martes, 6 de octubre de 2015

"¡Arre, arre, borriqué...!"

Me indica ayer mi madre, comentando lo escrito sobre mi tío Miguel... "Escribe algo mañana sobre tu abuelo Arsenio, que sería su cumpleaños..." pues ahí va, atendiendo a los deseos de tu nuera...


Arsenio Revilla Margalejo había nacido en Boltaña, hermano pequeño con tres hermanas, dominado el panorama familiar por el carácter y el empuje de la hermana mayor, Encarnación, verdadera matriarca de Casa Revilla... eso debió marcar desde pequeño el carácter de Arsenio, y lo hizo independiente, discreto, egoistón y amigo de pasar desapercibido y, a lo tonto, hacer lo que le saliese de las narices, entendiendo, como todos los animalitos débiles -era pequeñito y frágil- que el camuflaje, el difuminarse en el entorno, son con frecuencia las mejores armas.

Antonio Revilla Lanao, de Labuerda, y Andresa Margalejo Isac, de Boltaña, con sus cuatro hijos: Encarnación, Aurora, Carmen y Arsenio.


Fue un auténtico pionero de la despoblación de Sobrarbe, ya que abandonó Boltaña en los años de la Primera Guerra Mundial, trasladándose a Barcelona: la historia oficial quiere que, habiendo sido contratado como escribiente por una compañía eléctrica catalana, al cerrar ésta su oficina en Boltaña, le ofreciese la posibilidad de seguir trabajando en Barcelona: muchos años después, comprobando un cierto desfase cronológico entre la fecha de su matrimonio con mi abuela y el nacimiento de su primer hijo, sospechamos que también había podido pesar en su decisión el afán de ponerse fuera del alcance de vecinas chismosas y con conocimientos de aritmética reproductiva... lo cierto es que prestó sus servicios, hasta su jubilación, en la Compañía de Fluido Eléctrico, sita en el Carrer dels Arcs del Barrio Gótico barcelonés, justo donde hoy hay una macrotienda de Desigual, y viviendo en la cercana Plaça de Santa Catalina, en un edificio en cuyos bajos hay hoy un locutorio dominicano; cambiaron los emigrantes aragoneses por otros más coloreados, señoras con leggins y trencitas, que dicen "Mi amol..."

Tan discreto como era, para una vez que decide dar la campanada, la cagó bien cagada: Arsenio fue uno de los pocos sublevados civiles del Alzamiento Militar del 18 de Julio, que en Barcelona, de hecho, se produjo el 19 por la mañana; con un grupo de conjurados, se presentó en un cuartel del Ejército, a la espera de que les diesen armas: allí los hicieron pasar a una sala, donde consumieron buena parte de la mañana hasta que, de repente, se abrió la puerta y se presentaron unos milicianos de la FAI, que se los llevaron a todos manos arriba... no se qué militancia política tendría, supongo que ninguna; era, fundamentalmente, un beato, hijo de familia de beatos, Caballero del Pilar... seguro que estaba liado en algo de curas... de todas maneras, milagrosamente, salvó el pellejo, pasándose -eso si- toda la guerra en la Cárcel Modelo: es ahora la Leyenda quien explica que Arsenio -como todos los trabajadores de su empresa- estaba afiliado a la CNT, y que su hermana Encarnación bajó desde Boltaña dando gritos, entró hasta el despacho del Delegado de Orden Público de la Generalitat, también cenetista, y le hizo jurar que no le tocarían ni un pelo al Compañero Arsenio, que estaba allí por las malas compañías... no le oí ni una sola vez comentar nada de aquella historia, supongo que prefería olvidarla, aunque siempre lucía, en la cadena del reloj, la Medalla de Plata del Ayuntamiento de Barcelona... ahora la tengo en mi poder, escondida, no sea que se entere Ada Colau y me la haga devolver... pasó mucha hambre y perdió mucho pelo y muchos kilos, pero eso les pasó también a los que no estaban en la cárcel, así que... De todas maneras, dio motivos para hablar: ahora me viene a la memoria el amigo Pepe Vidal, eterno militante comunista, cuyo reciente fallecimiento aún no acabo de digerir, cuando, una noche de vinos, abrazándome, me decía: "¡Yo os he querido siempre mucho, a os de Casa Revilla, aunque fuesen fascistas...! por su conveniencia, ¿eh?" a lo que yo contestaba: "¡Y por sus ideas, Pepe, ya lo puedes decir...!"


Arsenio Revilla Margalejo

Yo lo recuerdo ya en fechas muy posteriores, cuando su vida y la de mi abuela Lucía había quedado marcada por el drama de la pérdida de su hijo Antonio, que no había tenido mejor idea que hacerse matar en Rusia, en las filas del Ejército Alemán... pequeño, delgado y frágil, tocado con su gorra de visera, siempre inquieto -si en Boltaña, planeando bajar a Barcelona: si en Barcelona, pensando en subir a Boltaña-, siempre camino de su partida de guiñote con los amigos de uno y otro lugar... he heredado de él esa ubicuidad, ese afán de pasar la vida con un pie a cada lado de la Clamor Amarga de Almacelles, que es la huega que espero ver, por siempre, libre de controles aduaneros y concertinas...

Siendo yo su primer nieto, y ahijado, no recuerdo que hiciese en mí demasiados gastos; la combinación de ser jubilado con pensión baja, y más prieto que un cerollo, no presagiaba grandes alegrías; recuerdo, eso sí, que me hizo el regalo que más me ha impresionado; un auténtico cordero vivo, "Lucerito", comprado en la Feria de Boltaña... pude disfrutarlo poco tiempo, pero aún me recuerdo corriendo detrás de él, calle San Pablo arriba... volvimos a Barcelona, y mi abuelo se quedó con el cordero; nunca había trabajado en la Agricultura ni la Ganadería, pero, pastor mínimo, llevaba su rebaño de uno atado con una cuerda, apacentándolo por los caminos de Boltaña... una bella historia con un final cruel: cuando volví a ver a "Lucerito", había superado con creces la condición de corderito, pasando a la peligrosísima categoría de ternasco, que pocos, muy pocos de los suyos superan... ¿Para qué seguir, verdad...?


Andarín como era -algo de eso he heredado también-, es curioso que muchos de mis recuerdos de él vayan ligados a la Equitación: desde muy pequeño me entusiasmaba que me dejase escuchar su reloj de bolsillo, marca "Elegance", en cuya tapa posterior corrían dos caballos, cuyos cascos creía yo oír en el tic-tac de la maquinaria... conservo ese reloj, despintados ya los brillantes colores de las libreas de los jockeys, pero los cascos han dejado de oírse... y recuerdo también cuando me sentaba sobre sus huesudas rodillas, haciéndome rebotar sobre ellas, mientras cantaba:

"¡Arre, arre, borriqué
de Boltaña a Margudgued
si vas por o'canto el río
no te morirás de sed...!"

Canción que tantas veces he cantado a mis hijos y, ahora, ya llevo varias a mi nieto Pablo...

Vino a morir mi abuelo en fecha sumamente inconveniente, estando mi madre a punto de dar a luz a la última de mis hermanas, lo cual nos impidió asistir a su entierro en Boltaña; subimos días después al Funeral, y nos acompañaba un amigo de mi padre, José María, personaje del cual también me gustaría hablar largo y tendido: le reservaron la alcoba de la sala de la casa... tendríais que haber visto aquella sala, que solo se abría para velatorios y visitas de respeto: cortinajes de terciopelo verde oscuro, tresillo a juego, suelo de tarima crujiente, y un despliegue de imágenes sagradas que incluía, tirando por lo bajo, un cuadro enorme de la Virgen del Pilar, un Sagrado Corazón sedente, con su lamparilla roja perennemente encendida, alguna capillita de las que pasaban de casa en casa -San Antonio, la Virgen del Carmen... -y un Niño Jesús ya crecidito, que, por su tamaño, parecía a punto de ser llamado a filas... yo dormía en una cama plegable, en medio de aquella auténtica sacristía... hundido en el fondo de la alcoba, sepultado bajo varias mantas -era Febrero, y hacía un frío pelón-, con la débil iluminación que, por aquel entonces, gastábamos en Boltaña, de bombillas de 15 watios, el pobre José María no las tenía todas consigo... cuando ya llevábamos un buen rato en la cama, con las luces apagadas, oí su voz trémula que indagaba... "Antonio... ¿y en qué habitación ha muerto tu abuelo...?" No pude por menos que reírme y tranquilizarle al respecto, pensando que, si ya es poco probable que los muertos vuelvan a la Tierra a tocar las narices a los que aquí seguimos, nada más lejos del estilo discreto de mi abuelo Arsenio, y que si hubiese vuelto, ya estaría mirando horarios de trenes y coches de línea para volver al Averno, o a donde estuviese, siempre que allí encontrase amigos para jugar al guiñote...


Arsenio y su hijo Guillermo, mi padre... ¡con lo que les gustaba viajar a los dos...!





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