jueves, 17 de marzo de 2016

Miles y miles de turistas no pueden equivocarse...

Si, señoras y señores, esa es la esencia de la Democracia: la gente, en líneas  generales, sabe lo que es bueno. O, dicho en negativo, recordemos la castiza frase: "Ningún bobo se chafa los c...."; ¿A donde van los turistas...? A lugares bellísimos, únicos, espectaculares... he estado en Venecia y en Florencia; hasta arriba de gente, pero sitios inigualables, mágicos. Incluso la Sagrada Familia, que no es santo de mi devoción, confieso que bien merece una visita. Tengo mis reservas sobre la otra gran atracción turística de mi ciudad; el Estadio del Barça y su fastuoso Museo, pero eso ya son rarezas mías...



Perito Moreno es universalmente reconocido como un "must", un sitio que, si puedes, no te debes perder; miles y miles de turistas cumplen, anualmente, con el rito de acercarse y admirarse ante su deslumbrante -en más de un sentido- belleza... Perito Moreno une a la hermosura fría, distante y hostil, de un glaciar, la inmediatez que supone su fácil acceso, e incluso su localización, estratégicamente situado frente a una península montañosa, que facilita su visión desde ángulos difícilmente alcanzables en otros casos, y estoy pensando en el Viedma, escondido y a tomar vientos...

Pero es que, además, el Glaciar Perito Moreno, a parte de ser bello, "hace" cosas; en un rato delante suyo, fácil es que puedas contemplar -o, por lo menos, oír- algún desprendimiento... y, de vez en cuando, pongamos cada cuatro años, regala un espectáculo difícilmente comparable: su rotura.





Venid conmigo a lo alto de su mirador, y os lo explico en dos patadas: intentad mirar las dos fotos a la vez: como veis, el glaciar avanza, en forma más o menos de "V", con su punta dirigida hacia las rocas de la Península de Magallanes, que es desde donde ahora lo contemplamos; cuando la lengua del glaciar choca con la roca, literalmente se monta encima suyo; es esa zona caótica y algo guarra que vemos en el centro, a la derecha de la primera foto, a la izquierda de la segunda. Así ha dejado el Lago Argentino dividido en dos partes; a la derecha, el brazo principal, alimentado por las aguas de fusión de otros glaciares más, aparte del Perito Moreno, es el que baña las orillas de El Calafate: a la izquierda, el Brazo Rico, queda aislado. Son lagos muy profundos, doscientos o trescientos metros… para los que conoceis Pineta, pongo por caso, como si el valle embalsase agua hasta el umbral de Lalarri.



A partir de ese momento, y por el principio de los vasos incomunicantes, cada brazo va a su bola; el Brazo Principal parece que, este año, está a un nivel muy alto, e incluso hemos visto como inunda zonas bajas cerca de El Calafate; el Brazo Rico va embalsando agua por encima del nivel del Principal; esas aguas van excavando una oquedad en la pared de hielo; se forma así “La Cueva”; cuando la cueva, transformada en túnel, perfora toda la punta del glacial, el agua del Brazo Rico se precipita, tumultuosa, hacia el Brazo Principal; su paso arrastra las paredes, las debilita, se transforma, efímeramente, en puente, pero los pilares erosionados no aguantan, y se derrumban…las aguas arrastran el hielo hacia el Canal de los Témpanos, ambos brazos quedan de nuevo comunicados, fin del ciclo, a esperar tres o cuatro años más…



Todo eso nos lo va contando el guía, en el relativamente breve -setenta kilómetros nada más- viaje desde El Calafate; hemos vuelto a coincidir con nuestros amigos argentinos de ayer, Cecy y su grupo… cruzamos una buena extensión de pampa seca, una zona de bosque de lengas y ñires y, de repente…. ¡Ohhhhh!: desde un mirador podemos contemplar, en toda su belleza, el lado Sur del glaciar… sus hielos brillan, hermosos, bajo el radiante Sol de ese día, y nos disponemos a embarcar en el pequeño buque que nos permitirá acercarnos lo más posible a su base.




Apenas si sopla el viento -cosa milagrosa-, y la navegación es muy agradable; nos dirigimos hacia las paredes, de más de treinta metros de altura… coronadas de almenas puntiagudas, auténticos cuchillos, sus grietas, a través de las cuales se filtra el sol, dejan ver toda la increíble paleta de colores del hielo, desde el blanco más puro al verde esmeralda, pasando por todos los tonos del azul… también se ven venas oscuras; no muy lejos de aquí, en territorio chileno, un volcán ha estado dando por saco recientemente, de ahí pueden venir las cenizas… o del también reciente incendio que destruyó parte de la infraestructura hostelera de la península, entre otras cosas, más de sesenta váteres, ya os podéis imaginar el caos que puede originar eso…






En la esquina izquierda del glaciar, vemos varios “gomones” -“Zodiacs”, diríamos nosotros-. que han desembarcado a los privilegiados -menores de sesenta años, quiero decir- que han contratado un trekking por el hielo; calzados con crampones, suben y bajan por el glaciar, y luego les invitan a un vasito de wisky con un cubito de hielo de ni se sabe de cientos de años, que me tomaría muy a gusto… por lo menos, puedo verlos desde abajo; parecen un desfile de hormigas, o los enanitos de Blancanieves, más adecuado aún al tema que nos ocupa…



Ahora enfilamos hacia el lado opuesto, donde ya se ha formado “La Cueva”; nuestros guías dicen que sí, que técnicamente hablando, se ha iniciado ya el proceso de rotura, pero que ellos lo ven muy verde… hoy es veintitrés de Febrero, fecha difícil de olvidar; el diez de Marzo, a las once de la mañana, ante más de dos mil afortunados, las aguas se abrirán paso hacia el Canal de los Témpanos, y Perito Moreno quedará roto, hasta que vuelva a cerrarse y romperse de nuevo, dentro de tres o cuatro años más… YouTube está lleno de videos sobre el fenómeno, que me envían también algunos amigos argentinos… me sabe mal relativamente hablando, bastante feliz he sido pudiendo verlo, tampoco hay que pedir demasiadas cosas a la Vida… el periódico “La Nación” aprovecha para preguntarse si hay que hablar de “Rotura” o de “Ruptura”; según la RAE, rotura es lo adecuado para cuerpos sólidos, mientras ruptura se aplica a las relaciones entre humanos… pero el Poeta que todo Argentino lleva dentro concluye que bien puede hablarse de la “ruptura” de las profundas relaciones establecidas entre el glaciar y la península… lindo, y cierto.




Desembarcamos, y de nuevo en el minibús -¿o cabe hablar de “minicolectivo”?- nos dirigimos ahora a la entrada de los miradores de la península; compramos “vianda” -lo que llamaríamos en Castellano peninsular “picnic”-, subimos a la cumbre de la península, y allí tenemos a nuestra disposición cinco kilómetros de “pasarelas”, de metal, perfectamente estudiadas, que nos permitirán, cruzando un hermoso bosque, contemplar hipnotizados la belleza de la otra rama del glaciar, la que se abre al Brazo Principal del Lago Argentino: nos detenemos en sus numerosos miradores, donde grupos de personas aguardan para presenciar algún desprendimiento; los hay que apuestan por determinados bloques o láminas, que ya parecen casi separadas de la pared, pero que muestran una decidida voluntad de permanecer allí: cuando las estás mirando… ¡Broooommm!, un fragmento se desprende en el otro extremo del glaciar, y ves la nube de hielo en polvo que levanta su caída, y las ondas en el agua allá donde se ha producido el impacto…




El tiempo apremia, hemos de regresar al Estacionamiento -lo que en Castellano peninsuar llamamos “Parking”-… mirando hacia atrás, como la mujer de Lot, para no perdernos los últimos destellos de belleza, recorremos casi corriendo los últimos cientos de metros; el Sol empieza a velarse con una fina capa de nubes, y las sombras de la tarde comienzan a avanzar sobre los hielos del glaciar…








Hacemos el viaje de vuelta casi en silencio, abrumados por tanta belleza como hemos absorbido… no sabemos que, al llegar a nuestro hotel, hay dias afortunados, nos espera una nueva maravilla; se ha formado un hermoso perihelio, el más grande que he visto en mi vida…






Un día tan redondo tenía que terminar por todo lo alto; nuestros amigos argentinos nos han invitado a unirnos a su grupo para probar el Cordero Patagónico: como buen mediosobrarbense, he comido cordero por toneladas y, además, me habían prevenido contra el cordero patagónico: “Lo encontrarás seco”, me habían dicho… ¡Inexacto! lo veo asarse lentamente, horas y horas debe llevar ahí, espetado ante el fuego, en La Tablita, el asador que han elegido nuestros amigos, y llega a la mesa en una pequeña hornilla: lo encuentro tierno, sabroso, jugoso, sin pizca de grasa, una maravilla… la agradable conversación con nuestros nuevos amigos, las botellas de magnífico vino argentino que tumbamos, el helado de calafate que pido, para ver si se cumple el dicho y vuelvo alguna vez a estas benditas tierras, cierran una velada inolvidable.





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