viernes, 4 de diciembre de 2020

De tiempos terribles...

 Comentaba ayer que contaría dos anécdotas relacionadas con el Proceso de Burgos: ahí van...


A finales de 1970, el Proceso  -de hecho, Consejo de Guerra- contra dieciséis militantes de ETA, acusados de diversos asesinatos, constituyó un momento clave en las movilizaciones populares, uniéndose a ellas tanto en movimiento obrero como el estudiantil. Y no precisamente porque hubiese un amplio consenso sobre la legitimidad de la lucha armada contra el régimen de Franco; éramos clara mayoría quienes entendíamos que la Dictadura sólo podía caer como resultado de una lucha política... esa misma posición había mantenido yo en una tensa asamblea en la Facultad de Derecho, si bien no faltaban quienes consideraban que todos los métodos de lucha estaban justificados... pero la falta absoluta de garantías procesales, y la dureza de las penas solicitadas -muchas de ellas, de muerte- justificaban plenamente que la oposición a aquella farsa jurídica fuese generalizada entre la Oposición, ya importante y organizada en aquella etapa histórica, cuando a Franco le quedaban cinco años de vida, y a su régimen pocos telediarios más...

Pese a que mi posición había quedado clara -o, precisamente, por eso- pocos días después se me acercó en el bar de la Facultad una estudiante a la que todos, oficiosamente, por supuesto, considerábamos más o menos vinculada a ETA: para completar el misterio, sólo la conocíamos por su nombre, claramente vasco, aunque físicamente podría haber pasado por centroamericana... venía a pedirme un favor: al día siguiente venía a actuar Paco Ibáñez, en un recital cuya recaudación se destinaría a cubrir los gastos de la defensa del Proceso... ¿me importaría acompañarla a recibir al cantautor y estar con ellos hasta que abandonase Barcelona?

Ni que decir tiene, Paco Ibáñez era, en aquel momento, mi cantante preferido, y sus discos sonaban constantemente en mi casa, con gran cachondeo por parte de mi padre, que afirmaba que cantaba "como El Trallo", personaje boltañés de no muy afamadas condiciones cantoras... acepté encantado, sin parar cuenta en el nivel de colaboración que ello suponía: recogimos a Paco en una modesta pensión, lo acompañamos en taxi a un abarrotado local del Barri del Besós, asistimos al emocionante recital, tomamos, al salir, un bocadillo con él en un bar cercano, y lo acompañamos de nuevo al tren, con el tiempo bastante justito... todo ello, en un ambiente de cierta clandestinidad, que hacía que nuestras conversaciones tampoco alcanzasen una gran intensidad, mucho monosílabo, pocas posibilidades de hacerle todas las preguntas que hubiese querido sobre su vida y su obra... tampoco quedó muy clara cual había sido mi función, si de guardaespaldas -¡poco podía hacer yo, en ese campo!-, dar un mayor tono de formalidad a su recepción y acompañamiento, o pagar los taxis y el bocadillo, cosa que hice con mucho gusto y para "la causa", fuera esa la que fuere...


El proceso acabó, recayeron gravísimas penas, creo que seis de muerte, las protestas nacionales e internacionales arreciaron, y, finalmente, las penas de muerte fueron conmutadas por largas penas de prisión... pero todos éramos conscientes de que el Franquismo no iba a durar tanto, ni mucho menos, y, como así fue, pronto estuvieron en libertad, abjurando, además -salvo en un caso, me parece recordar- de la lucha armada: Mario Onaindía milito en el PSE. La posición de Paco Ibáñez respecto a ETA también quedó claramente reflejada, y durante un tiempo cantó a duo bellísimas canciones en Euskera junto a Imanol, que había pasado de colaborar en una fuga de presos a posicionarse claramente frente a ETA.... a Imanol me lo presentó, en un recital, en Barcelona, José Antonio Labordeta, y pude así felicitarle por su valentía y compromiso cívico...


Y ahora viene la segunda: los alumnos de Quinto de Derecho celebraban anualmente un "Juicio Bufo", que era el gran acontecimiento social de la temporada en la Universidad: el del año anterior, memorable, había contado con la actuación estelar de un entonces poco conocido estudiante, Pedro Ruiz, al que le esperaba una larga y triunfal carrera, aunque no precisamente en el Derecho, y junto a él actuaban otros alumnos que también ganarían notoriedad -buena o mala, allá cada uno con sus valoraciones - como Núria de Gispert o Carles Viver Pi-Sunyer...el juicio anterior había incluído la proclamación de una apócrifa Ley Orgánica del Estado  -la "Constitución" franquista- cuyo Artículo Primero rezaba así: "Todos los españoles, por el mero hecho de serlo, serán severamente castigados", añadiendo, a continuación que "Ministros, amigos de los ministros, amigas de los ministros y clérigos adictos, forman el Gobierno de la Nación".... todo ello aderezado con números musicales, que incluían historias sobre las relaciones extramaritales de conocidos catedráticos o, sobre todo, las grandes expectativas puestas en el ingenio y la prudencia del ya designado como futuro Rey, si bien es cierto que ni siquiera la fértil imaginación de los letristas pudo llegar a imaginar lo que el personaje iba a dar de sí.


Pues bien; en este caso, fue uno de los estudiantes de Quinto quien se puso en contacto conmigo: para 1971, tenían previsto celebrar un Consejo de Guerra Bufo, y requerían mi colaboración para formar un grupo de "Boinas Verdes": los guerrilleros del Ejército se habían encargado del servicio de seguridad durante el proceso: tenía que reclutar a ocho o diez alumnos, los que encontrase con más pinta de brutos, y su cometido iba a ser "cachear a todas las chicas, y hostiar a los tíos que se pusiesen chulos..."


Tened en cuenta que, en aquellos tiempos, yo tenía una cierta actividad teatral: el papel me encantó, lo vi lleno de matices y posibilidades... por brutos no iba a ser, el problema, quizás, sería encontrar boinas verdes, porque parkas del ejército -americano, a ser posible, las M65- teníamos, entonces, todos...


Pero el tema se frustró de raiz: muchos de los alumnos de Quinto disfrutaban de prórrogas por estudio, para incoporarse al Servicio Militar, y otros estaban en los campamentos para acceder a la condición de sargentos o alféreces de complemento: las autoridades militares se pusieron en contacto con unos y otros, y les comunicaron que, si se producía en la Facultad algún acto que pudiese considerarse injurioso hacia las Fuerzas Armadas, se anulaban de un plumazo las prórrogas, se expulsaba a los aspirantes de los campamentos, y ya veían cómo andaban las cosas por el Sáhara... tuve que disolver a mis "boinas verdes" y, en materia de cacheos, cada uno se tuvo que organizar en la medida de sus posibilidades...



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