miércoles, 20 de marzo de 2019

"Mis labios están sellados..."


Envié ayer un mensaje por Facebook bastante críptico, y prometí ampliar la información... 





Como recordáis, era una panorámica de Barcelona tomada desde un edificio bastante alto, inequívocamente un hospital o clínica, porque en su patio se veía un amplio espacio de parking reservado a ambulancias... muchos os preguntaríais: "Y, ahora, ¿qué le pasa a ese desdichado...?": pues ahí va la respuesta...

Desde hace bastante tiempo, venía notando una cierta disfonía, es decir, me cambiaba la voz, fenómeno que no se producía desde que tenía, más o menos, doce años... y no precisamente hacia un vozarrón viril y heteropatriarcal, de aguardentoso sargento chusquero de La Legíón, que, en el fondo, me hubiese gustado, sino hacia tonillos ligeramente aflautados y de capón, que poco añadían a mi autoestima... como sabéis -o deberíais saber, de hoy no pasa- una "afonía persistente" es uno de los síntomas a tener en cuenta en la lucha contra el Puto Cangrejo -que sigue atacando sin piedad a familiares y conocidos-, o sea que la cosa podía ser seria... "persistente" es uno de esos "conceptos jurídicos indeterminados" que te enseñan a odiar o amar en la Facultad de Derecho: ¿diez días? ¿mes y medio? ¿seis meses...?

Cuando ya había superado con creces esa cota prudencial, me decidí a hacer lo más sensato: visitar a un ororrinolaringólogo, ORL para los amigos... transcurrida la espera a que nos obligan los de todos conocidos recortes sanitarios, fui atendido por una amable doctora, que me metió un tubo flexible por un orificio nasal, y me sacó de dudas: no, creía que no andaba por ahí el Maligno -de todas formas, la biopsia dirá-, pero sí una lesión que describía, alternativamente, como "un callo" o "una piel levantada, con aspecto de moco", en una cuerda vocal, que había que eliminar por vía quirúrgica, y que, sin duda, era responsable de mi cambio de voz.

Las cuerdas vocales no son cuerdas, sino cuatro repliegues carnosos que cierran -o abren.-nuestra laringe, y que nos permiten hablar y, a los Elegidos de los Dioses, hasta cantar jotas... para operar en ellas -me explicaron- hay que introducir por la boca un tubo metálico de regulares dimensiones... ya empiezo a adquirir cierta práctica en dejarme meter cosas por mis orificios naturales, me pregunto cual será el próximo y qué cosa, pero en el caso que nos ocupa, requeriría Anestesia General... eso ya me hacía menos gracia, pero a ver qué vida...

Y a eso dediqué mi mañana de ayer: ingresé a las siete y media, entré en quirófano una hora después, a las diez subí a mi habitación, y a las tres y media estaba en mi casa, algo atontado -más que de costumbre, quiero decir-, pero con el problema -espero- felizmente resuelto...

De la experiencia en sí, puedo decir que, una vez más, he desarrollado un auténtico síndrome de Estocolmo hacia los profesionales sanitarios: desde el amable camillero que me permitió conservar puestos mis calzoncillos, ahorrándome la infamante braga de papel talla única, que me quedaba casi tanga -"total, ahí no te vamos a tocar..."-, y que desempeñó sus funciones de Barquero Caronte con alegría y precisión, la joven anestesista vitoriana en prácticas, que afirmaba haber casi olvidado su Euskera de Ikastola porque "en casa... ya saben...", la enfermera que me invitaba a pensar, mientras la anestesia surtía su efecto, en un sitio a donde me hiciese ilusión viajar -cité Islandia, el mismo al que quería ir su marido...- además, me han librado de una "lesión hiperqueratósica" -un callo, en Cristiano-, por la módica suma de 1.762,02 Euro, que habéis tenido el detallazo de pagar entre todos, como si hubiese hecho un Verkami... ¡Gracias, qué majos sois...!

Dos únicos problemas: el primero, dieta blanda y fresca; no me preocupa, se me ocurren centenares de cosas deliciosas blandas y frescas: la otra; seis días sin hablar...

Cuando me lo dijeron, casi me hizo gracia... lo tomé como una invitación a la meditación, una semanita Zen... luego me he dado cuanta de que no es tan sencillo renunciar a un hábito tan arraigado como es la comunicación oral... expliqué a Blanca y a mi hijo Borja que debían hacerme preguntas binarias -que pudiese responder con la cabeza -"si", "no"- o encogiendo los hombros -"¡Ni p.... idea!"-, me armé de una especie de libreta y un rotulador especial para caligrafía japonesa, para descubrir, con espanto, que mi escritura es prácticamente ininteligible, después de años y años de teclados de ordenador o de móvil... por las mañanas suelo estar solo en casa, cuando llega Blanca al mediodía suele ser ella quien tiene cosas que contar del Mundo, y todos sabéis que una buena convivencia conyugal -o cuasiconyugal, pero muy buena, como la nuestra-, requiere muchos silencios compartidos y cómplices... pero, aún así, se me escapan palabras... hace media hora he saludado con un prohibido "¡Hola!" al portero de casa, que barría el jardincillo debajo de mi galería... ayer probé a ponerme una tirita cerrando la boca, pero, al sacarla, me dolieron mucho los incipientes pelillos del bigote: hoy, cuando esté acompañado, usaré como mordaza esa braga de cuello de la foto... pero sé que va a ser duro, intentaré consolarme con la Séptima Proposición del Tractatus Lógico-philosophicus de Wittgenstein: "Wovon man nicht sprechen kann, darüber muss man schweigen": "De lo que no se puede hablar, mejor callarse"...








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