lunes, 5 de septiembre de 2016

Lejanas prevaricaciones... (1)

Retomo el Blog, después del paréntesis estival, pero no cambio de tema; recuerdos de actuaciones discutibles, en materia de tribunales de oposiciones -siempre conflictivos-, dulcificadas por el paso de los años y la necesaria institución de la prescripción...

En más de cuarenta años de ejercicio de la Función Pública, en Dictadura, Transición y Democracia, dentro y fuera de Europa, en la Enseñanza Universitaria, la Administración del Estado, la Administración Local, la Autonómica, bajo gobiernos constitucionalistas o insumisos, con superiores rematadamente tontos o demasiado listos... ¿Quién podría afirmar que no rozó ni una vez los supuestos de prevaricación contenidos en los Artículos 404 y 405 del Código Penal...? Ya os adelanto que, en mi opinión, quienes lo hagan, o tienen mucho morro, o muy poca memoria, o han gozado de una suerte extraordinaria... No ha sido ese mi caso, pero sí puedo decir, con la cabeza relativamente alta, que procuré siempre seguir los consejos de Don Quijote a Sancho, en mi opinión los más sensatos dados nunca a un futuro servidor público, y si en algún momento doblé la vara de la Justicia, no fue bajo el peso de la dádiva, sino de la misericordia...

A pocos kilómetros de Barcelona se alza el municipio de X. Y digo bien se alza porque, a excepción de unas pocas masías y varias ostentóreas residencias de veraneo construidas en los años veinte del siglo pasado, componen el caserío una serie de bloques-colmena, de esos que se levantaban como hongos para acoger a los emigrantes que, según señalados tontos del culo, enviaba Franco para desnaturalizar la pureza étnica de la población de Catalunya... corrían los primeros ochenta, y el país no se había aún recuperado de la Crisis del Petróleo; los índices de paro eran -como ahora-, pavorosos y por un empleo la gente estaba dispuesta a cualquier cosa: se contaba por entonces un chiste cruel; un hombre se estaba ahogando en las aguas del puerto... "¡Socorro, socorro, ayúdenme...!", gritaba... "¿Dónde trabaja usted..." le pregunta un transeúnte... "Soy administrativo en tal sitio... ¡socorro...!" El otro sale corriendo, llega al lugar indicado, y se ofrece. "Vengo a pedir una plaza de administrativo que va a quedar vacante..." "Lo siento -le responden- , ya la ha ocupado el que empujó al agua al anterior.."

El Ayuntamiento de X había convocado una plaza de peón de la brigada de obras, una de las más humildes y peor retribuidas de la plantilla, y me habían designado como miembro del Tribunal calificador; nada más llegar pude ver un nutrido grupo de personas congregadas en la puerta del local donde se iban a celebrar las pruebas; me recibió el Secretario, con cara de circunstancias, y me hizo pasar enseguida al despacho del Alcalde, presidente también del tribunal, que me puso inmediatamente en antecedentes:

"Tenemos un problema muy grande: se presenta un candidato -llamémosle Pepe- que ya está ocupando como interino esa plaza; es un excelente trabajador y, además, un auténtico drama social; su esposa lleva varios años paralítica, tiene tres hijos menores, su única hija casada se acaba de divorciar y ha vuelto a casa con dos hijos, el pobre hombre se hace cargo de todos, si pierde la plaza..."

"Comprendo el problema, pobre tío, pero se presentan muchos, seguramente también muy necesitados de ese puesto..." balbuceé yo...

Cuando entrábamos en el aula donde se iban a realizar las pruebas, uno de los aspirantes pidió hablar conmigo un momento: "Mira, compañero; soy el secretario de la Asamblea de Parados de X: tenemos un acuerdo de presentarnos a todas las plazas que convoque el Ayuntamiento; pero ésta ha de ser para el compañero Pepe; está de interino, tiene la mujer paralítica, tres hijos menores, la hija..."

"Ya, ya lo sé -contesté- pero... por qué no os retiráis todos...? lo tendría mucho más fácil..."

"No puede ser, compañero, tenemos un acuerdo de la Asamblea... pero la plaza ha de ser para el compañero Pepe, porque tiene la mujer...."

Empezaron los ejercicios; para una plaza de ese nivel, no podían ser excesivamente complicados; el primero consistía en varias operaciones aritméticas muy elementales; casi todos los asistentes las remataron en pocos minutos, firmaron los ejercicios, y abandonaron el aula: quedó un solo aspirante con la hoja en blanco, la mirada perdida en el espacio, el bolígrafo aferrado casi con ambas manos...

"¿Es Pepe...?" pregunté, sabiendo de antemano la respuesta...

"Si, pobre, está bloqueado...", me contestaron, a coro, Alcalde y Secretario...

"Mirad; voy a hacer pipí, tardaré unos diez minutos..."

Cuando volví, ya firmaba con letra temblorosa el ejercicio: las respuestas eran correctas; todos los aspirantes pasaron al ejercicio siguiente:

Se trataba de efectuar dos sencillas reparaciones; cambiar la goma de la boya de la cisterna de un WC, y preparar una cerradura para cerrar en sentido contrario: soy un auténtico desastre para las manualidades, pero hasta yo me atrevía a hacerlo... Pepe seguía sin dar pie con bola; me tocó volver a salir del aula a hacer pipí: a la vuelta, Secretario y Alcalde habían requerido la presencia del capataz de la Brigada: las piezas estaban reparadas... prueba superada, pasemos a la tercera...

Al frente de la tropa de opositores, provistos cada uno de un pico y una pala, nos dirigimos a un solar vecino; se trataba de cavar, en media hora, una pequeña zanja de un metro de larga y el ancho de la pala; la profundidad alcanzada determinaría la puntuación: caía un Sol de justicia, el terreno era desigual y pedregoso, y fui yo mismo quien indicó que eligiese cada uno el sitio que quisiera para empezar a cavar.

Cuando quise darme cuenta, no podía dar crédito a mis ojos; mientras la Asamblea de Parados en pleno apenas si había empezado a arañar la superficie de aquel pedregal infecto, Pepe estaba ya a medio camino de Nueva Zelanda; cavaba como un poseso, estaba enterrado ya hasta la cintura, y seguía, seguía...

"¡Me habéis engañado!"- me dirigí a Alcalde y Secretario..." ¡hicisteis la zanja ayer, y la habíais tapado con un cartón...!"

Muertos de risa, me recordaron que era yo mismo quien les había invitado a elegir el sitio... "Pepe trabaja ahí al lado; conoce el solar, y sabe qué parte se rellenó con tierra buena, mucho más fácil para cavarla..."

Paramos el ejercicio cuando Pepe estaba ya en la zanja hasta el pecho; ganó por aclamación, entre los aplausos y abrazos de los compañeros parados, que seguirían siéndolo por lo menos un día más... Alcalde y Secretario, felices, me cogieron por el brazo... "Vamos a tomarnos un café, te lo has ganado... y vigila esa próstata, que aún eres muy joven,,,"












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