lunes, 14 de septiembre de 2015

O Pregón de Fiestas

Hace días Paco Pizarro colgó en facebook unas bonitas fotos del Pregón de Fiestas de Boltaña en 1973; se me removieron muchos recuerdos...



Con José Antonio Dueso... ¡y la burreta!


Ante la sencilla pregunta de "¿Y cuando son las fiestas de tu pueblo...?, los boltañeses tenemos una curiosa reacción: titubeamos, carraspeamos, decimos vaguedades... "Esto... en Agosto, a mediados... bueno, a finales... verás..." para acabar con un "Bueno, mejor que te lo explique..."

Tal día como hoy, catorce de septiembre, Exaltación de la Santa Cruz, hace más de cincuenta años, serían fiestas en Boltaña. Coincidían, que ya es mala suerte, con las del pueblo vecino y razonablemente amigo, y, lo que es peor aún, con casi el inicio del Otoño. Mal tiempo, tronadas y rebeca por las noches...

Además, a mediados de los Sesenta, Boltaña había padecido ya una importante pérdida de habitantes, ocasionada, entre otras causas de carácter general, por dos crisis muy específicas; el despoblamiento de Jánovas y La Solana, relacionado con el proyecto de construcción del maldito pantano que tanto daño nos ha hecho, sin llegarse ni tan siquiera a construir, y -en ese caso, una causa más benigna- la reestructuración militar que supuso la desaparición de la importante guarnición que habíamos tenido desde después de la Guerra Civil, y de la que recuerdo, especialmente, verlos hacer la instrucción en la Plaza de Armas de los Cuarteles, desde la galería de la casa de la familia, y el profundo olor a pies en el Cine Álamo, cuando asistían a la sesión los soldados... Muchos boltañeses  habían ya ido a vivir a otros lugares, la mayoría de ellos, si podían, pasaban allí las vacaciones de verano, pero entonces solían concentrarse en el mes de Agosto. En Septiembre, cada mochuelo a su olivo; los jóvenes que estudiaban fuera también marchaban... las fiestas de Septiembre, por decirlo así, se estaban quedando bajas de efectivos.

Yo, por ejemplo, solo recuerdo haber podido subir, con mis padres, a unas fiestas de Septiembre: en aquel entonces, todo estaba muy lejos de Boltaña; a Barcelona, meca favorita de la diáspora boltañesa, eran seis horas en coche; en transporte público, ya ni os cuento; un día de viaje, combinando el coche de línea hasta Barbastro, otro hasta Monzón, (ya no existía "La Burreta", el tren de vía estrecha que llegué a conocer siendo muy pequeño) y un delirante Expreso a La Coruña, el "Shangai", que te dejaba en Barcelona hecho unos zorros, con un día de recuperación por delante para librarte de los efectos de la carbonilla, el traqueteo y los asientos de madera... Zaragoza era una mancha borrosa envuelta entre polvo y brumas, que algunos afirmaban haber vislumbrado desde la cima de la Peña Montañesa, y que justificaba, por su lejanía, aquel chiste cruel... "Padre, ¿Qué está más lejos, Zaragoza o la Luna..." "¡Tontolaba...! ¿tú ves Zaragoza...?" Huesca era un pueblo. El País Vasco, Francia, ya no digamos Madrid... ni hablar de subir para un fin de semana...

El Consistorio recapacitó, y adoptó una decisión arriesgada, innovadora, que hoy, creo, difícilmente hubiese prosperado: cambiar de fecha las fiestas. Pasarían a celebrarse en Agosto, acabando en el tercer domingo -más o menos, creo recordar que ha habido excepciones-, para que así pudiesen asistir la mayor parte de los emigrados; serían, además, unas fiestas laicas, aunque tuviesen,-¿como no?- sus correspondientes misas: las Fiestas de la Convivencia... no recuerdo que hubiese mucha oposición popular, a todo el mundo debió parecerle una buena idea... votos, no peligraban, porque, total, al Alcalde lo nombraba directamente el Gobernador Civil, y a las autoridades, mientras no hubiesen elegido el Catorce de Abril, una fecha u otra les daba absolutamente igual... nos encontramos, pues, recién salidos de la pubertad, con unas Fiestas de Agosto que -tras el circuito infernal que se iniciaba en las de Lafortunada, seguía con las de Guaso, se bifurcaba con las de Bielsa y Fiscal, y remataba -o nos remataba- con las de Labuerda- cerraba con broche de oro un mes de vértigo, dejando para los más fuertes las ya muy familiares y tranquilitas -dentro de un orden- de La Torrecilla. A tres noches por fiesta, y cinco cubatas por noche -yo iba de gin-Kas-, mas los vasos de poncho... ¡echad cuentas!

Pero no era fácil construir unas Fiestas de nuevo... muchas de las cosas se podían importar directamente de la antigua, pero era quizás el momento de recuperar viejas costumbres o -¿por qué no?- inventar cosas nuevas, que las futuras generaciones recogerían... y así nació la idea del Pregón.

Recordaba yo que mi padre me había contado que, antes de la Guerra -en ese mítico ayer donde habían sucedido todas las cosas- los mozos leían un pregón de fiestas, rimado, donde se comentaban los hechos más destacados del año, sin olvidar referencias personales, muchas veces subidas de tono... supongo que muchos de mis amigos habrían oído hablar también de ese Pregón originario, y no puedo precisar de quién exactamente fue la idea de recuperarlo: recuerdo, eso sí, que lo escribimos una tarde, de una sentada, en una de las mesas exteriores de Casa Gorré, y podría dar el nombre de varios de los que allí nos reunimos -alguno, desgraciadamente, ya no está entre nosotros- si no temiese cometer la suprema indelicadeza de olvidar a alguien, seguramente tan responsable como todos los demás...

Escribimos el Pregón en Castellano, pero ya estaba en L'Ainsa Ánchel Conte, y empezábamos a entender la riqueza que suponía la Lengua Aragonesa y la responsabilidad que recaía sobre nosotros, de no dejarla morir dentro de nuestra generación... así, incorporamos muchas palabras que eran nuestras, las que usábamos corrientemente, antes de que tuviésemos plena conciencia de que eran reliquias de esa lengua antigua, que había llegado a nosotros ya muy fragmentada y amputada, pero que aún todos entendíamos... el Pregón, en sí, no era una obra literaria de gran altura, ni lo pretendía ser; tras saludar a boltañeses de dentro y forasteros de fuera, cantaba los loores de nuestro nuevo Patrón, San Convivencia, que no había sido ni virgen ni mártir, sino más bien golfo y borrachuzo, y exhortábamos a disfrutar de las fiestas con civismo, con una especial insistencia en no espichorrarse por los rincones... el texto, más o menos modificado, se ha seguido leyendo, y deben andar ejemplares por ahí... si alguien lo tiene a mano, le agradecería que me lo hiciese llegar; me haría ilusión comprobar qué queda de lo que escribimos un grupo de amigos cerca de cincuenta años atrás.

Redactado el texto, hacía falta leer el Pregón: y ahí si que nos tiramos a la piscina: ¡organizaríamos un cortejo, montados en burros...! El burro, ese curioso animalito, que ha llegado a estar, entre nosotros, en vías de extinción, era entonces una presencia continua en Boltaña: había casi en cada casa, y se empleaban, fundamentalmente, para bajar y subir a los huertos, función en la que fueron sustituidos, primero, por las mobylettes -que ocuparon su nicho ecológico-  y, en fechas ya mucho más recientes, por los Ladas y los Suzukis... la abundancia de burros había propiciado también la aparición de una diversión para mozos trasnochadores y algo pasados de copas: quien sabía imitar el rebuzno del burro, lo hacía, a altas horas de la madrugada, hasta que, uno a uno, contestaban todos los burros de Boltaña, con gran alegría por parte de los presentes, y -suponemos- recios juramentos por parte de la población civil que intentaba dormir... participé en alguna de aquellas experiencias, llamadas "hacer cantar a os burros", y aún ahora soy capaz de hacer una imitación bastante aceptable del rebuzno, habilidad, todo hay que decir, que apenas si tengo ocasión de demostrar.

Rápidamente, nos organizamos los pregoneros; había que agenciarse, de entrada, un burro; aunque había muchos, no todos valían... era preferible que todos fuesen burras, en evitación de problemas, pero había burras buenas, y burras furas, guitas... me recomendaron especialmente una burra de Casa Valero, acudí a solicitarla, se me concedió, y la monté los dos años en que participé en el Pregón, a entera satisfacción mía y -quiero suponer- suya: nos entendimos muy bien, una burreta dócil y sensata, ya veréis en qué ocasión pudo demostrar su sentido común. Eso si, el olor a sudor de burra te duraba tres o cuatro baños en la Gorga...

A continuación, era preciso localizar un traje regional: me lo prestó Alfonso Karpi, siempre hemos tenido tallas XXL: recuerdo perfectamente el proceso de ponerme la faja, y la alegría de descubrir que, una vez puesta, me reducía considerablemente la barriga, y que en sus pliegues podía guardar lo más imprescindible: tabaco, encendedor -lo correcto hubiese sido un chisquero-, algunas perrillas, aunque confiaba en que la gente, con aquellas pintas, invitaría... a Gloria Conde, que iba a ser mi compañera, le dejaron una maravilla, un traje auténtico del Siglo XIX, con un mantón bellísimo... yo iba muerto de miedo; si nos caíamos y el traje sufría desperfectos, era mejor que nos diésemos a la fuga... en total, salimos unas siete u ocho parejas, me parece recordar, todos convenientemente ataviados, con un buen cortejo de gente que nos seguiría a lo largo de todo el recorrido...

Desde la Plaza, donde empezamos, bajamos hasta el Parador; allí lo leímos por primera vez, formados ante la puerta del viejo edificio que había conocido Lucien Briet. Paseamos luego por la Carretera, bajo los árboles centenarios que aún la adornaban:  apenas si había tráfico en aquellos tiempos, poco molestábamos... Subimos de nuevo hacia el Casco Antiguo, me parece que paramos en Casa Solano a tomar algo, seguramente cerveza en porrón -aunque todos llevábamos bota-, y seguimos de nuevo hacia la plaza, donde ya se había congregado una multitud- a escala boltañesa, quiero decir- para escucharnos.

Mientras el pregonero leía el Pregón, los demás, puestos en fila, lo acompañábamos; fue en aquel momento cuando vi que mi burra, tan pacífica, se inquietaba un poco: mirando hacia atrás, descubrí que un zagal de doce o trece años le había levantado la cola, e intentaba meterle por, prefiero no saber dónde, una ramita de aliaga... rápidamente, echando el cuerpo hacia delante, le solté un alpargatazo en toda la cara, que lo hizo salir disparado... ¡Si llega a acertar, aún estamos corriendo, la pobre burra y yo.!

Disfrutamos mucho con la experiencia, y parece que al distinguido público también le gustó... repetimos al año siguiente, cambiando algo los componentes del cortejo, incorporando nuevos valores... dejamos paso a una nueva generación y, así, en las fotos del 73, ya no quedamos, creo, ninguno de los originales, ancianos ya de ventitrés o venticuatro años... había que dar protagonismo a los jóvenes... ahora, mirando aquellas pocas fotos que conservo, y recordando aquellos tiempos, me río, nostálgico: vuelvo a ver de nuevo a los amigos, que la vida ha ido separando, aunque muchos nos sigamos encontrando una y otra vez, y me alegro de haber podido vivir aquellos momentos... y de poderlos contar hoy.  Por cierto, de nuevo se vuelven a ver burros por Boltaña... ¿Alguien se anima a recuperar el Pregón...?

Con Gloria Conde...



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