miércoles, 16 de diciembre de 2015

Albi, sobre el Tarn...

Nueva etapa: la villa de Albí, semillero de herejes, lugar agradable...



Llegamos a Albí, con las últimas luces del día: tenemos reservadas habitaciones en el Hotel Ibis que, según hemos podido ver, está en el centro. Para una sola noche; si nos gusta, pediremos una noche más y, si no, saldremos a la aventura. Aventura relativa, porque la Purísima no es festivo en Francia, y pocos turistas andamos sueltos por ahí. Eso si, todos españoles.



Cuando viajo en primavera o verano prefiero alojarme en pequeños hotelitos o casas de turismo rural, siempre en el campo. Pero en este época del año, en la Europa productiva, cuando se pone el sol, en el medio rural retiran las aceras... conviene, por lo tanto, pasarse al hotel céntrico en núcleos urbanos donde habite gente con más hábitos noctámbulos y puedas encontrar donde cenar o tomarte una cerveza. A pesar de ser noche de Domingo -noche muermo donde las haya, hasta en sitios animados- se ve gente por la calle, buena señal... sin excesos, todo hay que decirlo.

Descubrimos en seguida nuestro flamante Ibis, en el mejor sitio de la ciudad. Pero lleva un subtítulo, "Styles", que no figura en la reserva; nos sacan de nuestro error; nuestro Ibis está a unos pocos metros, pero en una calle de menos categoría, y un edificio notablemente menos glamouroso... con el ánimo encogido, nos dirigimos a él. Éste se llama, simplemente, Ibis, pero tenemos  tiempo para ver, por el rabillo del ojo, que en la puerta siguiente hay un rótulo aún más alarmante: "Ibis Budget". Es decir, barato...

Con el alivio de Jonás saliendo del vientre de la ballena del cutrerío, nos resignamos al Ibis que nos corresponde por nuestra adscripción económica: el de la Clase Media. No por nacimiento, puesto que nuestras señoras son, como decían por aquí, "Aristós", aunque no ejercen... el resultado es un hotel sumamente correcto, limpio y funcional, con unas habitaciones estudiadas para garantizar un cierto nivel de confort. Por ejemplo, están muy orgullosos de sus camas, y así lo anuncian en unos cartelitos que las decoran; es la primera vez que duermo en una cama con sobrecolchón, que ahora se está poniendo de moda, y la verdad es que es muy cómodo. El cuarto de baño es una cápsula prefabricada, donde no falta de nada, salvo espacio: es rigurosamente monoplaza, cosa que, en dicho lugar, casi se agradece, por mucha confianza que haya. El desayuno, también muy bueno, con esos panes franceses que añoras siempre que no estás allí... Total, reservamos otra noche, sin ningún  problema. Además, tiene parking gratuito; tomad nota: el Ibis mediano, ni el bueno, ni el malo...

Nada más salir a la calle, ya de noche, viene a recibirnos uno de los más ilustres hijos de Albí; el Marqués de La Pérouse: sus paisanos le han colocado una vistosa estatua en lugar bien destacado, y se la merece, aquel marino que recorrió todos -literalmente todos- los mares, pasando por lugares que daría un brazo por conocer, como el Cabo de Hornos -¡pronto estaré cerquita, ya os contaré!-  o el estrecho que lleva su nombre entre Sajalín -Siberia- y la isla japonesa de Hokkaido, a la que también me gustaría darle una vueltecita... incluso estuvo en las Filipinas, estudiando la manera de echar una mano a sus desastrosos aliados y vecinos del sur -nosotros, por si no caíais- en sus colonias ya en fase de declive... logró importantes victorias, apoyando a los indepes yankis contra el secular enemigo de Francia: me refiero, por supuesto, a Inglaterra; lo de Alemania ha sido temporal y, espero, pasajero... se le vio, por última vez, dejando las costas australianas en dirección a las Islas Salomón, y allí se le perdió el rastro, a él y a su buque; no se descarta que se integrase en la cadena trófica de alguna población nativa con especial preferencia por la Cuisine Française... prefiero pensar que sobrevivió al evidente naufragio, y vivió feliz hasta una edad avanzada en una isla paradisíaca, rodeado de bellas y no demasiado exigentes concubinas, a las que encandilaría con sus buenos modales, librándose así de la Revolución Francesa donde, durante unos años, los Marqueses debieron realizar serios esfuerzos para mantener sus nobles cabezas sobre sus no menos nobles hombros.



Saludamos al Señor Marqués, y nos adentramos en las calles del Viejo Albí; un casco antiguo grande, muy bien conservado, con casas de tres o cuatro siglos atrás... es una delicia callejear por él, viendo aquí un mercado igualito que los nuestros, de hierro fundido y ladrillo, o un claustro románico escondido en un primer piso, desgraciadamente reducido a tan solo uno de sus cuatro lados por los destrozos de la Revolución -¡qué bien hizo el marqués perdiéndosela...!







Todas las calles del Albi antiguo parecen llevar a la Catedral, una mole de ladrillo, altísima, impresionante... tiene una torre mocha que desentona un poco con el conjunto y, al lado mismo, un Palacio Episcopal pelín siniestro, sede hoy del museo Toulouse-Lautrec... entramos en la Catedral justo cuando está terminando la misa; el cura -¿o sería el obispo?- despide con un apretón de manos a los no muy numerosos feligreses, mientras un señor beato -por todas partes hay rosigaltares, faltaría más- entrega un papelito; no nos ve cara de feligreses, porque pasa de nosotros. Hay un San Antonio de Padua de tamaño natural; le enciendo una velita, ante la expresión  indescriptible de Blanca, que me deja por imposible... apagan las luces, y salimos al exterior, sin poder contemplar un fresco impresionante que cubre todo el lienzo de pared situado detrás del altar, ni el coro, que me parece también de mucho mérito. A la calle...



Cenamos en una cave, muy cerca de la Catedral, a donde nos metemos porque la calle se está llenando de locos y de borrachos... también aquí la malvada conjunción de recortes en servicios asistenciales y antipsiquiatras libertarios ha dejado en la p... calle a los que, años atrás, estaban ingresados en las monjitas, que los tenían razonablemente limpios y comidos, aunque les diesen algún capón si los pillaban tocándosela... el restaurante debió conocer tiempos mejores, cuando lo frecuentaban -hay fotos por todas partes- Aznavour, Brassens y Ferré, pero no se come mal, aunque nos soplan 19 eurós por un vino de Gaillac que no está mal, pero no mucho mejor que el Vin Maison que llevamos bebiendo estos días, más que digno, y muy barato... se acerca a nuestra mesa una simpática y extrovertida señora; dice ser de Bilbao, con gran alborozo por parte de Javier, que también lo es... recuerdo haberle oído a Ibarreche contar una anécdota del Padre Arrupe, otro bilbaino: "Nunca le preguntes a nadie si es de Bilbao; si lo es, ya te lo dirá él; y, si no, ¿para qué avergonzarlo...?" La bilbaina nos cuenta una historia muy fuerte; están pasando el puente en un apartamento que tienen en Baqueira; han subido a Toulouse para visitar la fábrica del Airbus y, en una gasolinera, los han liado, y los han enviado hacia Albí... desde luego, pensándolo bien, estamos a una pocas horas de España. mi camita de Boltaña debe estar a menos de cuatro, si estuviese abierto el túnel... les aconsejamos, de todas maneras, que se queden a dormir en Albi, pero están muy animados- nos presenta al marido, mucho más reposado que ella, ya nos aclara que él no es de Bilbao- y piensan, en que acaben de cenar, coger el coche y volver a Baqueira....




El día siguiente dedicaremos toda la tarde a Albi: Blanca le compra un conjunto a Pablo, nuestro nieto, en una tienda enoooorme, donde hay muuuuuchas ropitas de variados estilos, tallas y colores.... las vemos casi todas. Pero antes, hemos visitado el Museo Toulouse-Lautrec...

Por todo Albí encuentras referencias a su hijo más famoso; en muchos bares, en la puerta, se lee una frase suya, que es toda una declaración de principios: "Beberé leche  cuando las vacas coman racimos de uvas..."... su Museo es completísimo, está allí buena parte de su obra; adelanto que nunca he sido un fan de Toulouse-Lautrec, pero le reconozco el mérito de haber pintado la mejor descripción de una época y un ambiente, aunque fuesen una época y un ambiente -puterío, señoritos golfos, cabarets oliendo a alcohol, tabaco y efluvios de partes bajas- en el que no habría parado yo ni medio minuto; pero tiene que haber gente para todo, está visto... "Ella es grande y bella -decía de una señora más bien apabullante, todo tetas debajo mismo de la barbilla, muchos años antes de la silicona- y yo, ¡ay!, no soy ni grande ni bello..." Desde luego, Henry, pero eras de casa buena, con perras y labia, y encima con el rollo ese de pintar  muchas picaban... estoy seguro -vamos, segurísimo- de que ligaste muy por encima de tus posibilidades...o sea que, menos quejarte...

Hay también en el Museo una exposición temporal; la última sesión fotográfica de Marilyn Monroe. La penúltima, pienso yo; la última te la hizo aquel cabrón de forense en la morgue, y luego las vendió...  Marilyn me gusta infinitamente más que Toulouse; bajo la frívola imagen de la rubia tonta y guapa estoy seguro de que se escondía una personalidad de superviviente; maltratada por la vida desde sus inicios, luchó por crearse un refugio, un lugar propio, y nunca pudo alcanzarlo, de hombre en hombre a cual más raro e inmaduro; el atleta en la cumbre de su carrera,  el dramaturgo torturado, el señorito metido a político brillante y, en sus horas libres, a semental desbocado... me enternece su encanto ya crepuscular -las bellezas tempranas  duran menos-, el uso de los foulards de colores para difuminar un cuerpo que ya está iniciando el ocaso, la tremenda cicatriz en el vientre -¿qué te pasó, Norma Jean...? eso no es de una apendicitis...-... seguramente encontró más cariño en el objetivo del fotógrafo, que la acaricia, que en muchos de sus compañeros... prefiero creer cualquier explicación conspiranoica -que te eliminó la CIA, para que no contases secretos de alcoba de tu novio, fuese el Kennedy que fuese, o los dos o tres posibles- antes de aceptar lo más sencillo; que, un día, descubriste que no te quedaban más balas en la cartuchera, ni nada más por lo que luchar... ¡paz, rubia...!



Salgo del Museo con éstas imágenes aún en la mente, y descendemos hacia el río; y entonces me sucede algo curioso; por un momento, me parece que el Sol se está poniendo por donde no debe, y el río, el ya manso Tarn -adiós, kayaquistas- fluye en dirección contraria... como soy persona sensata y consciente de mis limitaciones, admito que el equivocado debo ser yo... comprendo que he "leído" la ciudad partiendo de un concepto erróneo; engañado por su aire mediterráneo, olvido que he entrado por el Sur, viniendo de las altas Causses, y que toda ella es un plano inclinado hacia el Norte, que es la parte más baja de la ciudad...  total, igual que Zaragoza -me digo- , pero el parecido es engañoso porque, en Mañotown, el Padre Ebro corre hacia el Sureste, hacia el Mediterráneo, y el Tarn lo hace hacia el Noroeste, buscando el Garona, que lo llevará a la Gironde y al Atlántico... vemos, poco a poco, como se van encendiendo las luces que se reflejan en el río, y me entra esa melancolía ñoña característica de la Hora Azul, sobre todo cuando estás de viaje.

Rematamos la segunda noche en un Bistró, con un menú, en mi caso, bien poco francés; cerveza alemana, y un wok de verduritas con gambas... mañana dejaremos la Ciudad de Albí, pero no descarto volver, la tenemos aquí, tan cerquita, y es tan maja... pero antes me he prometido ir a tu vecina Montauban, a inclinar la cabeza ante la tumba de Don Manuel Azaña: uno tiene sus prioridades...






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