lunes, 8 de junio de 2015

L'Italiano

Mi inminente viaje a Italia será para mí un viaje también a una lengua que no he estudiado, pero de la que disfruto como de pocas; vivir unos días en Italiano es, para mí, un aliciente muy especial: os cuento cuales han sido mis relaciones con la lengua de Dante, Petrarca y Alberto Sordi...

¿Os acordáis de la Gripe Aviar---?


"¿Hablas Italiano?" me preguntó de sopetón mi maestro y amigo Joaquín Fernández...

"No, que yo sepa..."

"Pues es una lástima, porque yo tampoco, pero me he comprometido a traducir un libro, y lo vamos a hacer entre los dos..."

Por aquel entonces, íbamos los dos bastante mal de dinero, y no podíamos dejar pasar ninguna oportunidad; y así me vi lanzado a la traducción de una Enciclopedia sobre la Historia del Cine, un tema que, por suerte, me apasionaba y me apasiona, para una de esas editoriales cuyas obras se vendían luego por casas y oficinas, a cargo de sufridos vendedores encorbatados y trajeados, con cierto aire de telepredicadores americanos, y de situación económica tan precaria como la nuestra...

No era, por cierto, mi primera experiencia en el mundo de la traducción: había vertido al castellano un Manual de Sociología en Inglés americano, y aún no hace mucho descubrí una reseña bibliográfica donde se recordaba tamaña osadía, pero hay que decir en mi descargo que, por aquel entonces, me encontraba sumido en el Mundo de la Droga; ya os contaré algún día... pero esta vez estaba en mi ser natural; así que saqué un diccionario de la biblioteca de la Facultad -no estaba la cosa como para hacer gastos previos-, puse un folio en mi Olivetti Pluma 21 -una especie de ordenadores sin pantalla que usábamos en la Antigüedad- y me adentré en las infractuosidades de la Lengua Italiana.

Hay que añadir que mi respuesta a Joaquín, de puro apresurada, había sido inexacta: hacía años, en un librero de viejo, y por cuatro perras, llevado por mi interés por la Historia, había comprado un libro insólito: "Il Balilla Vittorio". Los "Balilla" eran los niños y adolescentes en las filas de las Juventudes del Partido Fascista, y el librito era una especie de texto de formación nacional italiana de los años 30, lleno de misiones imperiales, reuniones del Partido, pequeños carros de combate, parecidos a nuestros Biscuter, desfilando ante el Duce, y esforzados fascistas en camiseta blanca de tirantes ayudando en la Bonificata, la cruzada contra las zonas pantanosas que eliminó la Malaria -su nombre, italiano, ya explica hasta qué punto era endémica en esas tierras-, llenó Italia de búfalas productoras de Mozzarella, y nos impidió gozar de humedales que hoy estarían protegidos por el Convenio Ramsar, y llenos de aves acuáticas y ornitólogos ingleses observándolas...

"Il Balilla Vittorio" no era obra de gran altura literaria aunque -aviso- en Italia hasta los letreros que prohíben asomarse por las ventanillas de los vagones del tren tienen un regusto literario asombroso, y no llegaba ni de lejos a las cotas alcanzadas por su antecesor inmediato, "Cuore", Corazón, la colección de cuentos que contribuyó a la creación de una identidad nacional italiana basada en el Risorgimento y la Unidad, donde bravos tamborcillos sardos, abatidos por pérfido francotirador austriaco, morían en los amorosos y agradecidos brazos de Il Re...o donde Marco cruzaba medio Mundo, de los Apeninos a los Andes, buscando en tierras argentinas a su mamma emigrante, antes de que oportunistas ilustradores japoneses le pusieran ojos de huevo y, además, le diesen por compañero a un surrealista mono, origen de tantas bromas infantiles... pero, pese a su carácter de obra menor, fue mi primer contacto con el Italiano, me lo leí sin grandes problemas y, ahora, sentado ante la Piuma 21 -tan italiana también ella misma-, vivía yo de los réditos de aquella lectura y descubría que el Italiano se abría ante mí, sin dificultades especialmente dignas de mención...

Por supuesto, no había ningún misterio en ello; ambas lenguas, el Italiano y la mía, bebían en las ubérrimas ubres de Roma; hermanas ambas, hijas del Latín, los puentes entre ellas eran frecuentes, familiares, transitables... aunque, también, alguna vez engañosos... recuerdo siempre el cachondeo de unos compañeros del PCI cuando, en un restaurante barcelonés, veían el rótulo "Salida" sobre una escalera claramente descendente... para ellos, "Salire" es "Subir"... "É l'Uscita...!" tenía que traducirles yo...

El Latín había sido uno de mis grandes descubrimientos en el Bachillerato: acostumbrado -catoliquito  anterior al Concilio Vaticano Segundo- a los textos litúrgicos en una lengua que no entendía, ahora se me presentaba como un mecanismo de precisión, con sus declinaciones y sus conjugaciones verbales, sus ablativos absolutos, su extraña belleza, acrecentada por el hecho de que, al no disponer de profesores nativos, nadie sabía a ciencia cierta cómo debía sonar... solo lamento que, al optar por Ciencias, lo dejase al llegar a Quinto de Bachillerato, y que no se pusiese más hincapié en desarrollar nuestras habilidades para usarlo como lengua, en vez de centrar el programa en efectuar traducciones...

¿Podía servir el Latín como lengua de comunicación? por supuesto, así lo fue en la comunidad científica hasta bien entrado el Siglo XIX, y aún mis amigos micólogos, cuando quieren describir una especie nueva, deben recurrir a un experto en Latín para redactar su descripción: "Pileum striatus, lamelulae albae..." En un episodio de Makinavaja, las historietas de Ivá que magistralmente interpretaba en la Tele mi querido Pepe Rubianes, descubría en una terraza de un bar una muchacha de turbadora belleza, de la cual, tras varios intentos en Inglés aproximado, sólo llegada a deducir que era polaca--- "Con lo beatos que son, sabrá Latín...", aventuraba... acertaba a pasar por allí, de sotana y leyendo el breviario, un cura -el impagable Carles Flaviá, que lo había sido realmente en una vida anterior-, y Maki le pedía que le preguntase a la señorita si estaría interesada en mantener una relación con él: "Hoc vir, copulam habere volet cum te..." o algo así, le decía el cura, a lo cual la dama respondía simplemente: "Triginta milia", estábamos aún en los felices tiempos de la Peseta...

Apoyado en la muleta del Latín, me he adentrado por el universo bellísimo del Italiano sin demasiada seguridad, pero con una cierta alegría y sin muchos complejos: puedo leer textos italianos casi, casi de corrido, y, en los felices tiempos del Eurocomunismo, podría pasar buenos ratos debatiendo con i cari compagni, cada unos en su lengua, pero sin dejar de hacer incursiones en la del otro... recuerdo que, en una ocasión, pasaba ante la estatua dedicada, en la Via Laietana, a Ramon Berenguer IV, y un turista italiano deletreaba en voz alta, confundido, "Ramon Berlinguer..." "Il nonno d'il caro Enrico!", le aclaré, "El abuelo del querido Enrico", dejándolo de una pieza... Enrico Berlinguer, al que había tenido la ocasión de escuchar en un mítin, hablando su bellísimo Italiano, ¿Qué opinaría ahora de la situación política de su País...? ¡qué horror, la Muerte fue piadosa contigo...!

Pronto, muy pronto, volveré a sumergirme en sus aguas acogedoras... el Francés, hace poco lo dije, fue mon premier amour, y, como todos los primeros amores, jamás se olvidan, pero no deja de tener un puntillo inquietante, de no llegar a estar a la altura...: el Inglés ha sido una herramienta de trabajo, que me abre las puertas del Mundo, y que he pulido y pulido a lo largo de años y años: por el Alemán, un amor juvenil que ahora retomo, me muevo como los legionarios romanos por el bosque de Teutoburg, entre la admiración por su hermosura, y el acojono por las asechanzas que encierra... el Italiano es de casa; no llega, para mí, a ser ni siquiera una lengua extranjera, y cuando voy por esos mundos de Dios y, por la noche, enciendo el televisor en mi habitación, cuando me canso de leer los subtítulos de la CNN, busco siempre Rai1, para ver al simpático ufficiale de la Areonautica Militare que hace de hombre del tiempo y, sinceramente, para poder enterarme de lo que dicen...


¡La cuarta parte de la multa, para el denunciante!

"..Y otras penas, al arbitrio de Su Señoría Ilustrísima..."

Este ya es para nota... está en dialecto romano... pero se entiende, ¿verdad..?




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