viernes, 4 de marzo de 2016

Argentina: recuerdo de urgencia...

Llevo poco más de 20 horas en casa, y Argentina empieza a ser ya un recuerdo... estaré días hablando de ella, pero aquí van mis primeras líneas apresuradas...






Blanca y yo somos viajeros tardíos: aunque ella empezó fuerte, pronto estábamos los dos dedicados al cuidado de nuestras hermosas camada de subadultos, en nuestras primeras parejas primero, juntos después... hemos podido aprovechar estos escasos años entre sus felices emancipaciones y la inevitable decadencia física y económica que nos espera, para poder dar salida a nuestras ansias de ver todas las cosas que nos aguardaban ahí afuera... esa premura temporal nos acerca peligrosamente a la denostada figura del turista -si hoy es jueves, esto es El Chaltén-, de la que pretendemos. con más o menos éxito, huir, a través, primero, de la documentación previa -años y años de lectura en sillón te preparan mucho más de lo que parece, y ese es mi fuerte- y, después, por supuesto, durante el viaje, a través de la comunicación, materia en la que reconozco que Blanca está considerablemente más dotada que yo... Nada más lejos de nosotros que el fantástico personaje de Bill Murray en "Lost in traslation"; tenemos demostrado que hasta en Japón somos capaces de pegar la hebra con la población local, aunque sea por señas y reverencias.

Nuestro viaje a Argentina han sido, de hecho, dos diferentes; el magnífico viaje al Sur nos ha aproximado a una Naturaleza majestuosa, tanto por su enormidad -esos espacios desiertos increíbles- y la tensión interna de su dureza -hemos experimentado vientos huracanados, frío, oleaje embravecido... -como por su simbolismo de Finis Terrae, esa emoción que sentí al poder, por fin, identificar en un cielo vibrante de estrellas, la Cruz del Sur; pero también nos ha dado la oportunidad de compartirla con otros viajeros, que descubrían lo mismo y al mismo tiempo que nosotros -¡Chau, Ceci!-, y también con los que allí viven... cierto es que el contacto del viajero se reduce muchas veces a guías, taxistas, camareros..., pero entre ellos hemos encontrado personas magníficas e interesantísimas... relaciones todas ellas facilitadas por su amabilidad, tan ilimitada como sus tierras, su profundo poso cultural -si hay una palabra para definir a Argentina es esa; es una sociedad culta-, y esa familiaridad, casi hermandad, que crea un idioma común y querido, en el cual nos movemos, nos sentimos siempre como en casa.

Buenos Aires ha sido otra cosa; allí nos ha acompañado Marc, el hermano pequeño de Blanca, que la conoce como la palma de su mano; así, tras un primer recorrido turístico en microbús, donde, en tres horas, prácticamente nos comimos todos los tópicos -desde la Avenida Más Ancha del Mundo a la Bombonera del Boca Juniors- hemos podido abandonar el afán turístico de verlo todo para fingir, por poco tiempo, ser parte de su latido diario... sensación a la que ha contribuido decisivamente haber podido disfrutar de la compañía de su increíble grupo de amigas -y algún amigo-, que sentimos ya como propias, un mosaico de la realidad argentina actual y, al mismo tiempo -y lo hemos encontrado en todas partes- un profundo interés y un muy buen conocimiento de la movida realidad española... y catalana. Por no olvidar la felicidad del reencuento con nuestra amiga Cristina Argota.

La vuelta a casa no ha sido sencilla: aquí la vida seguía su curso, y, por desgracia, había malas noticias sobre una persona querida, que nos preocupan seriamente... los viajes no suspenden la vida, abren una ventana a nuevas situaciones, a nuevas tierras, a nuevas personas que atraviesan tu camino, y que esperas -o no, eso depende- reencontrar, pero después siempre regresas, no exactamente el mismo; algo más viejo, algo más cansado, algo más sabio, a veces algo más gordo -¡Éxito, he sobrevivido sin estragos al dulce de leche y el alfajor!-y, por supuesto, con bastante menos dinero en la cuenta corriente... pero no faltan ocasiones en que, por un momento, te parece ver algo así como un atisbo de otra vida posible, un desvío hacia otra realidad, donde tú podrías haber sido un tú distinto, ni mejor ni peor, diferente... por eso acabo esta primera entrada con una de las peores del millar largo de fotos que traigo: en la frontera con Chile -¡Qué mal rollito se traen los dos...!, lejos de la carretera, bajo un cielo inmenso, en una pampa nos menos inmensa, un jinete, cabalga en su caballo; parece encerrado en su mundo, ni siquiera mira hacia nosotros, no sabemos de donde viene, ni a donde va... quizás es uno de esos peones que, en los tiempos duros, apenas ganaban para comprar un par de alpargatas y unas velas, que se sublevaron contra los hacendados y que el Ejército masacró... quizás es un hacendado, de esos que cuentan sus hectáreas por decenas de miles...otra vida, otras preocupaciones, seguramente, en el fondo, tan parecidas a las nuestras...






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