domingo, 15 de septiembre de 2019

De idiosincrasias raciales...

Finalizada la hercúlea tarea de leer la última novela de Domingo Villar, " El último barco"...


.

..y no porque la novela sea de difícil, lectura, todo lo contrario, sino por su volumen físico, más de 700 páginas, jugando en la categoría de cosas como "Guerra y Paz"... probad a mantener un libro así con los brazos extendidos, mientras estás tumbado tomando el sol en la Gorga, ya me diréis...

Las nuevas aventuras del inspector Leo Caldas, adscrito a la comisaría de Vigo, nos enganchan desde el primer momento, hasta llegar al último giro argumental que -como todos los giros argumentales- no deja de resultar un punto forzado, pero, bien mirado,  así es la vida, nada que objetar, buena novela, leedla... pero, al igual que en sus obras anteriores, junto al Sherlock galaico juega un papel destacado su Watson aragonés, Estévez, caracterizado por ser -¿lo podríais imaginar?- bruto, pero noble...

Estando donde estoy, comprenderéis que ande uno hasta el pirulo de la boina de estereotipos étnicos, habida cuenta de que, a lo largo de la vida, ha conocido uno canarios nerviosos, andaluces sosos -uno de los tíos más sosos que he conocido es andaluz, no daré nombres...-, madrileños emprendedores, catalanes con alma de nardo, vascos pusilánimes y frugales, sorianos pródigos.... bueno, eso último, la verdad es que no, pero seguro que deben existir... ese prototipo aragonés "brutico, pero noble", sacaba de sus casillas a mi maestro, don Sebastián Martín-Retortillo... "¡cuando lo que nos ha caracterizado a los aragoneses ha sido siempre nuestra finura jurídica!" me decía a mí, que soy mestizo, él, de padre salmantino...

Dicho esto, y, partiendo de la base de que, bien mirado mi carácter puede aproximarse bastante más al del galaico Caldas que al del aragonés Estévez -por cierto, ¡qué apellido tan poco aragonés, y tan gallego...!- reflexiono sobre el asunto, y me vienen a la memoria historias vividas que, una vez más, y dicho en Gallego, vendrían a confirmar que, haberlas, hailas...

Recorría yo las tierras de Monforte de Lemos, en una campaña de promoción cooperativa, con la intención de explicar a los labradores y ganaderos las ventajas de la asociación: iba conmigo un compañero zaragozano, no excesivamente alejado del tópico, es este caso... nos dirigíamos a un pequeño grupo de ganaderos de una aldea cuando mi amigo, apuntando teatralmente a uno de los asistentes, le largó: "Por ejemplo, ¿usted, cuantas vacas tiene...?"

La reacción del paisano fue similar a la que habría experimentado si le hubiesen preguntado con cuantas señoras había puesto los cuernos -hablando de vacas- a su señora, y con cuantos señores se los había puesto ella a él: enrojeció hasta la raíz del abundante cabello, y comenzó a balbucear... "Eso depende muito, algunas casas teñen oito, outras doce..."

"¿Usted, usted, cuántas tiene usted...?" insistia mi compañero, insensible a los codazos que le estaba dando yo en pleno hígado...

"Unos años se teñen más, outros, menos, según..."

"¿Hoy, por ejemplo hoy, cuántas tiene...?" insistía el imprudente, mientras yo intentaba esconderme debajo de la mesa...

"¿Falamos de vacas...? ¿falamos tambén de terneras...? .¿el toro...?" se defendía, ya contra las cuerdas el paisano, ante el silencio horrorizado de sus vecinos, que temían que, luego, les tocase el turno a ellos...

Vamos, que no hubo manera... me costó Dios y ayuda levantar un poco el tono de la sesión y poder salir de allí con cierta dignidad... de todas maneras, creo que el resultado hubiese sido el mismo en cualquier territorio de nuestro mundo rural, con la no pequeña diferencia de que, en algunos sitios, lo hubiesen mandado a tomar por donde rezuman los cántaros, y allí el episodio se desarrolló con una exquisita cortesía...

Aún traumatizados por la experiencia, nos dirigíamos a otro pueblo de la comarca, cuando recogimos a dos chicas que hacían "auto-stop": resultaron ser dos enfermeras del Clínico de Barcelona, una de ellas gallega, la otra ni más ni menos que de Monzón, lo que son las cosas... empezamos a hablar y, como no podía ser menos, salió el tema: no era posible arrancar a un gallego una respuesta concreta, decía mi mosqueado amigo: prejuicios, estereotipos, historias antiguas, respondía la gallega... "¡Tú no te das cuenta, pero es verdad!", remachaba el clavo la de Monzón, yo dudaba...

Estábamos entrando ya en el pueblo de destino... fue nuestra pasajera gallega la que se dirigió a un paisano, en la puerta de un bar... "Por favor, ¿por dónde se va al Sindicato...?"

"¡Oh, estará cerrado...!" fue la respuesta del ciudadano...

No pudimos evitarlo; ante su perplejidad, soltamos los cuatro una sonora carcajada...








No hay comentarios:

Publicar un comentario