jueves, 3 de noviembre de 2016

Luanda en sus museos...

Integrado en dos de las tres categorías que suelen llenar los museos -turistas y jubilados-, no es raro que dedicase varias horas a recorres los museos más interesantes de Luanda. Y en ellos siempre se aprende mucho, aunque no necesariamente sobre lo que en ellos se expone...



Memorial Agostinho Neto


En efecto, junto a los estudiantes -en Angola, siempre uniformados con sus batas blancas-, los museos occidentales están siempre llenos de turistas y jubilados. En Angola no hay prácticamente turistas -ya explicaremos un poco el por qué-, y jubilados, en un país con una esperanza de vida de unos 60 años -eso sí, en rápido crecimiento- tampoco es que abunden demasiado. Teníamos, por lo tanto, los museos casi a nuestra entera disposición, compartiéndolos con numerosos grupos de estudiantes, bulliciosos pero correctos, muy amables con nosotros, y razonablemente atentos a las explicaciones de profesores y guías. Museos y visitantes dicen mucho sobre la realidad de un país, y lo digo desde la tristeza del que sabe que el más visitado en su ciudad natal no es ni el Museo Picasso, ni las fundaciones Tàpies o Miró, ni el magnífico Museu Nacional d'Art de Catalunya i Països Veïns, sino el del Barça, donde imagino a sus numerosísimos visitantes extasiándose ante las botas usadas por Messi en un afamado "hat trick", deseando sobornar al vigilante para que se las dejase tocar y oler.



El primero que visitamos fue el de las Fuerzas Armadas; y no solo por mi conocida afición hacia esos temas, sino porque, en un país que ha atravesado un periodo de 30 años de guerra, bien puede considerarse el auténtico museo de la Historia de Angola: enclavado en la antigua fortaleza portuguesa de San Miguel, que domina la Bahía, las vistas desde él bien merecen la visita: la propia fortaleza, decorada con bellísimos azulejos, compite con el interés del material expuesto; en su exterior, piezas de artillería, vehículos blindados tomados a las distintas facciones de la guerra civil, y, en lugares destacados, restos de aviones enemigos abatidos, en particular, a los sudafricanos.



Descubro allí blindados pertenecientes al "Exército racista de Sul-Africa", recuerdos de la ampliamente desconocida batalla de Cuito Kwanevale, donde los carros cubanos y de las FAPLA derrotaron a los "Oliphant" de los orgullosos blancos sudafricanos, abriendo el proceso que llevaría a la independencia de Namibia y a la propia caída del régimen del Apartheid; junto a ellos, unas viejas amigas; las Panhard de fabricación francesas, que en los años Setenta dotaban a nuestros Grupos Ligeros de Caballería, y que protagonizaron una de las más divertidas historias de mi ya de por sí divertido -no me importa reconocerlo- Servicio Militar.





El interior del museo, mucho más sistemático nos introduce en la conquista y la colonización portuguesa, las atrocidades coloniales -nos resulta difícil imaginar cometiendo atrocidades a nuestros sensatos y discretos hermanos lusos-, y los inicios del alzamiento popular anticolonialista, armados sus combatientes con arcos, flechas, lanzas, machetes y... ¡piedras! -de las cuales se exhiben algunos ejemplares, que me temo no son los originales-, hasta que empezaron a apoderarse de los G3 de sus adversarios y a recibir armas de países amigos... como cabía esperar, la durísima Guerra Civil ocupa buena parte del recorrido, acabando con los históricos tratados que supusieron su finalización y el inicio de un periodo de reconciliación nacional, no exento de contradicciones, pero ejemplar en muchos aspectos. Como en el Abrazo de Vergara con el que finalizaron nuestras Guerras Carlistas, fuerzas de las guerrillas opositoras se integraron en el Ejército Popular de Liberación de Angola... suele ser una solución letal para los Presupuestos, pero muy eficaz para calmar los ánimos; me cuentan que el actual Jefe del Estado Mayor de las FAPLA es un general de UNITA, la principal guerrilla de la oposición... para entender cuantas cosas podemos aprender de ellos, imaginad al General Rojo, o a Líster, dirigiendo, en los años Cincuenta, el Ejército de Franco...

La firma de los Acuerdos


No faltan en la fortaleza murales del más puro estilo realista socialista -tan poco realista, en realidad, con sus héroes victoriosos empuñando decididos las armas y mirando orgullosos hacia el futuro- ni una Bandera Monumento, ligeramente más comedida que la que puso Bono en la madrileña Plaza de Colón. Pero me llaman mucho la atención la estatua de la Rainha Ginga, una reina del Siglo XVII, que luchó contra los invasores portugueses, representada como una señora bastante maciza, con un hacha en la mano, y, agrupadas en un patio, las estatuas de los diversos navegantes y conquistadores lusos contra los que luchó la Rainha Ginga... entre ellos, un juvenil -y ligeramente moñas- Luís de Camoens, del que no me consta su presencia en Angola, aunque si en Goa y Moçambique, reunidos como en una tertulia de antiguos funcionarios coloniales, sobre una tierra que ya no es suya. Durante esos días se desarrollaba en Barcelona el sainete sobre la presencia de una estatua decapitada de Franco en una exposición histórica: todo parece indicar que los Pueblos Verdaderamente Oprimidos desarrollan un sentido común que puede faltar en otros...

Rainha Ginga e Rainha Branca...


El propio Memorial dedicado al líder de la Independencia y primer Presidente, Antonio Agostinho Neto, tiene también una sección museística, donde podemos contemplar el despacho de Agostinho y, entre otras cosas, la última guayabera que vistió el día antes de fallecer, durante una intervención quirúrgica, en un hospital de Moscú. Hay diversas versiones sobre la enfermedad que acabó con su vida: un cáncer de hígado, posiblemente ocasionado por el alcoholismo que también padecía, y es doloroso comprobar cómo en su obra poética hay continuas referencias a los efectos nocivos y degradantes de la bebida, que, por desgracia, debía conocer muy bien.




Visitamos también el Museo Nacional de Antropología, que las guías recomendaban como el más interesante de Luanda: está situado en una hermosa casa colonial, en el centro -la "Baixa"- de Luanda, a pocos metros del rascacielos donde trabaja nuestra hija Irene, y, por desgracia, se encontraba en obras, reduciéndose su visita a sólo una parte de lo que habitualmente se puede contemplar: pero es un museo sumamente pedagógico y bien estructurado; las escasas, pero seleccionadas piezas se exponen con criterios temáticos -"Agricultura", "Caza y pesca" "Organización social" "Creencias"...-, agrupando en cada una de ellas las diversas culturas nativas angoleñas, sin que falten los elementos introducidos, a lo largo de tantos siglos, por la presencia de la potencia colonial...seguíamos a un numeroso grupo de estudiantes, ya adolescentes, al que su profesor explicaba las piezas, en un bellísimo Portugués -es una delicia escuchar a los angoleños cultos; como los hispanoparlantes americanos, conservan toda la pureza de sus respectivos idiomas...- pero recordándoles los viejos nombres nativos, que seguramente la mayoría de ellos desconocían o ya habían olvidado...

"El Pensador", una famosa figura tradicional


Pero posiblemente el más emotivo de todos fuese el Museu Nacional de la Escravatura:  situado en una bonita casa colonial, dominando una bella laguna, recoge en su sencillez piezas que nos ponen ante el horror de lo que supuso la Esclavitud; no falta ni un detalle: las reatas de prisioneros que llegaban desde el interior, los grilletes, los inhumanos castigos a los que intentaban escaparse, el bautismo forzoso al que los sometían -a sus cuerpos podían darles por c..., pero había que salvar sus almas-, el "comercio triangular", mediante el que se amasaron  fortunas en Europa -tantas hermosas casas de indianos...-, el alcohol con el que se los embriagaba para afrontar el viaje, la disposición en las bodegas de los barcos negreros, que determinaba el fallecimiento de muchos de ellos antes de llegar a su destino... dos guías, un chico y una chica, desgranan ante nosotros, en forma objetiva y desapasionada, toda aquella serie de atrocidades, mientras nuestra vergüenza va en aumento... no puedo por menos que reconocerlo, y pedir perdón por lo que nuestros antepasados hicieron a los suyos... nos presentan el aspecto positivo; tantas cosas que creemos brasileñas -la Samba, la Batucada, la Capoeira- proceden, en realidad, de Angola... cuando, cabizbajos, abandonamos el museo, hay fuera un grupo de niños; su maestra nos dice que nos quieren ofrecer un obsequio; nos entregan, a Blanca y a mí, sendas macetitas, con una flor amarilla cada una...



Volviendo a Luanda, el cínico cabronazo que hay en mí bajo mi aspecto amable y bonachón reflexiona sobre los avances sociales, indudables, que jalonan la Historia de la Humanidad; todo aquel horror está ya superado: ahora ya no hace falta financiar carísimas expediciones para  capturar esclavos, ni fletar buques, expuestos al riesgo de naufragio o de abordaje por piratas, con probable pérdida de la carga...; ellos mismos se pagan el viaje y la patera, y, además, a precio de oro, y se te vienen a ofrecer por casi nada, y ni tan siquiera los tienes que alimentar, vestir y alojar; ya lo hacen ellos con la mierda que les pagas; con un poco de suerte, les puedes alquilar un piso de 20 m2 para cuarenta... Y si se ponen chulos, llamas a la policía y, de cabeza, al Centro de Internamiento de Extranjeros... ¿Quién, en su sano juicio, puede negar el Progreso...?











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