, entro en ella, busco un hueco, y aparco bajo una imponente Mediathèque: Ya estamos.



No me impresiona demasiado Narbonne; ofrece ya un aire plenamente mediterráneo -familiar, por lo tanto- y tampoco me parece una gran ciudad; tiene un cierto aire de "agrotown", de esos pueblor rurales grandes y ricos que, en el fondo, son prácticamente lo opuesto a las ciudades, con pintas, eso sí, de llevarse en ella una buena y plácida vida, que no es poco: incluso sus calles y muchas de sus casas tienen un cierto aire barcelonés. Hay una imponente Catedral, con recios arbotantes de piedra blanca, y un Ayuntamiento -un Hotel de Ville- en una cierta línea Exim Castillos -que refuerza el hecho de haber envuelto su fuerte torre en un lazo rojo navideño- situado en una bella plaza. A su lado, un café pregona por tres veces su hispánico nombre; "Quintana, Quintana, Quintana"... recuerdo también que en el no muy lejano Colliure vino a morir Antonio Machado en un Hotel Quintana... quizás una inesperada dinastía de españoles exiliados dedicados a la hostelería en vecinas tierras francesas.... frente al Hotel de Ville, unas grandes galerías, donde entramos en tromba buscando la trilogía de nuestros recuerdos favoritos de Francia: quesos, foie y vinos...



Callejeamos un rato por el casco viejo de Narbonne -mediterráneo, ya sé que me repito-, y recalamos en un restaurante, porque el hambre aprieta. Como soy muy jodido, y le guardo luto a mi Cassoulet, como con pocas ganas algo sin demasiado interés, mirando descaradamente de reojo a una pareja de jóvenes que -¡encima!- se están poniendo morados de ostras, que no había descubierto yo en la carta... fuera, cuando salimos, un discreto Mercado de Navidad, otra vez falsas casetas alsacianas de falsa madera, con los tejados cubiertos de falsa nieve, a cerca de veinte grados... Eso sí, seguro que los embutidos que veo a distancia son auténticos.

No parecen muy contentos con su curro...


El mercadillo falsamente alsaciano está en la orilla del elemento más destacado de Narbonne: el Canal del Midi. Resulta difícil exagerar la importancia económica de una magna obra de ingeniería, que permite llegar desde aquí -desde el Mediterráneo- hasta el Atlántico, en la Gironde, a un coste energético bajísimo... baste con considerar que la otra alternativa náutica era circunnavegar la Península Ibérica entera y verdadera y, ya de propina, el Golfo de Vizcaya. No tenemos ni orografía ni agua para lograr, en España, algo semejante, y los intentos en ese sentido -el Canal Imperial de Aragón, el Canal de Castilla- se han quedado en eso, en intentos... no creo que, en este momento, el Canal du Midi tenga mucho uso -la cantidad de camiones que corren por las autopistas francesas más bien indica lo contrario- y veo que se ha transformado, principalmente, en un atractivo turístico, con sus "peniches" -gabarras- transformadas en casas flotantes para padres de familia que desembarcan en bicicleta para ir a comprar la baguette al pueblo vecino o grupos de jóvenes que aprovechan los días de navegación pacífica para quedarse en el camarote, dedicándose a fumar productos de botánica recreativa.

Recuerdo que, hace años, el Consell Comarcal de Ribera d'Ebre estudió la posibilidad de la navegación recreativa y, a dicho efecto, invitó a los responsables de las "peniches" del Canal du Midi; participé en la reunión, que acabó en un minicrucero por el Ebro; los franceses alucinaron: el Ebro no será muy caudaloso para los estándares europeos, pero es un río con su carácter y su mala leche, cuando quiere... durante la travesía, el barquito llevaba un patrón al timón, pendiente del sonar que le indicaba la profundidad del río, y un marinero en la proa, con una pértiga, preparado para rechazar cualquier obstáculo imprevisto -un tronco, lo que fuese- que pudiese dañar el casco de la embarcación... los franceses nos aconsejaron que dejásemos correr el tema, que aquello era un peazo río, y que se nos iban a ahogar demasiados padres de familia y jóvenes fumetas...  el Ebro es un río para navegantes avezados, nabateros o alemanes pescadores de siluros, no para aficionados.



En distintos lugares de Narbonne hay paneles con referencias a unos hechos históricos que ignoraba por completo; al parecer, en 1907 hubo una auténtica rebelión cívica, organizada por los cultivadores de la vid, que consideraban lesivas determinadas disposiciones del Gobierno francés; la "Revuelta del Midi" fue un movimiento de amplias capas de la sociedad, que fue sofocado "in extremis", porque incluso uno de los regimientos del Ejército movilizados para reprimirlo se unió a los manifestantes, que levantaban barricadas por toda la región... siempre han sido bravos los agricultores del Midi, basta con recordar cuantas docenas de camiones de tomates de Almería llevarán quemadas... durante los recientes vaivenes de la política catalana, una periodista afín al régimen tiraba por elevación contra los cupaires recordando la "violencia revolucionaria de izquierdas"... ¡Pues anda que la de derechas...! En Francia tuvieron los Chuanes, sublevados desde la Tierra y la Religión contra los revolucionarios, y todo el Siglo XIX español fue una lucha continua contra una violencia conservadora y rural, el Carlismo,  que volvió a rebrotar bajo nuevas formas durante el Siglo XX, y estoy por decir que ha continuado hasta nuestros días... la Política Agraria Común ha hecho mucho por desactivar esos brotes, pero ya hemos visto que, a la menor, hay tractores en las calles de Bruselas vertiendo leche o purines en las puertas de los odiados tecnócratas... nada hay más sagrado que el Amor que une a un campesino y la gallina que le quiere quitar el Estado, todos lo sabemos, y hoy, ante el origen del nuevo President de la Generalitat, nacido y criado en tierra hondamente carlista, me echo a temblar...

Reflexiono y me doy cuenta de que llevamos días recorriendo tierras de vino, y no precisamente de las más conocidas, lejos de Burdeos o la Borgoña... en Albí estuve leyendo algunas informaciones sobre la importancia del vino en el Siglo XIX; al parecer, a finales del siglo, la compra de vino suponía un venticinco por ciento de los gastos de las familias obreras... ¡El vino era el opio del pueblo, cuando ya pocos hacían caso de los curas...! Tras ciertos excesos juveniles, soy un bebedor más que moderado, y casi más orientado a la inocentona cerveza -me gusta, además, la más floja-, y me alegro mucho de ello... especialmente cuando aún tienes trescientos kilómetros por delante, hasta llegar a casa...




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