martes, 1 de diciembre de 2020

En la Ermita de San Andrés...

 ... Viejas historias, según me las contaron...


Ayer se hablaba de la Ermita de San Andrés, en Boltaña; pregunté si alguien conocía la historia de los fusilados de la 43 División... yo la conozco por tradición familiar, por personas que ya no están entre nosotros, y no respondo de su fiabilidad, ni tan siquiera de mi memoria; como la recuerdo, os la cuento, sin más garantías...

Durante nuestra Guerra Civil, entre las unidades que se integraron en la 43 División del Ejército Popular, la que después protagonizaría la gesta de la Bolsa de Bielsa, figuraba inicialmente el Primer Batalló del Primer Regiment Pirinenc del Exércit de Catalunya, creado por la Generalitat, en  una generosa interpretación de sus competencias estatutarias, facilitada por el desconcierto generalizado a raíz del alzamiento militar... lo integraban jóvenes de familias burguesas barcelonesas -era una unidad de esquiadores, y muy poca gente sabía esquiar entonces- de ideología predominantemente nacionalista, y tuvo su sede en el Colegio de los Escolapios de la Calle Balmes, cerca de mi casa, donde aún se puede ver ´en el dintel de la puerta, el escudo de la unidad: el de la Generalitat, con una edelweiss en su centro...

La convivencia con el resto de unidades que guarnecían el frente republicano -situado entonces en la divisoria entre el Gállego -zona nacional- y el Ara -zona republicana- no estuvo exenta de problemas: los otros combatientes republicanos se mofaban de "las margaritas de Companys" -en referencia a las edelweiss que usaban como insignia- y de sus lujosos uniformes y equipamientos, comprados directamente en Austria, que contrastaban con la poco lucida uniformidad de los demás... las diferencias ideológicas -nacionalistas ellos, socialistas y comunistas, predominantemente, los demás- tampoco ayudaban demasiado... y no todo quedaba en broncas ocasionales: en el frente del Sobrepuerto, un capitán de los "Pirenencs" fue fusilado por "Cobardía ante el enemigo"... no había buen rollo, en una palabra...

Por hache o por be, un pequeño grupo de Pirenaicos tuvo la mala idea de desertar, intentando pasar a Francia, no sé con qué intenciones posteriores: al parecer, se apoderaron de un camión -eran no recuerdo si siete o nueve y, como veréis, el detalle tiene su importancia- . pero fueron descubiertos por sus compañeros, arrestados y sometidos a un consejo de guerra sumarísimo. 

El puesto de mando de la División se encontraba en la casilla de peones camineros, más o menos donde hoy está la entrada al Polígono Industrial de Troteras; recuerdo haber visto pintada su pared con un curioso esquema de camuflaje, el llamado "Mickey mouse", por las formas redondeadas de las orejas del personaje... supongo que se encargó la pintura a un soldado hincha del Barça, porque los tonos eran, por increíble que parezca, azulgranas... años después de haber sido demolida, aún nos metíamos los jóvenes en su refugio antiaéreo, un pequeño búnker con salida y entrada... seguramente el juicio, o lo que fuera, se celebró allí, porque fueron condenados a muerte y fusilados en el acto en sus proximidades, según me dijeron, y sus cuerpos enterrados junto a la vecina Ermita de San Andrés.

La disciplina, en tiempos de guerra, era así de dura... en todo el desgraciado episodio jugó un papel destacado el Comisario Político de la División, Máximo Gracia: Máximo era un socialista zaragozano, que había conseguido escapar a zona republicana escondido en una cuba que había contenido vino; la borrachera, contaba, le duró días... en Boltaña se alojaba en Casa Revilla, donde reinaba su dueña, mi tía Encarnación Revilla... Encarnación, los mayores la recordaréis como incansable organizadora de eventos religiosos, no era precisamente simpatizante de la República, pero su relación con Máximo fue bastante cordial... aquí ya imagino, pero quizás Máximo no mostró demasiado interés en los extraños ruidos que se oían en la falsa, donde mis familiares tenían escondido a Mosén Domingo, un cura de la Solana, creo que de Burgasé...

Tras la derrota, Máximo se exilió en Francia... pero allí fue la guerra a buscarle de nuevo: lo detuvieron los alemanes y lo entregaron a las autoridades españolas... esta vez fue él el sometido a un Consejo de Guerra Sumarísimo, con idéntico resultado, por cierto: penas de muerte, una por cada uno de los soldados fusilados...

Y aquí empiezan los hechos que he recogido por tradición familiar: su esposa subió ¡andando!, desde Barcelona a Boltaña, con su hija de pocos meses, para intentar reunir los famosos "avales", es decir, declaraciones favorables al condenado por parte de personas consideradas adictas al régimen de Franco... y fue mi tía Encarnación quien la acogió 
en su casa, y se dio tanta maña recogiendo avales que la pobre mujer volvió a Barcelona con un buen fajo de ellos...

En aquella durísima posguerra, vida y muerte pendían de un hilo: las sentencias a la pena capital caían en cascada, pero también es cierto que, en muchos casos, eran conmutadas por larguísimas penas de prisión... sería por los avales, sería por cualquier otro motivo, a Máximo le fueron conmutadas todas sus penas de muerte... cuando las potencias del Eje perdieron la Segunda Guerra Mundial, al régimen de Franco se le arrugó un poco el ombligo, y muchas penas de prisión fueron acortadas o condonadas... Máximo se encontró pronto en la calle... 

Como cabía esperar, estaba agradecido a mi tía y, por extensión, a toda la familia... cuando mi abuelo, hermano de Encarnación, venía a Barcelona, Máximo y su esposa entraban en el circuito ritual de las "visitas", esa institución de relación social ya desaparecida, que hemos sustituido por los grupos de Wasap... y en una de esas visitas los acompañé yo, entonces aún un niño... tengo un fugaz recuerdo de un señor ya anciano -quizás era más joven que yo ahora-, en bata y zapatillas, sentado en una mecedora, con las piernas cubiertas por una manta a cuadros, mientras su esposa, mucho más joven, nos hacía los honores de la casa, algunas galletas surtidas, supongo, y un café, aunque no para el niño... y recuerdo, eso sí, perfectamente, que desde las ventanas de su salón se veían los jardines del seminario de Barcelona, que trabajaba entonces a toda máquina para cubrir las innumerables bajas ocasionadas por la guerra... una última pena adicional, de la que sólo le liberaría, esta vez sí, la muerte...






No hay comentarios:

Publicar un comentario