martes, 15 de septiembre de 2015

Mi Manifiesto Electoral

Ejercí por primera vez el Derecho a Voto a la temprana edad de dieciocho añitos, allá por el 1967, en unas elecciones al Consejo Provincial del Movimiento, órgano cuyas funciones desconocía, y sigo desconociendo, pero imagino que no serían especialmente decisivas: Lo hice a petición de unos amigos, para que tachase de la lista -única, por supuesto- a un ciudadano al que yo tampoco conocía, pero ellos si, y afirmaban, rotundamente, que era un cabrón con pintas.





Después de tan poco prometedor inicio, mi performance democrática no podía sino mejorar: así, he acudido a votar todas las veces que he sido llamado a hacerlo, y he procurado siempre votar en conciencia, eligiendo a los candidatos que, en mi opinión, mejor encarnaban mis ideas sobre la organización social que yo consideraba, si no perfecta -tampoco exageremos- sí menos mala. También ha ayudado el hecho de que, durante muchos, muchos años, he sido militante de una formación política que, de nuevo en mi humilde opinión, defendía semejantes planteamientos, y eso simplificaba notablemente mi proceso de decisión, porque hay que ser muy bruto para estar pagando la cuota de un partido y, a la hora de la verdad, votar a otro.

Reconozco que tan cómoda posición se ha ido desmoronando, por la confluencia de diversos factores; por un lado, la profunda crisis de representatividad democrática que atraviesa España, puesta en manifiesto por la muy deficitaria actuación de los partidos tradicionales ante la crisis y el generalizado fenómeno de la corrupción, ha hecho aparecer nuevos sujetos políticos, a cuyos cantos de sirena no ha sido indiferente del todo mi corazoncito... por otro, y como ciudadano de Cataluña/Catalunya, la posición por demás vacilante de la formación política en que yo militaba respecto del llamado, en su momento, "Derecho a Decidir" -hoy, pura y simplemente, secesión- ha acabado dinamitando mis sólidas posiciones iniciales, dejándome en un peligroso terreno de nadie, que me ha llevado a cometer curiosas infidelidades electorales.

Ahora he sido convocado de nuevo a las urnas, por libérrima y legítima decisión del President de la Generalitat, con la peculiaridad de que, según el propio convocante, no se tratan de unas simples elecciones a diputados del Parlamento Autonómico, sino de un plebiscito en el cual el voto a las opciones políticas que así lo recojan en su programa deberá considerarse un "Si" al inicio de un proceso de secesión de Catalunya y la creación -en principio, mediante negociaciones con el Estado Español, sin descartar plenamente la Declaración Unilateral- de un nuevo estado independiente, del cual, al parecer, y si nada lo remedia, sería yo ciudadano.

Por una vez, y sin que sirva de precedente, voy a dar por buena la palabra del President, y acepto plenamente el carácter plebiscitario de las futuras elecciones. Y me propongo actuar en consecuencia.

Considero que la secesión de Catalunya, a estas alturas de la vida, cuando los recientes acontecimientos en Europa demuestran que no hay más salida que la integración de los Estados, la cesión de parcelas cada vez más importantes de soberanía y la profundización en un federalismo continental, tendría un sentido similar al de entrar en una autopista en sentido contrario al de la marcha; crearía serios problemas a Europa -no tanto por la salida de Catalunya de la órbita de las instituciones europeas, sino por el ejemplo en otros conflictos territoriales ya existentes o que se pudieses suscitar-, a España, por supuesto, que perdería uno de sus territorios más dinámicos y una parte importante de su peso en en marco europeo... y, en primer lugar, a la propia Catalunya, que se vería forzada a negociar, al mismo tiempo, las condiciones de su segregación con el Estado Español y de nueva adhesión con las Instituciones Europeas, en un momento en que las relaciones con uno y otras se encontrarían especialmente envenenadas. Las autoridades europeas -hablando claro, Angela Merkel, no se me ocurre otra autoridad europea en este momento- lo ha dicho con toda la claridad que ha podido: desgraciadamente, ni Mas ni Romeva, que manejan un Inglés de "cole" bueno, parecen entender el Alemán... me muero de risa cuando afirman, enfáticamente, que nadie va a expulsar de la Unión Europea a siete millones y medio de ciudadanos... ¿Pero no os vais a ir vosotros, del Estado Español, que es el firmante de los Tratados...? ¡Y de siete y medio, nada; los que os sigan, que yo no pienso...!

Puedo entender perfectamente las razones sentimentales de parte de mis conciudadanos, porque el cariño verdadero, ni se compra, ni se vende, y ni ellos lo sienten, ni muchas veces lo encuentran fuera... las cosas están así; pero el coste emocional de la doble frontera -la que separaría Catalunya del resto de España, y la que, dentro de Catalunya, nos separaría a los entusiastas del nuevo Estado y a los indiferentes, escépticos o contrarios- difícilmente podría ser superado por las eventuales ventajas derivadas de la secesión. Dichas fronteras, no tiene sentido negarlo, existen ya, y se ahondan cada día: aquí dentro, la frontera atraviesa familias y grupos de amigos, y si bien es cierto que, casos absolutamente excepcionales aparte, no ha llegado a afectar la convivencia, ¿Podemos estar seguros de que eso no llegue a suceder en un futuro más o menos próximo...?

No vamos a entrar en las posibles consecuencias económicas, para Catalunya -es decir, no para la Catalunya etérea y eterna, sino para nosotros, para su población actual- de la secesión y subsiguiente salida de la Unión Europea: baste con recordar que economistas adictos a la idea estimaban que no superaría una caída del 5% en el PIB... ¡Un 5% del PIB! ¿Sabéis de qué estáis hablando, ángeles míos...?. Para mí, el tema es, por encima de todo, personal: la secesión no me resolvería ningún problema, al contrario, me crearía nuevas incertidumbres, a una edad en que lo que uno busca es tranquilidad... mi estatus personal, con un pie en Barcelona y otro en las futuras tierras extranjeras de Boltaña -que no está ni siquiera en la Franja de Ponent, sino más España endins- difícilmente podría mantenerse con la facilidad con que hoy lo hago... mi pensión de jubilación, que los secesionistas consideran garantizada, pero sin explicar con mucho detalle cómo me la va a garantizar un Nou Estat que será sucesor de una Comunidad Autónoma cuya deuda pública es considerada por las agencias de rating a un nivel similar al de los billetes del Monopoly... por no hablar de mi futura condición de extranjero en la ciudad en la que he nacido, aunque justo es reconocer que, con mi pasaporte comunitario en el bolsillo, la cosa no dejaría de tener su poquito de morbo.

Por supuesto que una separación amistosa simplificaría notablemente estas cuestiones, pero parece que esta gente no se haya divorciado nunca... eso de "separación amistosa" es un oxímoron como una catedral, y conociendo, como conozco a unos y otros -y la mala leche que unos y otros gastan- tengo por seguro que el triunfo de las candidaturas secesionistas abriría un periodo en que, desde un bando y otro, intentarían darse todas las patadas posibles en el culo... de sus ciudadanos. Mi nivel de confianza en el Viejo Estado es perfectamente descriptible, pero, sintiéndolo mucho, el conocimiento personal y directo que tengo de muchos de los actores dispuestos a protagonizar el "Nou" no me tranquiliza en lo absoluto, más bien todo lo contrario.

Y lo que más me apena es ver cómo gente a la que también conozco y sí aprecio, cuyo concurso sería imprescindible para levantar de una vez España y Europa, -que, lo admito, no es tarea fácil- parecen haber abandonado dichos objetivos, y centrar todo su esfuerzo, su capacidad y su ilusión en crear un paraíso pequeñito, una nueva Holanda, una nueva Dinamarca... como si a la Humanidad le hiciesen falta más países pequeños, ricos e insolidarios... y, además, sin explicar muy bien cómo van a conseguir semejante maravilla aliándose con los que llevan más de 35 años gobernando el cotarro, sin muestras aparentes de esa orientación social de la que ahora alardean, cuadrilla -incluso, a veces, en el sentido penal del asunto- de presuntos corruptos, recortadores y privatizadores... ¿qué piensan hacer, darles un golpe de estado interno?... no acaban de explicarlo... su nuevo descubrimiento, ahora, es que la Lucha de Clases divide a los Pueblos... eso ya lo oía decir yo de pequeñito, a los profesores de Formación del Espíritu Nacional, mira por donde...

En pocas palabras; acepto las reglas del juego que establece el President; vale, te admito "Elecciones Autonómicas" como "Plebiscito"; los plebiscitos no entienden de matices, son "Si" o "No", no puedes contestar "depende...": a tu proyecto, a tu Itaca particular, y la de tantos, !ay! de mis conciudadanos, mi respuesta es "No, gracias" y, en consecuencia, juro por Tutatis y por Belenos que mi humilde voto irá a parar a una formación política que en ningún caso -salvo enajenación mental o ingesta de psicotropos- crea yo que puede llegar a apoyar tu investidura ni tu "full de ruta", ni tan solo mínimamente... y eso, lo reconozco, reduce aterradoramente mi abanico de opciones, descartadas las más sobrecogedoras y que superan mi nivel de sacrificio, porque, sinceramente, no me fío un pelo de aquellos por los que siento más afinidad ideológica en, digamos, asuntos generales; pero hay que joderse: un plebiscito, es lo que tiene... otras elecciones vendrán, donde podré votar a los míos, caso que tengan el detalle de presentarse, y yo pueda reconocerlos... ¡salud y suerte!









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