viernes, 11 de noviembre de 2016

De piedras negras, macacos, imbondeiros...

Volvemos desde Cacuso a Luanda: pero aún nos quedan muchas cosas por ver...









Por la mañana hace frío en Cacuso; se nota porque las señoras se envuelven en telas a cual más colorida cuando salen, bien temprano, a sus labores; una de ellas lleva a su hijo envuelto en una tela propaganda del MPLA, ahí hay una idea para la Assemblea Nacional de Catalunya... también los niños van al "cole"; alucinamos con las decenas de moñitos de las niñas, adornados con lacitos de colores; están muy graciosas y, supongo, ahorran el peinado matutino; deben durar semanas... Blanca está haciendo fotos por la ventana del restaurante, y las niñas posan felices, haciendo los gestos universales -dedos en "v"- que tantas veces vimos en Japón... Cacuso, que pronto dejamos atrás, sigue siendo una pequeña ciudad de buen rollito.



Circulamos por una buena carretera hacia las Pedras Negras de Pungo Ndongo, Andongo en otros sitios; es otra de las bellezas naturales de Angola: según la guía, "Entre sus monolitos pétreos, no falta uno en forma de pene circuncidado"... ¿cómo iba a faltar...? no conozco formación rocosa alguna en que no haya un monolito en forma de pito; lo de la circuncisión, aquí, como en casi toda África, es punto menos que obligatoria.... al fondo de la carretera se adivinan ya curiosas formaciones rocosas, que dejaremos a la izquierda. Una vez más, la carretera está llena de cientos de personas andando por los arcenes; predominan las mujeres con pesadas cargas en sus cabezas.



De golpe me doy cuenta de algo que me viene llamando la atención desde ayer; no veo ni un sólo animal de carga... hay cabras,, ovejas, cerdos, gallinas... pero ni un burro, por no hablar de un mulo o un caballo; en Kenia había burritos, e incluso dromedarios en las zonas del norte; en Marruecos, ya no digamos; en la Medina de Marrakech los embotellamientos eran de burros... en esta tierra, donde hay hierba por todas partes, los burros se alimentarían a coste cero: ¿cómo no se les ocurrió a los portugueses importarlos...? aquí todo se transporta en la cabeza de las mujeres, o, como mucho, en las motos chinas, donde siempre viajan dos o tres pasajeros... ¿para cuando un "Burros sin fronteras" que lleve a estas tierras gráciles borriquillos andaluces, biznietos de Platero, o recios guarons catalans, de blancas ojeras...? Hoy, como veis, estoy creativo y propositivo.









Podríamos decir que esta carretera lleva las contradicciones de Angola a su punto extremo; por un lado, vemos extensas plantaciones de caña de azúcar y, muy pronto, una enorme y moderna planta industrial que la transforma en biocombustible, creo que de capital brasileño... pero, al mismo tiempo, las aldeas que atravesamos son, con mucho, las más primitivas que veremos en el viaje; ya casi han desaparecido la uralita y los bloques de cemento, y las chozas son de adobe y madera, rematadas por tejados de paja, en el más puro estilo "Tintín en el Congo". En algunos poblados -como también vimos hacer en Kenia- revisten la paja con un feísimo toldo de plástico, que, en aras a atraer el Turismo, deberían prohibir, aunque a la gente que no tiene más narices que vivir allí les debe ir muy bien en días de lluvia... por todas partes venden enormes sacos de carbón vegetal; paramos a comprar uno para las barbacoas en Luanda; pesa como un muerto, pero los vendedores no tienen el menor problema para cargarlo en la caja de la "carrinha".






Llegamos al impresionante macizo de Pungo Ndongo: las "Pedras" no llegan a "Negras", pero sí son de un gris bastante oscuro; son -creo, ya me lo conformará Ánchel, mi geólogo de cabecera- conglomerados de cantos redondeados, es decir, pudingas: me recuerdan muchas formaciones parecidas que he visto; Mallos de Riglos, Salto de Roldán, Serra de l'Obac...  en atención a la procedencia étnica de mis acompañantes, lanzo la comparación tan esperada: "Semblen les muntanyes de Montserrat...!". El conjunto es impresionante... la carretera entra en un inmenso hemiciclo, donde se alzan las escasísimas casas de Pungo Ndongo -¡Cuidado! he dicho casas, y lo son; casitas arregladas, con su tejadito de teja, nada de chozas..- y. desde allí, una pista nos permite llegar al punto más extremo accesible en coche.








Estamos en el interior de un profundo valle; desde allí, unas escaleras casi en ruinas, reliquia también de la colonización, permiten ascender, en pocos minutos, a la loma de una de las formaciones; tenemos a nuestros pies el caserío y los verdes campos que lo rodean, las formas redondeadas de las paredes rocosas, un águila -a saber cual, no tengo ni prismáticos ni guía...- nos sobrevuela describiendo círculos; hacia el sur, en la lejanía, se ve una gran masa de agua, seguramente un embalse en el río Kwanza...  nos invade la euforia del que ha coronado una cima, por modesta que sea, y ese sentimiento de pérdida cuando te das cuenta de que tienes que volver a bajar al llano.

Cuando cruzamos Pungo Ndongo, sale de una de las casitas un ciudadano en camiseta imperio -Imperio Portugués, supongo...- que, con aspavientos, nos pide que paremos; nos informa de que debemos abonar un peaje, que el "Soba" -el jefe tradicional local- le ha encargado de pedírselo a todos los coches que se dirigen hacia el interior, pero que lo habíamos pillado despistado, dentro de la casa... la cantidad no merece entrar en discusiones, pagamos y el buen hombre, entonces, nos pide una "boleia", es decir ,que lo bajemos hasta el siguiente pueblo... no problema, a la caja de la "carrinha", con el saco de carbón, y adelante.





Pero aún pararemos una vez más, en una extensa explanada, donde un templete protege una de las curiosidades locales; una forma en la roca que puede recordar una pisada humana; ni más ni menos que la de la Rainha Ginga; hija del Rey Ngola -de cuyo nombre procede el del país-, mujer cultivada y valiente, buena conocedora de las costumbres de los portugueses; se convirtió al Cristianismo, tomando el nombre de Ana de Sousa, pero se rebeló contra los colonizadores, combatiendo contra ellos con diversos grados de éxito, llegando a firmar un tratado de paz, que le permitió, vuelta al seno de la Fé Verdadera, morir de muerte natural a la increíble edad de ochenta años... sus leales soldados no tuvieron tanta suerte; fueron vendidos como esclavos en Brasil... Rainha Ginga es considerada una "protonacionalista", es decir, una precursora de los nacionalistas que lograron la independencia de su país bastantes años después.

Volvemos rápidamente hacia Cacuso, y seguimos en dirección Luanda: hemos de llegar a N'Daletando, donde nos espera una de sus curiosidades, un espectacular Jardín Botánico... paramos de nuevo en una gasolinera, moderna y arreglada, como todas, donde rápidamente nos rodea un rebaño de cabras... observo que la puerta del lavabo ha sido reparada por alguien aún más zaborrero que yo; es una alegría saber que, en  algún punto de Cuanza Norte, tengo un alma gemela...









Nos apartamos de la ruta principal, y descubrimos otro N'Daletando: una hermosa iglesia con bellísimos azulejos portugueses, casitas de muy buen aspecto, con jardines... la carretera baja al valle de un riachuelo, dominado por un enorme edificio colonial muy bien conservado -a Ramón le comentaron que era "la casa de Salazar", dudo muy mucho de que el momio se atreviese a realizar un incómodo safari hasta los confines de su Imperio; era, como Franco, de poco viajar...- y entramos en el Jardín Botánico.











Bosque Botánico, diría yo... inmensos árboles, de especies que desconocemos, auténticos bosquecillos de bambúes del grosor de mi pierna, un riachuelo que corre entre las raíces monstruosas de los árboles, algún macaco que escapa tronco arriba -y algún cazador que, escopeta en mano, quiere incorporarlo a su dieta-, lagartos, mariposas del tamaño de pájaros medianos...


Así de contento estaba yo, antes de que me mordiese la Mamba Negra...


Irene quiere comprar un esqueje de una flor bellísima, la Rosa de Porcelana, de la que, por desgracia, no hay ningún ejemplar abierto: se la venden los cuidadores del jardín, con consejos para plantarla: espero que, cuando se abra, nos envíe una foto en nuestros casi diarios contactos por wasap... pero antes me ha sucedido un pequeño accidente, casi me da vergüenza contarlo... intentando fotografiar una mariposa, he salido del camino, adentrándome entre las altas hierbas, y, al momento, he sentido un doloroso pinchazo en el borde del pie, a través de las zapatillas de montaña... lo más normal es que fuese una zarza, me habré clavado miles de espinas de barza en mi vida pero... estamos en tierra de serpientes, muchas de ellas venenosas, algunas bastante, o muy, o extremadamente venenosas... vamos, que te mueres, macho... me descalzo y compruebo que la zona afectada está muy enrojecida... no puedo dejar de pensar, por un momento, "¿Mira que si ha sido... ?" Blanca lleva encima una porquería de efectos milagrosos para los pinchazos, que huele a rayos: me la pongo, y el dolor, poco a poco, va desapareciendo, y mi tranquilidad, retornando...




Llegamos al restaurante de N'Daletando; después de sobrevivir a la Mamba Negra, decido tirarme al río, y me compongo en el buffet libre el plato más etnográfico que puedo: feijoada, frango -pollo-, una costilla de porco, funghe -algo así como polenta de mandioca-, más mandioca, banana frita... el pollo está rico, la costilla, como suelen hacerla en tantos sitios, calcinada; la mandioca, correcta; la banana, sabrosa pero algo dura; la feijoada -de largo, mi favorita- muy buena,  y el funghe, de textura agradable, pero tirando a soso; suelen tomarlo, ¡¡horror!! con salsa de tomate; lo arreglo añadiéndole una salsa picante capaz de levantar a un muerto... creí que me gustaba mucho el picante, pero me quito la boina ante Ramon, capaz de tomarlo en cantidades increíbles, no le llego ni a la suela del zapato...

Estamos ya acabando la comida con un helado, cuando entra en el restaurante una comitiva de caballeros encorbatados y señoras elegantes; tienen la sonrisa confiada y el gesto distendido que conozco bien; el de los que van a comer, opíparamente, con cargo al Capítulo Segundo de los "Orzamentos", del Presupuesto Público... alguien comenta que son el Gobierno Provincial... ¡cuantas veces he formado parte de esas alegres comitivas...! con gusto me sumaría a mis colegas, a punto estoy de proponérselo a la pizpireta Jefa de Protocolo que los pastorea con una lista en la mano, para evitar que se cuele algún gorrón... incluso les daría, gratis, una conferencia: "E agora, o Doutor Revilha -aquí siempre ganas un grado académico más- falara-nos dos convenios de cooperaçao entre os Entes Públicos..." añoranzas del pasado...

Reemprendemos la vuelta hacia Luanda, sorteando buracos en la carretera: vamos buscando con la vista los macacos muertos que veíamos vender a la ida, y paramos ante un ciudadano que tiene uno vivo, atado a un palo... "¿Está ya listo para comer...?", pregunta Ramon... "No, éste es para criarlo.."... miro al bicho; está triste, resignado, y, cuando oye la mención a la comida -será casualidad, supongo-, su expresión es de auténtico horror, absolutamente humano... su mirada me impresiona, os juro que, en aquel momento, me afiliaría al PACMA, qué choque para mi conciencia de carnívoro.

La viva imagen de la resignación...


"¿Comer...? ¿Se me van a comer, estos c...nes...?"


La tarde va cayendo, y aquí, cuando cae, cae de golpe: el sol poniente, jugando entre las nubes, y silueteando los imbondeiros que rodean la ruta, nos va a ofrecer una de las imágenes más inolvidables de este inolvidable viaje, esas que nos acompañarán por el resto de nuestros días, ese imborrable recuerdo de África, dentro de nuestro corazón ya para siempre...


















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