domingo, 7 de junio de 2015

Recuerdos de Miguel Boyer...

Escribía ayer en mi Facebook, hablando del Festival de Tradiciones Japonesas Matsuri, en Barcelona:

 "Un encuentro triste: Anna, la dueña de mi querido Ikkiu, mi restaurante japonés favorito, ha tenido que cerrar sus puertas. Es una víctima póstuma de Miguel Boyer, que sigue ganando batallas después de muerto, pero no contra los yihadistas, sino contra los arrendatarios de viviendas y locales amortizados ya siete veces cuando Franco aún pescaba salmones...no le deseo ningún mal, pobre Boyer, ya pagó sus culpas... tan solo que le renegocien el alquiler de la caldera cada cinco años en el Infierno de los Neoliberales Disfrazados... pruebo, quizás por última vez -snif!- los deliciosos Sobas de trigo sarraceno, fresquitos y con su cebolleta... ¡Hasta siempre, Anna, suerte que estás en el feisbuk, y seguiremos siendo amigos...!"..

Algún día explicaré mi particular inquina contra la Ley Boyer, donde yo sitúo los orígenes de la burbuja inmobiliaria, cuyo estallido de poco se nos carga el país... pero recordé otra anécdota de la cual era, indirectamente, protagonista el primer ministro socialista de Economía, y que me apetece contar...

Ante todo, una confesión; en Noviembre de 1982, cuando se produjo la histórica victoria electoral socialista, fui de los muchos y muchos españoles que vibramos de entusiasmo: aunque el partido al que yo había votado iniciaba en aquellas elecciones el lento camino que le ha llevado desde su condición de partido hegemónico de la Izquierda durante el Franquismo a la urgentísima necesidad de reinventarse para evitar caer en la inoperancia más absoluta, aquella noche tuve que abandonar el Centro de Recogida de Datos organizado por la Generalitat -y, como podéis imaginar, trufado de miembros conspicuos de Convergència i Unió- para poder expresar mi alegría libremente por las calles, y siempre recordaré que lo hice con mi amigo Xavier Vinader, cuya muerte llorábamos hace pocas semanas, corriendo Passeig de Gràcia abajo, uniéndonos a los grupos espontáneos que empezaban a abrir botellas de cava, al grito de "Visca, visca, visca, Espanya socialista...!" "!Xavier -le decía yo, siempre optimista...- esta noche, ligamos...!"

Tampoco es que esperase yo transformaciones revolucionarias de los amigos del PSOE, pero enseguida empezaron a pasar cosas; los nombramientos de ministros -incluido el del propio Miguel Boyer- tuvieron algunos elementos desconcertantes, pero las segundas líneas -Subsecretarios, Secretarios de Estado y Directores Generales- se nutrían de la cantera de progresistas realmente existentes, y había entre ellas muchas caras prestigiosas: sin ir más lejos, fue nombrado Director General en el Ministerio de Boyer un compañero de Facultad -antiguo militante del PSUC, entonces ya socialista, por supuesto- al que todos conocíamos y apreciábamos.

A las pocas semanas de su nombramiento, anunció que venía a la Facultad para explicarnos a sus compañeros profesores las medidas que iba a adoptar el nuevo Gobierno: no es que fuese una iniciativa de corte asambleario -nadie esperaba que nos las sometiese a votación, ni nada por el estilo-, pero el mero hecho de ver a uno de los nuestros, investido de tan altas responsabilidades, dando explicaciones a una pandilla de Profesores No Numerarios era algo insólito y profundamente excitante para nuestras mentes sencillas.

Nos reunimos, pues, en la Sala de Grados, un anhelante grupito de jóvenes lumbreras progresistas, llegó nuestro compañero llamado a mejor fortuna, intercambiamos los saludos y abrazos de rigor, y empezó su exposición...

No es preciso que os  recuerde, a los de mi generación, que la situación económica de España en 1982 era francamente mala, tirando a desastrosa: todo el mundo esperaba del nuevo Gobierno medidas rápidas y eficaces para iniciar la recuperación -o, por lo menos, frenar la caída- y eso es justamente lo que nos explicó el Director General...especialmente, insistió en el propósito de enderezar nuestra catastrófica Balanza de Pagos, "Frenando las importaciones, e incrementando las exportaciones"

Yo era, por entonces, profesor de Estructura Económica de España, la disciplina que después recibió el horrible título de "Economía Aplicada"; por lo tanto, sabía algo de eso, o eso creían los que me pagaban -eso si, muy poco- por formar a las nuevas generaciones de economistas: por lo tanto, no me pude contener: "Perdona, Fulano -llamábamos al Director General por su nombre de pila, en plan viejos camaradas...-; en éste momento, una de las rúbricas más importantes de nuestras exportaciones son los productos refinados del petróleo; crudo no producimos ni para llenar un mechero... ¿Cómo vamos, sin ir más lejos, a incrementar esas exportaciones si no incrementamos, correlativamente las importaciones...?"

El Director General me interrumpió con una auténtica carcajada..."¡Ja, ja ja, Antonio, al Ministro no le vayas con esas cosas... para él, las importaciones son los videos y los bemeuves...!"

Y no fue la única respuesta de ese tipo que recibimos... acabamos el acto, prometimos repetirlo -promesa que jamás se cumplió-, y salimos a la calle en silencio... me metí en mi Ford Fiesta con un compañero, sin cruzar palabra, y, cuando ya íbamos a media Diagonal, no recuerdo quien de los dos resumió lo que sentíamos... "¿Verdad que sería bonito ser gobernados por gente que supiese más que nosotros...?"






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