jueves, 10 de diciembre de 2015

Sète y Montpellier...

Saliendo de Ceret, seguimos por l'Autorroute, camino de las tierras de l'Hèrault...

En la "bretelle" -¡Qué buena idea, comparar un desvío de autopista con unos tirantes!- dejo atrás el familiar desvío haca Toulouse, y me adentro en tierras mucho menos conocidas; pronto la dejamos, para dirigirnos hacia Sète vía Agde y Cap d'Agde: tierras desoladas, como todos los territorios de turismo playero fuera de temporada, con sus barcas varadas y cubiertas de lonas, sus supermercados cerrados, sus parques infantiles con columpios inmóviles y algún que otro gorila-tobogán amenazador... pero Cap d'Agde es también la tierra del turismo naturista y, cómo no, de las orgías, las "partouzes" tan detalladamente descritas por el cochon de Houellebecq... ¡humm, me relamo el bigote pensando... qué impresentable, el jodido, y qué feo, pero qué bien escribe...! Recuerdo que tengo pendiente "Sumisión", ahora de tan triste actualidad, pero quiero leerla en Francés... Javier dice que me la prestará.



Con Sète me pasó una cosa muy curiosa; la atravesamos yendo a la Camargue, con prisas, y se me quedó grabada la imagen de su Canal, rodeado de edificios de un aspecto deliciosamente italiano... y entonces yo aún no sabía que, efectivamente, había sido fundada por italianos. Poco después la vi desde un avión, volviendo de Venecia; hoy cumplo mi deseo de bajar del coche -en un bunkeriano parking subterráneo y submarino, "Le parking marin", cantaría Valèry- y pasear por su marina urbana y las calles vecinas, en una tarde de sábado repleta de padres y madres de familia anticipando compras navideñas... llegamos aún con luz diurna, lo dejamos con las primeras sombras de la noche, después de tomarnos enormes capuchinos rematados por auténticas montañas de nata... ¡cuanta leche mana Francia...! me acuerdo de Brassens, pero no canturreo ninguna de sus canciones, sino la que le compuso un amigo común, Labordeta... se les echa en falta a los dos... "Dime, joven difunto, Jorge Brassens, con quién te has encontrado en el Más Allá..."





Montpellier es, para mí, una novedad: cuantas veces había pasado por el desvío de la Autopista, había comentado: ""¡Pues me gustaría visitarlo...!" Hoy me voy a dar el gustazo de hacerlo, e incluso de pasar allí una noche, en esa vieja ciudad, tan importante en la Historia de la Corona de Aragón, puesto que aquí nació nuestro Jaime Primero, e incluso fue concebido -antes, por supuesto- en vaudevillescas circunstancias...como de costumbre, me pierdo, y un amable caballero nos guía desde su automóvil. Diré en mi descargo que mis pérdidas son siempre relativas; siempre sé en qué Hemisferio estoy, e incluso, apurando, en qué parte de la ciudad -si al Norte, al Sur...- me falla, eso sí, por mucho Google Earth que le eche y mucho Street View, la aproximación final... con las mozas solía pasarme lo mismo, siempre me pierdo en los detalles... cuando más despistado estoy, Blanca y Cris gritan al unísono ¡¡Aquí, aquí...!!, y una hábil y arriesgada maniobra me coloca ante la puerta de nuestro hotel.

Para dirigirnos andando al centro de la ciudad atravesamos un barrio increíble, obra de Ricardo Bofill: Antigone; una enorme extensión de viviendas y locales utilizando a fondo las formas clásicas, desde los Romanos a Palladio, es decir, desde los Romanos a los Romanos... estoy más familiarizado con sus aeropuertos, los uso con frecuencia: ahora mismo voy a ir a Terminal Uno, mucho más Aeropuerto que su bonita Terminal Dos,  la de los Juegos Olímpicos del 92, tan maltratada por los materiales defectuosos -decían que los mármoles que tan poco duraron y las palmeras liofilizadas procedían de alguna empresa de patricia y tresporciéntica familia...- pero Antiogone no me deja indiferente, y arranca también reflexiones a Javier, que sí es arquitecto -lo de Bofill no está tan claro...- "Quizás si que hay que volver a esas formas clásicas, que han funcionado siempre..." así que me envaino lo de "pastiche", y lo miro con otros ojos... conocí a un tío suyo, que era muy divertido, pero estaba como una cabra; un punto más a su favor. Y se casó con una señora muy guapa: dos puntos...





Atravesando un Centro Comercial y una Mediateca enorme y reluciente, se aterriza en el mismo corazón de Montpellier, la Place de la Comedie... la noche del sábado está en plena ebullición, y miles de persona se dirigen hacia el mercadillo navideño que, en Francia, siempre tiene un toque alsaciano, como si el Niño Jesús no pudiese llegar a término sin abetos nevados y casitas de madera llenas de embutidos hipercalóricos... domina la plaza un gigantesco Globo terráqueo de bombillas- más bien de leds- iluminados... las dos madres de la expedición entran en trance; Blanca tiene a su hija en Angola, y Cris a su hijo en Beijín -Pekín, para los de mi generación-; el Mundo se nos está quedando pequeño ante la diáspora de hijos, en nuestras preocupaciones paternales ya no se pone el Sol... ambas madres buscan con la vista las casas de sus hijos; Cris lo tiene mal, el Hemisferio Norte casi no se ve...

Nos adentramos en las calles medievales -o, por lo menos, antiguas- de Montpellier: ciudad universitaria, y eso se nota, entre nativos y erasmus, millones de jóvenes nos rodean, con evidentes ganas de jarana... Donde fueres, haz lo que vieres; acabamos en una Vinotheque, probando un vino más que decente y, de allí -y a propuesta mía, que ando algo exótico- a un Vietnamita llamado, incongruentemente, "Le Pekin"... comida sabrosísima, servida por La p'tite tonkinoise, que parece menor de edad, pero a lo mejor tiene hijos que ya se afeitan, aunque poco, siendo orientales... L'Indochine nunca está lejos en Francia, qué huella tan profunda dejó... me comentan que igual sucede allí, donde puedes encontrar baguettes bastante decentes en medio de los arrozales reventados por las bombas yankis, el Primo de Zumosol de los occidentales, llegados para vengar Diem-Bien-Fu, pero que también salieron con el rabo entre las piernas... "Los vietnamitas son chiquititos, son chiquititos, si, si...!", banda sonora de la reflexión a cargo de Carlos Puebla...





Volvemos paseando a nuestro hotel, otra vez a través de Antigone... me queda mucho por ver de Montpellier, pero ya he tenido un primer contacto... me voy con la pena de no haber visto ninguna Malpolon monspessulanus, la Culebra de Montpellier, la serpiente más grande de Europa, venenosa -aunque poco, y con los colmillos en un lugar demasiado retrasado para ser peligrosos...- por el nombre, parecería que aquí abundasen... antes de acostarme, miraré bien debajo de la almohada, no sea que me espere allí, enroscada, mirándome con sus fríos y crueles ojillos...






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