lunes, 18 de junio de 2018

El Duque Enjaulado

Hoy ingresa en prisión Iñaki Urdangarín... no os preocupéis, que no me apunto -casi nunca- a hacer leña del árbol caído...

Yo trabajaba a menos de cien metros de la sede de La Caixa -la histórica, la de Vía Laietana- donde tenía su despacho Doña Cristina de Borbón... todos mis compañeros -y, sobre todo, mis compañeras- de trabajo, incluso los y las que hoy deben llevar lazos amarillos hasta en el culo, volvían de desayunar dando grititos de alegría... "¡Hemos visto a Cristina, hemos visto a Cristina, estaba en el Merçè Vins...!"... ¡Hasta mi propia madre me llamó una noche, para decirme que había estado comiendo en un restaurante con Cristina y Alexia en la mesa de detrás... "¡Tengo las cervicales echas polvo, de volverme para mirar...!"... quiero decir que Cristina de Borbón era una presencia continua en Barcelona, seguramente el personaje de la realeza más cercano desde Don Fernando el Católico.

Pues yo no tuve el placer -unilateral- de verla hasta justo el día en que anunció su compromiso matrimonial con Don Iñaki Urdangarín... una nube de periodistas la perseguía Via Laietana abajo, ella paró y estuvo departiendo amablemente con ellos, y yo mirando desde las ventanas del Departament de Governació, nunca excesivamente limpias, era un poema limpiar aquellos cristales...

Confieso que asistí al macrofestival de Luz y Sonido que le ofreció la Ciudad de Barcelona -fuegos artificiales, fuentes de Montjuich, música--- días antes de su boda; la mañana del enlace, estábamos Blanca y yo en casa, y se me ocurrió decir: "¿Vamos a ver a los novios....?" Total, la Diagonal nos queda muy cerca...  me hizo gracia ver pasar a los "Royals" y las "Celebrities" invitados al enlace viajando en autocares, como los del Imserso, y a los contrayentes, muy aparentes los dos, en el viejo Rolls de Franco...¡Y mira que debe dar yuyu subirse en ese trasto, y poner las tuyas donde puso sus posaderas -paulatinamente entecas, con el paso de los años- el Centinela de Occidente...!

No volví a tener más contacto visual con los ya entonces Duques de Palma hasta una noche, en Jaca: celebrábamos una reunión de trabajo un comité franco-español, creo que relacionado con el programa de cooperación transfronteriza "Interreg"; después de un día dedicado, como siempre, a ver cómo se peleaban entre sí nuestros vecinos -ellos mismos reconocían que sus problemas eran siempre "Franco-franceses"-, nos habíamos ganado una buena cena, y se nos llevaron a todos a un conocido restaurante jacetano: teníamos toda la sala para nosotros, salvo una pareja de jóvenes trajeados, a los que, al principio, tomé por gays, pero eran los escoltas... y, al fondo, los Duques de Palma, cenando con un amigo tan alto y bronceado como ellos.

Nuestros amigos franceses -especialmente las amigas- entraron en trance al verlos... "¡Cristiná...!" "¡Iñakí...!"... yo me moría de risa con ellos... "Si tanto os gustan los Capetos... ¿por qué les cortásteis la cabeza...? ¡Habéroslos quedado...!"... me aclararon que, en Francia, Iñakí era todo un referente erótico... de Cristina, pobre, nada dijeron... yo la defendía... "¡Hombre, un poco grandota, pero tampoco está mal...!"

Cuando acabaron de cenar -estaban ya a medias cuando llegamos- los Duques se acercaron a nuestra mesa y nos saludaron atentamente... seguramente les habían informado de que aquel grupo de cotillas y alparceros que no dejaban de mirarlos eran, simplemente, honestos funcionarios de ambos cotés, mas algún elú français que nunca faltaban, muchos de ellos con la cintita roja de la Lègion d'Honneur en la solapa... luego me enteré de que Iñaki había estado recibiendo lecciones de esquí, e incluso supe que uno de sus instructores era un amigo mío... mientras era jugador profesional de handbol -¡en el Barça, nada menos...!- tenía prohibido por contrato practicar deportes de riesgo; ahora que era simplemente duque, ya podía partirse la crisma, siguiendo las aladas evoluciones sobre la nieve de los miembros -y miembras- de su familia política.

Desde aquel día, no he vuelto a ver a Iñaki y Cristina: pero he seguido, como todos, las noticias sobre su lenta, imparable caída, no diría que con asombro -ni ha sido el primero que ha metido la mano en las indefensas arcas públicas, ni el primero que se ha aprovechado de su situación, ni el peor, cuantitativa o cualitativamente...- ni siquiera con un excesivo escándalo: "Nada de lo humano me es ajeno", cuántas veces habré citado esta frase, atribuida a tanta gente, desde Terencio a Karl Marx, pasando por San Agustín... incluso, cuando me pongo estupendo, puedo citarla en Latín,  "Nihil a me alieno puto", que me gusta mucho porque acaba en "puto" y descoloca a la gente... te pones por un momento en la piel de un mozo ascendido desde el olimpillo deportivo -deporte más que minoritario- hasta la condición de "Royal", caído en manos de profesores de Empresariales -con todo mis respetos de Economista- y piensas que debes ser un auténtico filósofo -más bien de la rama estoica- para que no se te nuble la vista y empieces a hacer chorradas, especialmente si quieres comprarle a tu señora un casoplón de futbolista -porque a palacete no llegaba- en el mismísimo Pedralbes.


En el fondo, en el fondo, la culpa de todo la tiene la preocupante democratización, en el peor sentido de la palabra, de la Monarquía: a mí me gustaba cuando los príncipes se casaban con princesas, sobre todo cuando el rey regalaba a la nueva pareja parte de su reino, o, al morir, lo dividía entre sus hijos... eso, no me digáis que no, debía ser divertidísimo, acostarte danés y amanecer polaco, tener que guardarte el pasaporte napolitano para ir a pedir el aragonés... difícilmente podían arraigar así tontos sentimientos de orgullo nacional: "¿Y usted, de dónde es...?" te preguntaban... "¡Qué me sé yo... ahora dicen que la mayor del rey sale con uno del Franco Condado, a saber dónde va a parar uno...!" Ahora la Realeza se casa, literalmente, con cualquiera, y un Martínez -digo por citar uno de mis apellidos- o una Martínez, se ve ascendido a pareja de un Borbón o un Windsor, y el plazo de adaptación a la nueva realidad debe ser, forzosamente, largo y traumático... de todas maneras, sigo siendo un Republicano, por mi escala de valores, que reconoce la utilidad práctica de la Monarquía; hace una semana, mi Lehrerin de Alemán  -la profe, vamos- admitió que ignoraba el nombre del Präsident de la República Federal... como sólo tiene funciones representativas... y digo yo que cómo va a tener funciones representativas si sus ciudadanos no saben ni cómo se llama... los reyes siempre -o casi siempre- sabes cómo se llaman, incluso el apellido, Primero, Sexto... y, si vas a ver, como duran más, no salen tan caros, y le dan mucha vidilla al "¡Hola!", la Numismática y la Filatelia...

Por todo eso, comprenderéis que no me haga especialmente feliz su entrada en la prisión, como no me hace feliz que nadie -por merecido que lo tenga- pierda su libertad... sin embargo, no entiendo su elección, una cárcel de mujeres donde va a ser el único varón sobre la Tierra... pero sin contacto con las otras reclusas... supongo que ha primado un cierto temor a las malas compañías -él, que ya sabe a lo que conducen...-, pero creo que está en un inmenso error: la población reclusa lo habría acogido con admiración y respeto, acordaos de cómo Bárcenas se hizo el amo del Módulo Tres, y hubiese sido un rayo de luz en sus pobres y aburridas vidas... ahí es nada contarle a la parienta durante el vis-a-vis: "¡Ahora estoy en el chabolo con el Iñaki, y es un tío legal, tú ya me entiendes...!" Si algo bueno debe tener el trullo es poder conocer a gente de lo más diverso, alejados de tu círculo social habitual, eso lo tenía también la "Mili", enriquecía, vaya que sí... él, que en tan mal lugar ha dejado a la Institución Monárquica, va a tener una reclusión absolutamente real, sólo en su torreón... sólo le faltará la Máscara de Hierro... qué meses tan sosos va a pasar, pobre hombre... que te sean leves...







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