miércoles, 8 de noviembre de 2017

Recuerdos de segunda mano...

Hay días en que te apetece contar cosas sólo por el gusto de contarlas...

Me han venido hoy a la memoria dos historias que me contaron a mí... las dos tienen un hilo común: son recuerdos de nuestra Guerra Civil, y digo nuestra porque ya llevamos algunas generaciones, y aún no conseguimos quitárnosla de la cabeza...

La primera sucedió en Boltaña, como cabía esperar, tratándose de mí... Abril de 1938; en una sola noche, el ejército de Franco rompe el frente republicano de Aragón, y sus tropas avanzan hacia Boltaña por la Guarguera; el Ejército Popular, en un intento de frenarlas, dinamita el puente medieval -que otros llaman "Romano"- de La Gorga; por cierto, no ha habido tiempo en todo el Franquismo y todo el "Régimen del 78" para reconstruirlo dignamente; ahí sigue con un tramo central que es un puente de campaña de origen inglés, toda una reliquia ya también, la chapuza provisional más duradera de la Historia.

Los dinamiteros no son muy expertos, o se pasan de entusiasmo -quizás entre ellos estaba mi tío Antonio, soldado en el polvorín de la ermita de San Sebastián-, y la explosión envía una nube de cascotes que dejan el pueblo hecho una pena... entre eso, y la natural prevención ante la llegada de tropas, mi familia se ha refugiado en la bodega; sabia medida... mi familia, como amablemente me recordaba hace poco un examigo en el feis, son "fachas", es decir, aguardan con esperanza la llegada de las tropas de Franco, pero tampoco hay que bajar la guardia... pronto oyen pasos en la calle, ir y venir de gente, que suponen soldados... piensan que los podrán identificar si vienen mojados, porque eso querrá decir que son Nacionales, y han vadeado el río... recordemos que estamos en Abril, y el Ara, en esos meses, suele bajar furo... de hecho, me cuentan que, aquel día, intentando cruzarlo a caballo, se ahogó un capitán de los Nacionales, dato que no he podido contrastar...

Mis tías, Concha y Guillermina, sobre los veinte años, se arman de valor y salen a echar un vistazo... ambas visten de luto riguroso, de esos lutos de entonces, por la reciente muerte de su abuela, mi bisabuela... se dan de bruces con un grupo de soldados: mojados; son de las Brigadas Navarras, gentes de buenas costumbres -salvo la de liarse a tiros con los enemigos del Rey, los Fueros y la Religión-, su virtud no corre ningún peligro... al verlas tan enlutadas, preguntan rápidamente...

"¿A quién os han matado los rojos...?"

"¡No, no, ha sido yaya... y se ha muerto ella sola...!" acierta a decir una de ellas...

La segunda se sitúa en Barcelona, en una pequeña población del Maresme: en un acto de terrorismo financiero, los Nacionales llevan mucho tiempo anunciando que, a su entrada, sólo reconocerán determinadas series de billetes de banco: eso ha creado un auténtico caos monetario en la zona republicana; los billetes "buenos" desaparecen de la circulación, porque los más realistas -que ven venir la victoria de Franco- los atesoran, y los billetes "malos" no se aceptan... de todas maneras, el ejército republicano ha pasado ya por el pueblo en plena retirada, y la gente, encerrada en sus casas -o en sus bodegas, si las tienen, como en Boltaña- espera la entrada de las tropas de Franco.

De repente, un ruido de hierros, un rechinar de cadenas, y una pequeña tanqueta italiana entra en la no menos pequeña plaza del pueblo... las Ansaldo son realmente la mínima expresión de un tanque, los soldados republicanos han aprendido a destruirlas echándoles por encima una manta empapada en gasolina y prendiéndole fuego... pero llevan un par de ametralladoras, y, mal que bien, han servido durante toda la guerra... en la Segunda mundial durarán lo que un caramelo en la puerta de un colegio...

Se para la tanqueta, se abre la escotilla, y aparece el rostro victorioso, pero no por ello menos receloso, de un oficial italiano... impecablemente uniformado, con su casco de cuero de tanquista... en una guerra de zarrapastrosos, los italianos daban siempre la nota de elegancia masculina... según contaba un amigo de mi familia, requeté durante la guerra, llevó una noche un parte a un oficial italiano, y, ante su sorpresa, descubrió que dormía en su chabola con una redecilla en el pelo, para proteger su peinado... el italiano mira, desafiante, las puertas y ventanas cerradas, esperando ver aparecer a alguien que, yo que sé, le rinda el pueblo, o algo así...

Se abre una de las puertas, y por ella asoma una anciana, a la que imagino no menos enlutada que mis tías, seguramente con una pañoleta en la cabeza, muy posiblemente con un mandil a cuadros, faldas hasta el suelo, alpargatas... lleva en su mano un fajo de dinero, se dirige, medio corriendo, a la tanqueta, se lo enseña al asombrado oficial, y le pregunta, ansiosa:

"Señor feixista, señor feixista... ¿Estos billetes, valen...?"

Me contaron estas historias personas que ya no están entre nosotros... yo os las paso, si os hacen sonreir, pasadlas vosotros también... historias mínimas, como mínimos somos nosotros, que quedarán flotando en la nada, entre el recuerdo colectivo de un gran drama, del que formaban también mínima parte, como contrapunto humano...


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